Andr¨¦ Comte-Sponville: ¡°Uno estudia filosof¨ªa porque no es feliz¡±
Entrevista al fil¨®sofo franc¨¦s, que disecciona las pasiones sexuales en su ¨²ltimo libro Su pensamiento est¨¢ marcado por el suicidio de su madre y la certeza de que Dios no existe
Andr¨¦ Comte-Sponville tiene alguna peculiaridad en su expresi¨®n, incluso en su cara, que invita a pensar a su interlocutor que tiene algo de imperturbable, como aquel actor de Par¨ªs Texas, y tambi¨¦n algo del Gary Cooper de Solo ante el peligro. Tiene 60 a?os, que es una edad que ya agrupa todas las experiencias y, por tanto, todas las expresiones, y es fil¨®sofo (¡°probablemente el fil¨®sofo franc¨¦s vivo m¨¢s importante de la actualidad¡±, dice la editorial Paid¨®s, que lo publica en Espa?a, en su rese?a de prensa); como tal, como intelectual, se ocupa, sobre todo, de la vida cotidiana, y por tanto, de las relaciones ¨ªntimas, de c¨®mo las personas se relacionan entre s¨ª. De hecho, este ¨²ltimo libro suyo que Paid¨®s acaba de presentar entre nosotros, Ni el sexo ni la muerte. Tres ensayos sobre el amor y la sexualidad, contiene muchas conversaciones pertinentes con amigos suyos, con ejemplos muy expl¨ªcitos, sobre c¨®mo los otros llevan adelante las relaciones m¨¢s privadas. Pero ¨¦l mismo, como individuo detr¨¢s del libro, es extremadamente ¨ªntimo; as¨ª que cuando, en el proleg¨®meno de la conversaci¨®n, evocamos la posibilidad de que en este tiempo de di¨¢logo quiz¨¢ ¨ªbamos a plantear alguna pregunta personal, el autor de La felicidad, desesperadamente o El amor, la soledad dio un respingo. Pero luego respondi¨®, educadamente, sonriendo a veces, y a veces guardando la sonrisa detr¨¢s del escaparate de un rostro que mientras escucha resulta inexpresivo y gravemente silencioso, pero que cuando responde recurre a todos los elementos de su cara angulosa y agradable, como de confesor estoico. Al final de la conversaci¨®n (ayudada por la int¨¦rprete Elisabet Perell¨®), el interlocutor se queda pensando que quiz¨¢ su primitiva prevenci¨®n ante las preguntas ¨ªntimas era nada m¨¢s que un desaf¨ªo para que profundiz¨¢ramos en ello. Pero era tarde, se iba con sus editores a seguir la promoci¨®n en Barcelona, donde tiene su sede Paid¨®s.
??C¨®mo se siente con los periodistas, con la gente que hace preguntas? Bien¡, no siento reticencia hacia las entrevistas. No me molestan. Desconf¨ªo de las preguntas ¨ªntimas. Siempre que se trate de hablar de filosof¨ªa, no hay ning¨²n problema; en cuanto a hablar de m¨ª mismo, ya veremos¡
?Qu¨¦ considera preguntas ¨ªntimas? Mi infancia, mi madre; esto ya son temas ¨ªntimos. Cuando uno escribe libros, y sobre todo libros de filosof¨ªa, es sobre todo para intentar decir lo que uno ha entendido o cree haber entendido, m¨¢s que para contar la vida propia.
"Soy sombr¨ªo y angustiado, porque nac¨ª en la angustia y la infelicidad"
Usted escribe sobre la vida cotidiana¡ Y la vida cotidiana est¨¢ llena de memoria ¨ªntima. En su libro, a usted, sin embargo, s¨ª le gusta escuchar lo que le dicen otros sobre su intimidad. S¨ª, a m¨ª me gustan las confidencias, e incluso dir¨ªa que con mis amigos me gusta m¨¢s intercambiar confidencias que hablar de filosof¨ªa. Pero es entre amigos; no publico las experiencias de mis amigos en los peri¨®dicos; ni las m¨ªas. Y en mi libro, cuando ocurre que me apoye en tal o cual confidencia de alg¨²n amigo, o en mi propia experiencia, me las arreglo para que no se sepa de d¨®nde viene; que no se sepa qui¨¦n me lo dijo, si se trata de mi experiencia o la de un amigo. Vamos, que me gusta la intimidad, pero la intimidad no est¨¢ para exponerla en p¨²blico.
