Lo que todos perdemos en Tombuct¨²
La sinraz¨®n islamista acorrala en el Sahel joyas art¨ªsticas de una urbe m¨ªtica, proscribe un acervo musical ¨²nico y amenaza a los incunables
Llegan noticias tristes de Tombuct¨², la anta?o Perla del Desierto, la ciudad perdida y prohibida, la de los 333 santos, El Dorado junto al N¨ªger, la urbe de legendarias sabidur¨ªa y riqueza que los europeos so?aron durante siglos pavimentada de oro y de la que escribi¨® en 1550 Le¨®n el Africano: ¡°El rico rey de Tombuct¨² tiene un gran tesoro de monedas y lingotes de oro, una corte magn¨ªfica, tres mil jinetes e infinidad de soldados de a pie y muchos doctores, jueces, sacerdotes y otros hombres instruidos, que mantiene a su costa¡±. Las milicias islamistas que, despu¨¦s de expulsar a sus otrora aliados tuareg, controlan Tombuct¨² (una Tombuct¨² muy distinta a la de la leyenda, en polvoriento declive desde hace siglos), han desatado una nueva ola de violencia contra el patrimonio de la ciudad, ensa?¨¢ndose otra vez especialmente con los viejos mausoleos de santones que son uno de sus tesoros culturales.
?Qu¨¦ se nos ha perdido, qu¨¦ se nos est¨¢ perdiendo y qu¨¦ se nos puede perder en Tombuct¨²? Mucho. La ciudad, hoy poco impresionante, posee no obstante vestigios de su pasado esplendor, cuando era una capital intelectual y espiritual en los siglos. Son especial testimonio de la Edad de Oro sus tres antiguas mezquitas de Djingarey Ber, con su ic¨®nico minarete piramidal, Sankore y Sidi Yahia, y los 16 mausoleos de hombres santos que estaban considerados un baluarte m¨¢gico de protecci¨®n de la ciudad contra el infortunio. Todas esas construcciones est¨¢n incluidas en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y ahora en la de Patrimonio en Peligro. Se teme tambi¨¦n por la suerte de miles de manuscritos preisl¨¢micos y medievales, algunos de ellos llevados por los moriscos, que se conservan en la ciudad y que los radicales juzgan imp¨ªos.
Los islamistas de Ansar Dine, que iniciaron su programa de destrucci¨®n en junio, han demolido el pasado d¨ªa 23 dos mausoleos m¨¢s que se suman a los destrozados en meses anteriores, cuando cayeron bajo sus piquetas iconoclastas, primas de las que borraron de la faz de la tierra a los afganos Budas de Bamiy¨¢n, siete, entre ellos el de Sidi Mahmud (hombre docto y santo fallecido en 1547). En Tombuct¨² hay adem¨¢s varios centenares de tumbas que se veneran.
Milicias islamistas se ensa?an con los mausoleos de los santones
¡°Los mausoleos son construcciones peque?as de adobe con una c¨²pula¡±, explica el restaurador catal¨¢n Eduard Porta, que estuvo trabajando hace tres a?os en la conservaci¨®n de la mezquita de Djingarey Ber (1325) como asesor del Aga Khan Trust for Culture (AKTC). ¡°Esos recintos son muy fr¨¢giles y muy susceptibles a las iras de los fan¨¢ticos islamistas que los consideran sacr¨ªlegos por atentar contra su visi¨®n monol¨ªtica de la religi¨®n y ofender a Al¨¢¡±. Seg¨²n Porta, sin embargo, las mezquitas inicialmente no est¨¢n en peligro, ¡°para cualquier musulm¨¢n ser¨ªa inexcusable atacarlas¡±. No obstante, hay noticias de que al menos el muro exterior de la de Sidi Yahia y su entrada han sufrido da?os. Los extremistas la habr¨ªan atacado por considerarla expresi¨®n de una versi¨®n local del sufismo que tienen por id¨®latra.
Sumida hoy en la oscuridad fan¨¢tica y la barbarie, convertida en basti¨®n de Al Qaeda y sus c¨®mplices, Tombuct¨² sigue siendo un lugar m¨ªtico que resuena con fuerza en la imaginaci¨®n de Occidente ¡ªde Tennyson a Paul Auster¡ª con el evocador staccato de sus tres s¨ªlabas, y conjura im¨¢genes de aventura a lo Beau Geste.
Muchas de sus construcciones son Patrimonio de la Humanidad
S¨ªmbolo de lugar misterioso e inaccesible, como Cibola, Shangri-La, Zerzura, Agartha o Tadmor, la ciudad, meca de las caravanas de sal, marfil y esclavos, se convirti¨® en una dorada obsesi¨®n para los exploradores europeos y la Sociedad Geogr¨¢fica de Par¨ªs lleg¨® a ofrecer en 1824 una recompensa para el primer no musulm¨¢n en llegar hasta ella y regresar para contarlo. Ya en 1788 un grupo de ingleses se hab¨ªan juramentado para alcanzarla y se cree que quiz¨¢ el gran Mungo Park pudo haberla visitado, pero se ahog¨® en el N¨ªger y se llev¨® con ¨¦l su diario. El escoc¨¦s Alexander Gordon Laing lleg¨® a Tombuct¨² en 1826, el primero en hacerlo, no sin problemas: durante la traves¨ªa del Tanezrouft fue herido en 24 partes del cuerpo y perdi¨® la mano derecha. Permaneci¨® en la ciudad 38 d¨ªas, pero fall¨® en la vuelta: lo asesinaron.
As¨ª que fue el franc¨¦s Ren¨¦ Cailli¨¦, dos a?os despu¨¦s, el ganador del premio, al llegar a Tombuct¨² disfrazado de egipcio y regresar vivo. Tras un viaje lleno de dificultades, Cailli¨¦ qued¨® algo decepcionado con la visi¨®n de la m¨ªtica ciudad de sus anhelos: Tombuct¨² no era m¨¢s que ¡°una aglomeraci¨®n de casas de mal aspecto hechas de barro¡±. Es cierto que para entonces ya hac¨ªa tiempo que la ciudad hab¨ªa perdido la majestuosidad que la hizo famosa. Pero nunca ha dejado de seguir fascin¨¢ndonos con su aroma de exotismo y aventura.
Es significativo que la situaci¨®n actual en la ciudad tenga similitudes con el guion de Timbuktu (1959), la pel¨ªcula de aventuras de Jacques Tourneur en la que un fan¨¢tico l¨ªder musulm¨¢n (capaz de torturar con ara?as a Victor Mature) pone en jaque a la guarnici¨®n de la Legi¨®n Extranjera en la ciudad, en guerra con los tuareg.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.