Rebelde sin pausa
Imprevisible e incalificable, Israel Galv¨¢n es el bailaor m¨¢s moderno siendo el m¨¢s antiguo: deconstruye la tradici¨®n del flamenco para reconstruirla seg¨²n su propio genio. Ahora llega al Teatro Real con un espect¨¢culo sobre el Holocausto gitano.
Israel Galv¨¢n de los Reyes (Sevilla, 1973), hijo de los bailaores Jos¨¦ Galv¨¢n y Eugenia de los Reyes, fue un ni?o que prodigioso bailaba, s¨ª o s¨ª. Desde peque?o hubo de v¨¦rselas con la far¨¢ndula, bien en el escenario bien esperando a que sus padres terminaran la danza de cada noche para volverse acompa?ado. Como dir¨ªa Gomaespuma, la verdad es que al chaval no le daban ganas de tener ganas, estaba por otras ilusiones. Pero ya metido en cimbreos flamencos no hay forma de escapar al veneno inoculado. De aquello nos hablar¨ªa en su primer vuelo libre, Los zapatos rojos o el bailar sin querer queriendo. Pero regresemos a la ortodoxia de su instrucci¨®n antes de desvelar el proceso, nada kafkiano.
El ni?o se hizo adolescente, entr¨® a formar parte de la escuder¨ªa Mario Maya, padre del baile masculino actual, siendo primer bailar¨ªn en la ceremonia de inauguraci¨®n del Mundial de Esqu¨ª de Sierra Nevada de 1996, cuando, por cierto, se descubri¨® el esplendor de Estrella Morente. Siguiendo los usos, Galv¨¢n comparece en los principales cert¨¢menes, y obtendr¨¢ primeros premios en el Nacional de C¨®rdoba de 1995 y 1996, en La Uni¨®n y el Concurso de J¨®venes Int¨¦rpretes de la Bienal de Sevilla. Bail¨® aqu¨ª con tal competencia, que no encontr¨® ¨ªdem. Se fue m¨¢s atr¨¢s en el tiempo y clav¨®, por ejemplo, los pasos de Antonio el Bailar¨ªn, un referente de Maya. Y aqu¨ª comienza a gestarse el nuevo artista, el Israel Galv¨¢n de todos conocido que revolucion¨® nuestra escena acudiendo al pasado color sepia. Israel gan¨® el premio en Sevilla y deleg¨® para la recogida. En ese instante se encontraba indispuesto¡ Cualquiera en su caso se perder¨ªa por una ovaci¨®n. Galv¨¢n es de otra pasta.
Revolucion¨® nuestra escena acudiendo al pasado color sepia.
Estas dos premisas nos anticipan lo que, am¨¦n de trabajador inagotable, va a ser Israel: el m¨¢s moderno siendo en verdad el m¨¢s antiguo, y el artista imprevisible. A¨²n no hab¨ªa descubierto las cartas. Su baile, de primera, se manten¨ªa conforme a los c¨¢nones. Aquella Bienal de 1996, particip¨® en Por aqu¨ª te quiero ver, del inefable bailaor y flamenco poli¨¦drico Manuel Soler, cuya asistencia ser¨ªa crucial en la vuelta de tuerca que preparaba.
De gira art¨ªstica con Maya, Galv¨¢n le vino a confesar a la directora de teatro Pepa Gamboa, superando una timidez casi enfermiza, sus iconoclastas anhelos. Y, ?para qu¨¦ queremos m¨¢s? ¡°?Vamos!¡±. Se puso manos a la obra, con la direcci¨®n esc¨¦nica de Gamboa, la art¨ªstica de Pedro G. Romero, que hasta hoy le acompa?a, y la complicidad preceptora de Manuel Soler, quien, representando la sabidur¨ªa jonda mostraba un criterio avanzado y coherente, result¨® el acicate magistral que necesitaba Israel para resolver. Cuando las dudas acud¨ªan, Soler alentaba: ¡°Israel, este es de los pocos espect¨¢culos inteligentes que yo me voy a dar el gusto de hacer, y t¨² tambi¨¦n. No se puede estar con los purismos. Si no hubiera avanzado la ciencia, yo hubiera muerto del coraz¨®n hace un mont¨®n de a?os¡±. En 1998 emergieron Los zapatos rojos, y las representaciones flamencas cambiaron para siempre. Haciendo de lo aprendido tabula rasa ¡ªt¨ªtulo de su espect¨¢culo de 2006¡ª, construye un propio concepto y lo muestra magn¨ªficamente presentado.
En 1998 emergieron 'Los zapatos rojos', y las representaciones flamencas cambiaron para siempre
Primero lo aplaudi¨® Sevilla y, despu¨¦s, un sector intent¨® carg¨¢rselo, pero ya era tarde porque lo hab¨ªan descubierto Francia y el mundo. Decimos el mundo y descontamos Espa?a, siempre tan singular y perra para consigo. Observen: el mism¨ªsimo Georges Didi-Huberman, historiador del arte, fil¨®sofo de chip¨¦, tocaor en la intimidad, aplic¨® su aguda mirada al arte de Galv¨¢n, conformando el ensayo El bailaor de soledades y curiosamente una editorial madrile?a rechaz¨® su pronta traducci¨®n por llevar peligroso contenido: flamenco. La sagacidad del fil¨®sofo adelanta el futuro. Galv¨¢n, el bailaor de soledades, pronto estar¨¢ ante el p¨²blico danzando Solo (2010), en la ¨²nica compa?a del comp¨¢s, la armon¨ªa y la melod¨ªa de su mente.
