La exposici¨®n que cambi¨® el rumbo del arte moderno
Colonia reconstituye la revolucionaria muestra que, cien a?os atr¨¢s, elev¨® a Van Gogh, Munch y Picasso a la categor¨ªa de maestros
Centenares de pinturas amontonadas en las paredes describ¨ªan desnudos de una obscenidad nunca vista, cielos pintados con colores tan improbables como el amarillo y juegos de perspectivas directamente imposibles. Corr¨ªa 1912 en este gigantesco pabell¨®n a las puertas de Colonia, del que la burgues¨ªa de la ¨¦poca no dudaba en huir despavorida al descubrir lo que se escond¨ªa en su interior. El gusto dominante exig¨ªa academicismo y tonalidades sombr¨ªas. Los pintores expuestos respondieron con paisajes fluorescentes, enfoques imp¨²dicos de la anatom¨ªa humana y otras deformaciones de la realidad f¨ªsica que conducir¨¢n, en un futuro no muy lejano, hacia la abstracci¨®n.
Un siglo m¨¢s tarde, no deja de resultar ir¨®nico observar a cientos de descendientes de aquellos escandalizados visitantes aguardando durante horas en la cola del museo Wallraf-Richartz para observar con fascinaci¨®n los mismos lienzos que, un siglo atr¨¢s, sembraron el p¨¢nico en la ciudad. Los artistas expuestos ya no son oscuros alborotadores, sino pintores tan reconocidos como C¨¦zanne, Gauguin, Van Gogh, Munch, Schiele, Mondrian y Picasso. Durante todo el oto?o, Colonia celebra el centenario de la llamada exposici¨®n del Sonderbund, que lograr¨ªa cambiar para siempre el rumbo del arte. ¡°Lo alter¨® todo: la lista de pintores m¨¢s influyentes y apreciados, los par¨¢metros para valorar el arte y hasta la forma de coleccionar y exhibir la pintura en los museos. Lo que entonces era pol¨¦mico hoy constituye el canon universal¡±, explica la comisaria Barbara Schaefer, responsable de 1912: Mission Moderne, muestra conmemorativa que hasta el 30 de diciembre reconstituye aquella exposici¨®n de entresiglos con una escenograf¨ªa id¨¦ntica de paredes blancas y aristas negras.
Tras un tortuoso inventario, el museo ha conseguido reunir 120 de las m¨¢s de 600 obras expuestas hace cien a?os. Dado su nuevo estatus de obras maestras, la exposici¨®n ha requerido un considerable despliegue de medios, as¨ª como la movilizaci¨®n de colecciones p¨²blicas y privadas de medio mundo. Un proceso laborioso, pero semejante al del original imitado. Impulsada por un grupo de artistas y coleccionistas de una ciudad enriquecida por la industrializaci¨®n, que ve¨ªa en la promoci¨®n de las artes una forma de ganar influencia en el mapa europeo ¨Cy convertirse as¨ª en contrapoder al Berl¨ªn imperial¡ª, la exposici¨®n de 1912 se enfrent¨® a la incomprensi¨®n de sus visitantes. ¡°Al principio, se muestran desconcertados por el hecho de no ver nada. M¨¢s tarde, solo ven distorsiones que no significan nada para ellos. En funci¨®n de su temperamento, se sienten molestos o se tronchan de risa¡±, escribir¨ªa el cronista Hermann Von Wedderkop en una gu¨ªa de la exposici¨®n.
El cosmopolitismo de Sonderbund, en oposici¨®n a la escasa vocaci¨®n internacional de los salones de la ¨¦poca, tambi¨¦n impact¨® en plena eclosi¨®n de los nacionalismos europeos. Para no disgustar al Kaiser, que hab¨ªa protestado por la adquisici¨®n de varios cuadros de Van Gogh por parte de un museo berlin¨¦s, el pintor holand¨¦s ser¨ªa presentado como ¡°un gran teut¨®n¡±. Los post-impresionistas franceses fueron criticados por exceso de protagonismo, mientras que el escaso calor de los cuadros de Munch, que a?os atr¨¢s se hab¨ªa visto obligado a cerrar una exposici¨®n en Berl¨ªn ante el estr¨¦pito generado, no mereci¨® mejor suerte. El austriaco Faistauer tambi¨¦n merecer¨ªa una menci¨®n especial por escandalizar con su retrato de una mujer desnuda practicando algo muy parecido a la masturbaci¨®n.
El alcalde de la ciudad procur¨® calmar los ¨¢nimos ¨C¡°nuestra catedral no se tambalear¨¢ y los cuadros de los maestros alemanes no caer¨¢n de sus paredes¡±, relativiz¨® en un edicto¡ª, pero una aplastante mayor¨ªa no supo comulgar con lo que se expon¨ªa en esta ¡°c¨¢mara de los horrores¡±, como la describi¨® la prensa local, m¨¢s digna ¡°de una consulta de psiquiatra que de una exposici¨®n p¨²blica de arte¡±. ?Los paisajes arlesianos del mismo Van Gogh? ¡°Ignoran toda idea de perspectiva¡±, dijeron los expertos. ?El cubismo incipiente de Picasso? ¡°El peque?o Karl dibuja las mismas estructuras con sus juegos de construcci¨®n¡±, sentenci¨® otro cr¨ªtico. O lo que es lo mismo: mi hijo podr¨ªa pintar eso, uno de los estereotipos que quedar¨ªan vinculados al arte contempor¨¢neo, en el que se seguir¨¢ observando la misma disociaci¨®n entre la creaci¨®n y el gran p¨²blico.
Solo los visitantes m¨¢s cultivados quedaron prendados de lo expuesto. Walt Kuhn, enviado por una asociaci¨®n de pintores estadounidenses, calc¨® el concepto para crear el Armory Show, la exposici¨®n que, un a?o m¨¢s tarde, revelar¨ªa a Duchamp, confirmar¨ªa el cubismo y permitir¨ªa que Nueva York rivalizara con Par¨ªs como epicentro de las vanguardias. De aqu¨ª a la proliferaci¨®n de bienales de arte en medio mundo, solo faltaba un paso. Y otro m¨¢s hasta la explotaci¨®n del museo como espacio comercial: hace un siglo, Sonderbund ya vendi¨® merchandising propio con una identidad visual creada para la ocasi¨®n y abri¨® una cafeter¨ªa para que los visitantes se reconstituyeran despu¨¦s de tantas emociones fuertes. En otra muestra de rabiosa contemporaneidad, en 1912 ya estaba terminantemente prohibido fumar en su interior.
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