En un momento determinado de este libro, usted habla de las madres como un eslab¨®n muy virtuoso de la vida. Y habla del padre, seg¨²n dec¨ªa Sartre¡ Me gustar¨ªa saber c¨®mo fue su ni?ez. Primero, una palabra sobre las madres antes de volver sobre mi infancia. Muy a menudo, la persona que m¨¢s nos ha querido es nuestra madre; nos guste o no, incluso cuando se trata de una madre fr¨¢gil, d¨¦bil, enferma. La m¨ªa era patol¨®gica. Hizo tres intentos de suicidio, y con el ¨²ltimo logr¨® su prop¨®sito¡ No era ninguna santa. Solo que, sencillamente, nadie jam¨¢s me ha querido tanto como esta mujer que hubiera dado la vida con mucho gusto por m¨ª. Es cierto que yo dar¨ªa muy gustoso la vida por mis hijos, pero que un padre pueda ser cari?oso lo sabemos, pero hay excepciones, mientras que una madre que no sea cari?osa puede existir, pero es muy poco usual. De ah¨ª que cuando alguien no ha tenido una madre, todos lo perciban como una desgracia. Sin embargo, que alguien no haya tenido padre puede haber sido una suerte. Efectivamente, Jean-Paul Sartre dice que el hecho de no haber tenido padre para ¨¦l fue una suerte. Creo que no existe mayor desgracia que la de no tener madre, y, sin embargo, el no haber tenido padre¡ ?depende de los casos! Padre y madre son capaces de querer, pero lo que sucede m¨¢s a menudo es que el amor m¨¢s profundo es el de las madres, y, de hecho, ya es cierto en las dem¨¢s especies animales.
?Y c¨®mo fue su infancia? La viv¨ª como una infancia infeliz. Bueno, no era nada tr¨¢gico, no me pegaban, pero la viv¨ª como una infancia infeliz porque mi madre era infeliz. Mi madre era una mujer depresiva, adem¨¢s infeliz en su pareja, con un marido, mi padre, que era un hombre muy duro, no era violento, pero era realmente muy duro. Por tanto, toda mi infancia la viv¨ª con la infelicidad de mi madre. Yo era de temperamento algo serio, no soy espont¨¢neamente alegre y sereno. Soy m¨¢s bien sombr¨ªo y angustiado, porque nac¨ª en la angustia y la infelicidad. De ah¨ª que cuando descubr¨ª la filosof¨ªa, esta me hiciera tanto bien. Ten¨ªa la sensaci¨®n de que otra vida era posible. Adem¨¢s, mi madre era infeliz, pero tambi¨¦n era¡ ?c¨®mo decir? La palabra t¨¦cnica ser¨ªa hist¨¦rica, pero es demasiado severo decirlo as¨ª, pero es que viv¨ªa por la apariencia, por el parecer, sobre todo cuando se encontraba bien. Y cuando se encontraba muy mal era cuando se volv¨ªa verdadera. Por tanto, porque mi madre era as¨ª, yo ten¨ªa la sensaci¨®n de que la felicidad era ficticia, que hac¨ªamos como si fu¨¦ramos felices, y que la infelicidad era la verdad. Y cuando le¨ª a los fil¨®sofos griegos, descubr¨ª la inversa, que la ilusi¨®n era lo que hac¨ªa que uno fuera infeliz, y la verdad, lo que hac¨ªa que uno fuera feliz. Por eso suelo decir que la filosof¨ªa griega fue mi ¡°buena madre¡±, en el sentido de madre amistosa, es decir, otra imagen de la relaci¨®n entre la felicidad y la verdad. Para mi madre, la felicidad era ficticia, la infelicidad era verdadera; Epicuro y los dem¨¢s fil¨®sofos griegos me ense?aron que pod¨ªa ser a la inversa, que la ilusi¨®n hace infeliz y en la verdad se puede encontrar algo m¨¢s de felicidad. Y por eso estudi¨¦ filosof¨ªa; en el fondo pienso que uno estudia filosof¨ªa porque no es feliz. Justamente porque el objetivo de la filosof¨ªa es la felicidad, pues cuanto menos feliz, m¨¢s necesitamos filosofar. Alguien que sea plenamente feliz, ?por qu¨¦ va a querer estudiar filosof¨ªa? Por tanto, ten¨ªa la sensaci¨®n de que no se me daba bien ¡°la vida¡±, y sigo pens¨¢ndolo, y cuando empec¨¦ a estudiar filosof¨ªa en el colegio, yo, que era un alumno regular, de repente tuve notas excepcionales, y me di cuenta de que se me daba mejor pensar que vivir.
