Mucho ruido y pocas veces
Muy atr¨¢s ha quedado la etapa en que, entusiasta, la cr¨ªtica coloc¨® a Israel Galv¨¢n como una promesa de la renovaci¨®n del flamenco esc¨¦nico y en que llovi¨® el elogio, entre otros el m¨¢s se?ero: la muy cacareada comparaci¨®n con Vicente Escudero, tentaci¨®n en la que hemos ca¨ªdo todos. Para recordarlo, el artista hace ahora su primera aparici¨®n con la pernera izquierda de su pantal¨®n remangada tal como est¨¢ en la fotograf¨ªa memorial de Escudero caracterizado como El Molinero de El sombrero de tres picos y respondiendo a la letra con el figur¨ªn de Pablo Picasso. Queda en la retina del espectador eso y la descacharrante Carmen L¨¦rida Uchi, toda autenticidad, como una estoica lecci¨®n, un aviso.
Cuando algo se banaliza en la manera de ser representado, se pervierte el sentido mismo de la obra, se afecta su moral interna, pierde su fuerza y su sentido; a pesar de lo serio del tema (el holocausto y los gitanos) los valores se arquean hacia un formalismo rupturista y vacuo, repetitivo, imitaci¨®n especular de s¨ª mismo y c¨®dice de latiguillos deslumbradores.
En Lo real se atiende a varios polos alternos (nada nuevo) que se informan de cierta pl¨¢stica que quiere ser corrosiva e impactante, pero que se queda en barullo, culturalmente superficial y repleto de citaciones extempor¨¢neas. Ese emborronado del escenario, conspiraci¨®n sumaria donde falla casi todo, oculta los puntuales hallazgos (la presencia de una madura y entregada Bel¨¦n Maya) y alguna que otra personalidad con fuerza propia, pues hay algunos fragmentos peores que otros en esta especie de esperpento posvalleinclanesco, o como gusta hoy denominar, gran performance; de lo que s¨ª estoy seguro es que no es propiamente un espect¨¢culo de danza, aunque se homenajea a Mario Maya, padre de modernidades profundas, con un trozo de un filme: se resbala, m¨¢s que se pisa, sobre las huellas de la vanguardia. Los problemas est¨¢n en la forma.
LO REAL / LE R?EL / THE REAL
Coreograf¨ªa y gui¨®n musical: Israel Galv¨¢n.Direcci¨®n art¨ªstica: Pedro G. Romero. Direcci¨®n esc¨¦nica: Txiki Berraondo. Luces: Rub¨¦n Camacho. Vestuario: Soledad Molina. Escenograf¨ªa: Pablo Pujol y Pepe Barea. Coordinaci¨®n musical: Juan M. Mart¨ªnez. Teatro Real. Hasta el 22 de diciembre.
Est¨¢ meridianamente claro que esta terapia de conjuro de su propio pasado es la venganza de Galv¨¢n contra s¨ª mismo, su pasado, su vida y su gen art¨ªstico primario; se trata de una catarsis de manual que har¨ªa las delicias del psicoterapeuta o analista: queda masticado el odio, desecado el s¨ªmbolo de la umbilicalidad, pisoteada la tradici¨®n por mor de una luz nueva que deviene sombra aciaga. Ese continuo y chabacano exorcismo de un mismo fantasma (el bailar¨ªn no se gusta y su contranarcisismo toca lo patol¨®gico) cansa lo suyo, no conduce a nada m¨¢s que a la numerosa deserci¨®n del p¨²blico y al dram¨¢tico pateo final, los gritos de ¡°?fuera, fuera!¡± en penoso d¨²o con los muchos bravos exaltados.
Galv¨¢n baila muy bien y es geom¨¦trico y afilado, r¨ªtmico de tu¨¦tano, y eso lo deja ver en dos momentos aislados. Luego, en escena, huye. Pero es que a su alrededor revolotea un agitado c¨ªrculo hagiogr¨¢fico y petulante, palabrero y esnobista (cual danza de buitres alrededor del cad¨¢ver exquisito) que nada tiene que ver directamente con el ballet flamenco contempor¨¢neo, un g¨¦nero, eso s¨ª, vivo y en proceso constante que admite, por qu¨¦ no, productos de circunstancia destinados a ejercer de biela meditativa. Debemos ponernos la mano en el coraz¨®n (o en cualquier otra parte del cuerpo que nos apetezca y parezca adecuada: Galv¨¢n y su tropa se palmean con fruici¨®n el cogote y la frente repetidamente) y preguntarnos: ?qu¨¦ estamos haciendo con la danza espa?ola y el flamenco teatral, hacia d¨®nde lo dirigimos ¨Ccomo un Palinuro ciego- jugando temerariamente a ser un Diaghilev de opereta bufa? ?Es este ampuloso ¡°quise y no pude¡± que ya nace viejo algo justificado en la coyuntura econ¨®mica y social actuales? Con toda seguridad, en el extranjero Lo real ser¨¢ alabado, lo que no significa absolutamente nada y s¨®lo aumenta las m¨¢s honestas preocupaciones est¨¦ticas. Mi ruego a Terps¨ªcore pasa porque no venga adherida la maldici¨®n de los imitadores del encharcado.
Tampoco es de recibo la arrogancia desp¨®tica de la direcci¨®n del teatro al situarse, en primera l¨ªnea de cr¨¦ditos, como directora de la obra. Es rid¨ªcula esa prepotente aspiraci¨®n, inconcebible e ingerente gesto nunca visto en un entorno serio de danza: zapatero a tus zapateados.
Babelia
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