Fin del autor monocultivo
Los pintores que solo pintan, los escritores que solo escriben o los m¨²sicos que solo componen no son artistas. Puede que sean enviados de Dios o excelentes criaturas del Infierno, pero no ser¨¢n artistas.
Hace un siglo que Ortega se horrorizaba por la moda de la especializaci¨®n que, en su parecer, reduc¨ªa hasta la monstruosidad la condici¨®n humana. Eran los tiempos en que los fil¨®sofos cr¨ªticos se mostraban aterrorizados por el taylorismo que condenaba a repetir el mismo trabajo en la mon¨®tona cadena industrial. Esto fue, a su vez, el amanecer de lo que Chaplin llam¨® Tiempos modernos y en cuyo ¨¢mbito la moral fue adapt¨¢ndose hasta considerar sin¨®nimo de honestidad al ¡°hombre de una sola pieza¡±.
Ser de una pieza garantizaba el ajuste al artefacto social o laboral y quien no cumpl¨ªa este dise?o se convert¨ªa en un marginado. Pero ese tiempo ¡°moderno¡± ya ha pasado. No solo se ha pasado de rosca y ha dejado de valer sino que vuelve a revelarse tan limitador como Ortega y sus colegas lo contemplaron en otras circunstancias. Ni el profesional de la comunicaci¨®n es hoy solo un locutor ni en el empleo, cualquiera que sea, se valora al sujeto que sabe mucho de algo y no sabe mucho m¨¢s. De este modo su rendimiento disminuye puesto que ya en el omnipresente sector servicios lo que importa no es la pieza exacta sino la empat¨ªa, y vale incomparablemente m¨¢s el tipo facetado que el de una misma y ¨²nica cara.
Y lo mismo vale para el llamado ¡°creador¡±. Serlo de veras conlleva no ser sirviente de una ¨²nica modalidad a la manera de los troqueles un¨ªvocos de la industria metal¨²rgica. Luis Eduardo Aute, Navarro Baldeweg, Alberto Coraz¨®n, David Trueba pintan, cantan, hacen cine, dise?an, escriben o construyen edificios gracias a una creatividad que, si ha desarrollado m¨¢s en un sentido no ha podido impedir que le crezca la poderosa arboleda por aqu¨ª y por all¨¢. La comunicaci¨®n es la clave del quehacer y cuantas m¨¢s idiomas se sepan mejor.
En los reductos estancos y f¨¦rreos de hace cincuenta o sesenta a?os, especializarse era asegurarse un lugar profesional. Ahora no es ya nada seguro pero en el caso de los artistas resulta tan grotesco que el pintor solo pinte o el poeta solo haga versos que debe dudarse sobre lo genuino de su condici¨®n. Siempre ha habido pintores poetas y poetas pintores, por ejemplo, pero nunca se les acept¨® con gusto en m¨¢s de una cosa.
Un artista hoy, sin embargo, comporta serlo en tres o cuatro manifestaciones y bajo una hip¨®stasis principal: la directa comunicaci¨®n con el mundo, las personas y las muchas cosas. Porque si no es concebible un buen rendimiento de un futbolista que solo desarrolle las piernas y los pies o que sepa tan solo atacar o defender, igualmente debe desconfiarse de aquellos que hacen partituras pero no comparten nada m¨¢s. O de los pintores cuyas dimensiones del cuadro reflejan demasiado la limitaci¨®n de su capacidad.
Y no se trata con todo esto de repetir la alabanza del tipo renacentista. O s¨ª: se trata de un inminente renacer de la cultura que, en adelante ser¨¢ m¨²ltiple o ya no valdr¨¢. Los obstinados fracasos de los pol¨ªticos y economistas que han orientado las criminales medidas anticrisis proceden de la misma ra¨ªz invalidante. Es decir, de la falta de atenci¨®n a la complejidad social y de su reverencia tan fan¨¢tica como simplista, tan angelista como sat¨¢nica, a las metas econom¨¦tricas. Pero todo ello, en fin, redondea hoy con su hecatombe el t¨¦rmino de un mundo que se tambalea como un zombi a falta de una transfusi¨®n de varios colores y sabores. O lo que es lo mismo, ansioso del tuti frutti de la ¨¦poca que nos espera y en donde, arrumbado el cors¨¦ de la pieza ¨²nica, gozaremos de artistas en masa haciendo esto, lo otro y lo de m¨¢s all¨¢, porque pat¨¦tico ser¨¢ aquel que se embolique en una dedicaci¨®n y que, como ciertos animales menores, solo sepa repetir y repetir las gracias que le ense?¨® su propio domador.
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