Como el amor, o la pasi¨®n, que seg¨²n dice en su libro, r¨¢pidamente se convierten en una desilusi¨®n. Yo viv¨ª el descubrimiento de la filosof¨ªa como una feliz desilusi¨®n. Porque lo que es cierto en lo que dice es que la pasi¨®n amorosa tambi¨¦n es ilusoria. Cuando dec¨ªa que para mi madre la ?felicidad era ficticia y la desgracia verdadera, aut¨¦ntica, pues ah¨ª est¨¢: la felicidad de la pasi¨®n amorosa es una felicidad ficticia, porque en el fondo amamos las ilusiones que nos hacemos acerca del otro, amamos, nos alegramos por los proyectos de futuro¡ Cuando salimos de la ilusi¨®n de la pasi¨®n amorosa, no significa necesariamente que no nos queramos m¨¢s, sino que hemos aprendido a amar la verdad del otro. Y en la pareja hay un poco de cada cosa: hay una parte de desilusi¨®n, es decir, que la mujer que vive conmigo perder¨¢ las ilusiones acerca de m¨ª, como yo pierdo las ilusiones acerca de ella. Pero lejos de dejar de querernos, aprendemos a querernos tal como somos. Y, en el fondo, una pareja feliz es una pareja que pasa del amor ilusorio, de la pasi¨®n, al amor verdadero. Pues la filosof¨ªa est¨¢ del lado de este amor verdadero. Si la vida no se corresponde con mis ilusiones, tal vez no se equivoque la vida, sino mis ilusiones, que son vanas. Si es al rev¨¦s, me libero de mis ilusiones; si la acepto tal como es, entonces la puedo amar tal como es, y es lo que llamo una feliz desilusi¨®n, es decir, el encuentro con la sabidur¨ªa.
Usted estudia la muerte, el sexo, el amor, la amistad, porque son elementos sobre los que usted se interroga para saber c¨®mo se debe comportar ante ellos. S¨ª, por supuesto, la filosof¨ªa es la b¨²squeda de la verdad, el amor a la verdad, el placer de entender, pero no solo para los fil¨®sofos. Nos gusta m¨¢s entender que no entender. Lo que es tal vez espec¨ªfico en la filosof¨ªa es en el fondo el hecho de buscar algo: el hecho de buscar la mayor verdad posible, y la mayor felicidad posible, intentando articular ambas cosas. Alguien que estudia matem¨¢ticas busca una verdad matem¨¢tica, pero no cuenta con las matem¨¢ticas para ser feliz. Y alguien que busca la felicidad en la ilusi¨®n es otra cosa. La singularidad del fil¨®sofo en el fondo es que tiene dos amores: la verdad, la raz¨®n, entender, y la felicidad. E intenta vivir ambos amores juntos, pero privilegiando la verdad. El hecho de que una idea me haga feliz no quiere decir que tenga que pensarla, porque muchas ilusiones me hacen feliz m¨¢s f¨¢cilmente que muchas verdades desagradables que conozco. Por tanto: la felicidad es el objetivo, pero la verdad es el camino.
