El s¨ªmbolo de la Transici¨®n
El programa ¡®La clave¡¯ fue el punto de equilibrio entre la izquierda y la derecha, seg¨²n un libro que rememora la historia reciente de la televisi¨®n
En 1977, cuando las urnas se abr¨ªan por primera vez despu¨¦s de 40 a?os de dictadura, en Espa?a solo hab¨ªa ocho millones de televisores (apenas el 10% eran en color) y la primera cadena (lo que ahora es TVE-1) comenzaba a emitir a eso de las dos de la tarde. En los a?os setenta, la tecnolog¨ªa era tan precaria que los aficionados al ciclismo ten¨ªan que esperar hasta la noche para ver las im¨¢genes de la etapa del d¨ªa de la Vuelta. Pero en aquellos tiempos, la televisi¨®n desempe?¨® una funci¨®n social en el camino hacia la democracia. Lo dice Manuel Palacio, catedr¨¢tico de Comunicaci¨®n Audiovisual de la Universidad Carlos III, en La televisi¨®n durante la Transici¨®n espa?ola (C¨¢tedra), un libro acompa?ado del documental Las l¨¢grimas del presidente.
En esa televisi¨®n, que era todo menos monol¨ªtica, destac¨® un programa: La clave. ¡°Fue la quintaesencia de la Transici¨®n. Un punto de equilibrio, de sensibilidades, de izquierda y de derecha¡±, dice Palacio. Al mando de Jos¨¦ Luis Balb¨ªn, ten¨ªa un barniz cultural. ¡°Una parte era una pel¨ªcula y, la otra, un debate que intentaba demostrar que no pasaba nada en Espa?a porque en la televisi¨®n se sentaran a hablar gentes de ideolog¨ªas pol¨ªticas muy diferentes. Y hablar de temas nada f¨¢ciles, como el aborto, el Ej¨¦rcito o la homosexualidad¡±.
Arias Navarro utiliz¨® a TVE para saber qu¨¦ pasaba en Portugal
La clave arranc¨® en 1976, un a?o despu¨¦s de la muerte de Franco y desde su nacimiento se convirti¨® en una verdadera prueba del nueve de lo que daba de s¨ª el r¨¦gimen de libertades en la nueva Espa?a de la Transici¨®n, explica el autor. Aunque en los primeros tiempos era un programa minoritario, casi clandestino: su p¨²blico no superaba los 100.000 espectadores. A finales de los setenta hab¨ªa dado un salto de gigante y alcanzaba una audiencia acumulada de dos millones de personas. Todo un ¨¦xito para aquel UHF.
Tambi¨¦n desde la ficci¨®n se abri¨® el camino hacia las sendas democr¨¢ticas. Palacio destaca la adaptaci¨®n de Ca?as y barro o La barraca ¡ª¡°Melodramas puros escritos por Blasco Ib¨¢?ez, un declarado republicano¡±¡ª o Curro Jim¨¦nez. La serie de bandoleros que protagoniz¨® Sancho Gracia es vista como una obra de entretenimiento ¡°con un planteamiento de lucha de clases, huelgas y nacionalismos frente al invasor napole¨®nico¡±. Algo tuvieron que ver en estas tramas un tanto revolucionarias para la ¨¦poca el hecho de que entre los guionistas hubiera exiliados uruguayos.
Realizadores como Antonio Mercero (con su incombustible Verano azul) o Chicho Ib¨¢?ez Serrador (que superaba los 20 millones de espectadores con el c¨¦lebre Un, dos, tres) supieron hacer programas que engancharan a la gente y que estuvieran ¡°al servicio de los valores democr¨¢ticos¡±, seg¨²n Palacios
En aquellos a?os convulsos, la televisi¨®n fue un instrumento a favor del cambio. ¡°Estaba en primera l¨ªnea, al igual que peri¨®dicos como EL PA?S o Diario 16¡±, dice el autor, que recuerda c¨®mo al principio de la Transici¨®n los espa?oles aplaud¨ªan los valores de seguridad y paz y a finales de los setenta se decantaban por la libertad y la democracia.
Como ejemplo de la importancia que la clase pol¨ªtica le daba a la televisi¨®n, Palacio cuenta que el entonces presidente, Arias Navarro, quer¨ªa saber lo que estaba pasando en Portugal y en lugar de solicitar los servicios de la embajada mand¨® un equipo de Televisi¨®n Espa?ola. ¡°Le pusieron las im¨¢genes en el Ministerio de Informaci¨®n y Turismo y... decidi¨® no emitirlas¡±. Pero a Arias Navarro le gustaba salir en televisi¨®n: ¡°Mi presencia esta noche ante vuestros hogares responde a la necesidad que siente todo gobernante de comunicarse directamente al pa¨ªs¡±. Hasta hoy.
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