Al alcance
Los problemas son siempre los mismos. Las armas, sencillamente, proponen otra soluci¨®n. El arre¨®n compungido por la matanza en una guarder¨ªa de Connecticut durar¨¢ lo que duran los espasmos medi¨¢ticos. La estrategia tranquilizadora m¨¢s habitual es rastrear la biograf¨ªa del asesino. Casi siempre se cumple un rito. Pasamos de la imagen de normalidad total: un chico callado, un chico estudioso, un chico solitario, a la estampa m¨¢s perturbadora: un sujeto rencoroso, un violento compulsivo, un marginal. Finalmente llega la calma, porque el protagonista es reducido a una caricatura criminal, extra¨ªdo de la normalidad y lo cotidiano para engrosar la lista de celebridad psic¨®tica. Y entonces la sociedad respira porque se consuela al pensar que no era alguien de los suyos.
La m¨¢s certera imagen de la soledad es la que te distancia de los otros. Aunque est¨¦n al lado, aunque sea el vecino de enfrente. En estos sucesos, las v¨ªctimas terminan por ser todas como t¨² o como tus hijos y los criminales pobladores de otro mundo, habitantes del lado oscuro. Sin saber que los dos lados son los nuestros. De ah¨ª que las armas tengan tanto significado. Porque en realidad ofrecen una soluci¨®n a los problemas de siempre. Rencor social, marginaci¨®n, desequilibrio, instinto criminal, cualquiera de esas sensaciones es compartida. La gran diferencia es que en lugar de elegir la terapia, el alcohol, la euforia deportiva, el juego, la costura o la trascendencia filos¨®fica, un tipo tiene cerca un arma, que se le propone como una soluci¨®n.
Las armas entran en casa como afici¨®n deportiva, como apuesta por la seguridad frente al compartido miedo, como atracci¨®n fetichista, como pasatiempo o como gozosa pr¨¢ctica de fin de semana. Son un objeto glamurizado, que propone una ficci¨®n de libertad y autoprotecci¨®n. En realidad son una soluci¨®n al alcance de la mano. Una soluci¨®n para los problemas de toda la vida. La violencia real entra con estr¨¦pito entre las ingentes riadas de violencia de pega. Y los discursos morales y preventivos se consumen como hielo al sol. Porque una mayor¨ªa estable insiste en que las armas no son el problema. Y tienen toda la raz¨®n. Las armas no son el problema. Sencillamente proponen otra soluci¨®n, que por desgracia, est¨¢ al alcance de la mano.
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