Todo eso dividido por el tiempo porque lo que convierte la felicidad, el amor, el placer, incluso la amistad, es la evidencia de que el tiempo viene y acaba con todo. La muerte. La muerte. El tiempo¡ ?Cu¨¢nto tiempo querr¨¦ a mis hijos? El tiempo que viva: es una evidencia. Por tanto, la muerte se lo lleva todo, pero el tiempo no. ?Cu¨¢nto tiempo querr¨¦ a mi mejor amigo? Sinceramente, nos conocemos desde hace 40 a?os, nos queremos desde hace 40 a?os, no hay ninguna raz¨®n para que pare. Lo m¨¢s probable es que lo quiera hasta mi muerte. ?Cu¨¢nto tiempo querr¨¦ a mi pareja? Pues llevamos 24 a?os viviendo juntos, seguimos queri¨¦ndonos, y lo m¨¢s veros¨ªmil, me parece, es que sigamos queri¨¦ndonos. Por tanto, no es cierto que todo desaparezca con el tiempo. Y, de hecho, pienso que si casi todos escogemos vivir en pareja, vivir una historia que dure, es porque llevamos dentro lo que el poeta Paul ?luard llama ¡°el duro deseo de durar¡±. No es cierto que el tiempo lo borre todo. Hay amores que duran hasta la muerte, por nuestros hijos, es una evidencia, pero tambi¨¦n es cierto de la mayor parte de las amistades verdaderas, es cierto de muchas parejas. De ah¨ª lo tr¨¢gico: quisi¨¦ramos que el amor durara siempre; puede durar toda una vida, pero para m¨ª, que soy ateo, no m¨¢s tiempo que una vida.
"En el colegio me di cuenta de que se me daba mejor pensar que vivir"
Quiz¨¢ los hombres inventamos a Dios para creer que algo duraba toda la vida; es m¨¢s, que nos ¨ªbamos a prolongar despu¨¦s de la muerte. S¨ª, desde luego. Los hombres inventaron a Dios para convencerse de que las cosas pod¨ªan durar m¨¢s que la vida. Es cierto: me parece que en Occidente inventamos a Dios para tranquilizarnos con poco. Sin embargo, creo que la verdadera sabidur¨ªa estriba en aceptar la impermanencia. Puedo amar a alguien toda la vida, pero, a pesar de todo, este amor desaparecer¨¢ conmigo, ya que todo desaparece. Seg¨²n mi punto de vista, es mayor la sabidur¨ªa del que acepta su finitud, su propia mortalidad, que del que intenta tranquilizarse a buen precio, imaginando que despu¨¦s de la muerte existe otra vida que no acabar¨¢ nunca.
?Le parecer¨ªa una cuesti¨®n ¨ªntima si le preguntara c¨®mo se lleva con la muerte? Me llevo muy bien con la muerte. No la temo. Cuando era muy joven, ten¨ªa miedo a morir antes de haber escrito mis libros. Y cada vez que publico un libro pienso: ¡°Bueno, por lo menos, ?ah¨ª va otro que ya est¨¢ hecho!¡±. Y como he escrito m¨¢s o menos los libros que quer¨ªa, pues¡ ya no temo a la muerte. Esto es el primer punto. Segundo punto: en cuanto uno tiene hijos (bueno, yo perd¨ª al primero¡), nuestra muerte se convierte en algo indiferente, comparado con la muerte de nuestros hijos; y por tanto, la paternidad y la maternidad nos liberan algo del peque?o ego tembloroso que teme morir. Es normal morir. Y tercer punto: al envejecer, cuanto m¨¢s se avecina la muerte, porque se avecina inevitablemente, m¨¢s me es indiferente. Incluso, si me apura, hay momentos de fatiga en los que casi pudiera ser una tentaci¨®n. Bueno, ?ya veremos cuando est¨¦ frente a ella! Si ma?ana por la ma?ana me anunciara un m¨¦dico que tengo c¨¢ncer y que me quedan seis meses, pienso que lo vivir¨ªa bastante mal. No tengo ningunas ganas de morir, no tengo pulsiones suicidas, pero en este momento, verdaderamente, desde hace a?os, estoy muy tranquilo con la muerte; y est¨¢ este comentario de Montaigne que siempre me afect¨® mucho. En los Ensayos escribe: ¡°Si no sabes morir, ?no te preocupes! ?La naturaleza te informar¨¢ de ello en seguida!¡±. Es decir, como lo dec¨ªa otro escritor: ¡°La muerte es el ¨²nico examen que no suspende nadie¡±; todo el mundo es capaz de morir, ?por qu¨¦ quiere que yo no lo consiga? Pues todo esto porque usted me preguntaba qu¨¦ tal me llevo con la muerte. Me llevo muy bien. A veces, la vida me cuesta m¨¢s.