El hiperactivo-concentrado, nuestro rebelde sin pausa, es rebelde con causa; deconstruye la estructura del baile flamenco para recomponerlo seg¨²n un propio esquema ad hoc a cada fase creativa. Pepa Gamboa recalca: ¡°Todas las ideas salen de ¨¦l. Cuando hicimos amistad empez¨® a preguntarme por el cine, que le gustaba much¨ªsimo. En un a?o era yo la que le ten¨ªa que preguntar. Le fascina Bergman, Pasolini¡ Lo sabe todo. Recuerdo que me llam¨® una noche a la una; que si se hab¨ªa comprado esa tarde en el Vips un libro que se baila; que lo hab¨ªa le¨ªdo cinco veces, y que se baila; que es incre¨ªble, genial: que se llama La metamorfosis y es de un tal Kafka, me cuenta. Nosotros llegamos ah¨ª porque nos lo han ense?ado, pero ¨¦l lo descubre. Se me saltaron las l¨¢grimas¡±. Obra a la vista.
Su particular forma de actuar nada tiene de pose; funciona a golpe de genio
Con la inspiraci¨®n musical de Ligeti personific¨® en La metamorfosis (2000) al se?or Samsa hasta morir de pie, desvanecerse hubiese sido una vulgaridad. Suma y sigue. Mod¨¦lico nos resultar¨¢ aquel inagotable sortilegio de infinitos marcajes, de llamadas sin parang¨®n en ¡®La farruca del d¨ªa 11¡¯, de Galv¨¢nicas (2002), con la inconmensurable guitarra de Gerardo N¨²?ez. Refiere Pedro G. Romero: ¡°La pieza sufri¨® en su discurrir envites como los acontecimientos del 11 de septiembre, la visita de Israel Galv¨¢n a Nueva York, el significado apocal¨ªptico del suceso¡¡±. Y alcanzaremos a contemplar El final de este estado de cosas (2007), sobre el Apocalipsis, que ha de resultarnos el m¨¢s elevado, impactante, emocional y soberbio espect¨¢culo flamenco de un bailaor jam¨¢s contemplado. Un hito previo estableci¨® Arena (2004), entre el lorquiano Llanto por la muerte de Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas y el concepto de Walter Benjamin: ¡°Todo documento de cultura lo es a la vez de barbarie¡±. Derivar¨ªa en la concesi¨®n a Galv¨¢n del Premio Nacional de Danza a la creaci¨®n 2005.
Enorme repercusi¨®n alcanza La edad de oro (2005), donde logra encarnar las falsetas de una guitarra y deja de espont¨¢nea propina el trastoque de papeles, con ¨¦l de cantaor, el llorado Fernando Terremoto al toque y Alfredo Lagos bailando por Galv¨¢n. Su versi¨®n deportiva aparece en el ciclo La lucha libre vuelve al Price (2010), cuando, teniendo por ¨¢rbitro al ingenioso hidalgo Jos¨¦ Luis Ortiz Nuevo, lumbrera de nuestra cultura, junto a la sorprendente guitarra de Emilio Caracaf¨¦, pura fibra, regal¨® un memorable combate de boxeo flamenco. Por una chispa se le escap¨® de p¨²gil contrincante Enrique Morente, que se mostr¨® dispuesto a entrenar; pero el hombre dispone¡ Ese a?o 2010 revivi¨® a Vicente Escudero en una excepcional y ¨²nica representaci¨®n de ?La guerra ha terminado?, en el Museo Reina Sof¨ªa donde intervinieron adem¨¢s Roc¨ªo Molina, Proyecto Lorca, David y Alfredo Lagos, am¨¦n de la joven hermana, Pastora Galv¨¢n, para quien, con G. Romero, hab¨ªa elaborado La francesa (2006), que constituir¨ªa otra revelaci¨®n, colocando a Pastora entre lo m¨¢s sugestivo del escalaf¨®n. En 2011 fue el ag¨¢rrense que viene La Curva, con un piano soberbio ¡ªSylvie Courvoisier¡ª, una voz atonal ¡ªIn¨¦s Bac¨¢n¡ª, el apoyo acompasado de Bobote, y Vicente Escudero en el sentido. Queda mucho y va faltando espacio.
Sabe rodearse, pero la obra de Israel Galv¨¢n lleva firma legible
La heterodoxia de Galv¨¢n radica en la decantaci¨®n de los rasgos m¨¢s arcaicos, perdidos, del baile flamenco, por lo que no cabe ser m¨¢s puro, si cabe el t¨¦rmino. S¨ª es, desde luego, vanguardia absoluta. Su particular forma de actuar nada tiene de pose; funciona a golpe de genio, y como estos le vienen de seguido, nada de lo hecho hace un minuto puede que le valga ahora. Y hete aqu¨ª, tras el bloqueo, reiniciando el equipo, el equipo completo. Los genios son as¨ª. Sabe rodearse, pero la obra de Israel Galv¨¢n lleva firma legible; rara avis este flamenco que act¨²a motu proprio.
El influjo mal digerido de Galv¨¢n ha conseguido hacer normal lo que disparate es. Los espectadores asienten, dando por comprendido lo incomprensible o insensato, confundiendo churros con marinos (sic); lo que se cree galv¨¢nico se ha convertido en el mainstream. Por contra, la obra de Galv¨¢n tiene pies ¡ªmagn¨ªficos¡ª, cabeza ¡ªbien amueblada¡ª y sentimientos profundos que expresar; Israel Galv¨¢n tiene sentido, pleno sentido flamenco.
Vicente Escudero, celebrado en el planeta como el mejor de los bailarines, en Espa?a se ningune¨® con la indolencia esperada. A su ep¨ªgono inesperado al menos le abren nuestro Real, a Lo Real galv¨¢nico.
El bailaor de soledades. Georges Didi-Huberman. Traducci¨®n de Dolores Mar¨ªa Aguilera. Pre-Textos, 2008. 16 euros.
Babelia
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