En sus biograf¨ªas se pone mucho ¨¦nfasis en el momento en que usted perdi¨® la fe en Dios, a los 18 a?os, que es una edad importante para que el hombre empiece a revolverse, a preguntarse por s¨ª mismo. No me despert¨¦ de la noche a la ma?ana ateo de repente; se trata de un proceso. Fue en el 68, hab¨ªa una gran pasi¨®n pol¨ªtica, yo ten¨ªa 16 a?os y de repente la pasi¨®n pol¨ªtica se lo llev¨® todo, y como solo se puede tener una pasi¨®n a la vez, la pol¨ªtica ocup¨® todo el terreno y, por tanto, ya no quedaba sitio para Dios. Yo hab¨ªa escrito que, primero, Dios ces¨® de interesarme porque solo me interesaba la revoluci¨®n, y luego ces¨¦ de creer en ¨¦l; pero ocurri¨®, en el fondo, de una forma muy tranquila. Lo viv¨ª m¨¢s bien como una forma de liberaci¨®n, como una conquista de la sencillez. Sabe, cuando est¨¢ uno en un coloquio y luego por la noche llega a su habitaci¨®n de hotel, se queda solo, cierra la puerta y siente un gran alivio, y piensa: ¡°?Por fin solo!¡±, ?sin ¡°s¡± al final!, como dec¨ªa Jules Renard en su diario ¨ªntimo. Pues cuando perd¨ª la fe, mi primera reacci¨®n fue la de decir: ¡°?Por fin solo!¡± ?Y sin ¡°s¡± al final! Porque esta mirada de Dios siempre encima ¨Cpues yo era realmente un ferviente cristiano¨C en el fondo es cansado, es complicado, ?qu¨¦ peso! Luego te dicen: ¡°S¨ª, pero es una mirada de amor¡±. Pues ?justamente!, si por lo menos fuera una mirada indiferente, nos podr¨ªa dar igual, pero ?una mirada de amor!, ?qui¨¦n de nosotros quisiera vivir siempre bajo la mirada de su madre? Pero nadie, ?por supuesto! Por tanto, cuando perd¨ª la fe, en substancia, me di cuenta despu¨¦s, pero era algo que sent¨ªa: ?por fin solo! Sin ¡°s¡± al final; es decir, que me parece que perd¨ª la fe por gusto a la soledad y a la sencillez; de repente, todo se convert¨ªa en algo mucho m¨¢s sencillo. Luego tuve que asumir lo que significa aquello que llamo la parte de desesperaci¨®n en la condici¨®n humana. Si Dios no existe, si no hay vida despu¨¦s de la muerte, hay algo desesperante en la condici¨®n humana. Intento pensar que se puede convertir esta desesperaci¨®n en una felicidad, esto era el sentido de mis primeros libros, pero no fue ninguna crisis, no lo viv¨ª como algo angustioso, sino como una liberaci¨®n.
?Qu¨¦ pas¨® luego con la pasi¨®n de la revoluci¨®n, y con el abrazo a la pol¨ªtica? Como cualquier pasi¨®n, tambi¨¦n desapareci¨®. Ninguna pasi¨®n dura, y especialmente la pasi¨®n pol¨ªtica. Luego viv¨ª lo que vivi¨® mucha gente de mi generaci¨®n, es decir, que el joven revolucionario que era a los 18 a?os se convirti¨® en un socialdem¨®crata como muchos. Siempre vot¨¦ a la izquierda, y sigo votando a la izquierda, pero obviamente la revoluci¨®n ha dejado de hacerme so?ar. Sin embargo, la pol¨ªtica me sigue interesando. Ya no es el centro de mi vida. Forma parte de las cosas importantes de las que hay que ocuparse, pero quisiera decir que m¨¢s vale ser lo menos apasionado posible. En el fondo, el sistema socialdem¨®crata, que es aquel en el que me reconozco, de la izquierda europea de hoy d¨ªa, a menudo se dice que es un modelo poco exaltante; y yo contesto que esa es su principal cualidad. Desconf¨ªo de la exaltaci¨®n en pol¨ªtica. Y todos aquellos exaltados de extrema izquierda revolucionaria, o de extrema derecha, lo cual es incluso peor, me asustan. A m¨ª me gusta, en el modelo reformista socialdem¨®crata, el hecho, justamente, de que no sea exaltante, porque la pol¨ªtica no est¨¢ all¨ª para exaltarnos, sino para ayudarnos a tomar nuestro destino colectivo en nuestras manos. Europa, hoy d¨ªa, lo necesita sobremanera.
?Qu¨¦ le exalta hoy? Nada, en el fondo, no soy un exaltado. Soy, y cada vez m¨¢s, un moderado; lo cual no significa que no exista el placer, sino que mis placeres no son alocados. Lo que vivo con m¨¢s intensidad ?qu¨¦ es? Pues a la vez la vida afectiva y sexual, es decir, con mi mujer existe una verdadera¡ no dir¨ªa exaltaci¨®n, sino una verdadera excitaci¨®n sexual. El arte a veces, sobre todo la m¨²sica, me exalta.
Habla en sus libros de relaciones afectivas. En Espa?a, el Tribunal Constitucional ha aprobado el matrimonio homosexual. El amor, la familia, las relaciones han cambiado por completo, y la ley lo reconoce. Es cierto que el mundo ha cambiado. Cuando pienso justamente que la Espa?a cat¨®lica, pudibunda que conoc¨ª fue el primer pa¨ªs en legalizar el matrimonio homosexual, pienso ?vaya cambio! Y afortunadamente. Lo que creo es que somos m¨¢s libres que nunca en nuestra vida afectiva y sexual. Y al mismo tiempo nos permite reflexionar sobre el fondo de los problemas. Porque antes muchas personas no se planteaban c¨®mo ser felices en pareja, ya que nos casaban los padres, a menudo sin poder opinar, pues el matrimonio por amor es bastante reciente desde el punto de vista hist¨®rico, y la religi¨®n, la moral, prohib¨ªan el divorcio. Por tanto, lo ten¨ªamos que aceptar como fuera. No ten¨ªamos que escoger un marido, lo hac¨ªa la familia; no ten¨ªamos derecho a divorciarnos; quedaba excluido el hecho de ser homosexual, y, por tanto, el camino estaba todo indicado, y era estrecho. No ten¨ªamos mucho donde elegir. Hoy d¨ªa ya no hay camino. Existe una especie de vasta planicie en la que cada uno puede ir a la derecha, a la izquierda, y hacer su propio camino. Por tanto, somos mucho m¨¢s libres que nunca, y pienso que menos mal, obviamente, pero al mismo tiempo hace falta reflexionar, y ?reflexionar sobre qu¨¦? Pues sobre el amor, la sexualidad, la diferencia entre ambos. En el fondo, si los homosexuales quieren poder casarse, ser¨¢ porque tienen la sensaci¨®n de que se quieren, y no hay ninguna raz¨®n para prohibirles construir una pareja, incluso institucionalizada, sobre la base de dicho amor. El matrimonio de homosexuales es muy nuevo, el amor es muy antiguo, incluido el amor homosexual, porque el texto del que m¨¢s hablo en este libro es, a pesar de todo, El banquete, de Plat¨®n, en el que el ¨²nico amor evocado es un amor homosexual. Porque a Plat¨®n solo le gustaron siempre los chicos. Por tanto, est¨¢n ambos lados. S¨ª, las cosas han cambiado, y, efectivamente, este libro corresponde a una ¨¦poca, a nuestra modernidad, pero al mismo tiempo estos cambios nos hacen m¨¢s libres para vivir algo que existe desde hace mucho tiempo; bueno, en realidad dos cosas: el sexo y el amor¡ bueno, tres cosas¡
Usted me ha dicho que se ha enamorado cuatro o cinco veces en su vida. Disculpe esta pregunta ¨ªntima: ?ahora est¨¢ enamorado? No, pero amo a mi mujer, y sabe m¨¢s rico. Le dir¨¦ una cosa, no me gusta especialmente el estado de enamoramiento. Me ocurri¨® varias veces, s¨¦ el encanto que puede tener, pero no me siento muy normal, no me siento muy inteligente, muy l¨²cido, me siento un poco exaltado, y no me gusta mucho la exaltaci¨®n. Sin embargo, me gusta el amor, y me gusta una pareja que se ama, que ya no est¨¢ en la pasi¨®n, sino en la cotidianeidad feliz, en el deseo, en la intimidad carnal, m¨¢s que los j¨®venes enamorados ¡°que se besuquean en los bancos p¨²blicos¡±, como cantaba Brassens, pero que ignoran casi todo el uno del otro, y que a¨²n no han empezado a amarse realmente.
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