Viaje a la cintura de la Tierra
Jorge Juan particip¨® en la expedici¨®n cient¨ªfica que demostr¨® la forma de la Tierra Nacido hace 300 a?os, denunci¨® la explotaci¨®n de los indios en Am¨¦rica en un informe secreto
Hace tres siglos los cient¨ªficos discrepaban a prop¨®sito de la forma exacta de la Tierra con la misma pasi¨®n con la que hasta hace pocos a?os discut¨ªan sobre la plasticidad del cerebro humano.
Uno de los primeros en tener constancia fehaciente del talle del globo fue Jorge Juan y Santalices (1713-1773), que nada m¨¢s licenciarse como guardamarina tuvo la oportunidad de embarcarse en una misi¨®n hist¨®rica para averiguarlo. Justo ahora, cuando se cumplen 300 a?os de su nacimiento, instituciones como el Museo Naval o la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes rescatan el legado de un hombre al que salva de la amnesia absoluta dar nombre a una famosa calle madrile?a, a pesar de que en su tiempo fue conocido por Europa como ¡°el sabio espa?ol¡±.
Jorge Juan fue un renacentista del XVIII: cient¨ªfico, marino, ingeniero, astr¨®nomo, cronista, matem¨¢tico y esp¨ªa al servicio de Su Majestad. Ingres¨® en las principales academias de ciencias de Europa, denunci¨® la esclavizaci¨®n de los indios y junt¨® ciencia y aventura con maestr¨ªa. Adem¨¢s de la peripecia americana, documentos poco conocidos que se conservan en el Archivo del Museo Naval arrojan luz sobre su misi¨®n de espionaje en Reino Unido sobre t¨¦cnicas de construcci¨®n naval y el fichaje clandestino de decenas de operarios ingleses para desarrollar nuevos barcos en Espa?a.
La naval debi¨® ser la ingenier¨ªa espacial de la ¨¦poca. Jorge Juan fue un firme defensor de los patrones brit¨¢nicos en detrimento de los franceses, que se impusieron en la Armada. Poco antes de morir, escribi¨® una carta secreta al rey para alertarle del peligro que entra?aba aquel dise?o: ¡°La actual construcci¨®n de nav¨ªos y m¨¢s buques destinados al uso de la Armada de Vuestra Majestad (que deber¨ªa ser temida) no solo es in¨²til en todas sus partes sino que preveo el horror de las armas, vasallos y estados de Vuestra Majestad en peligro inevitable a perecer en un solo d¨ªa¡±. Algunos expertos, aclara Pilar del Campo, responsable del Archivo del Museo Naval, ¡°consideran que aquel modelo de buques pesados contribuy¨®, entre otros factores, al posterior desastre de Trafalgar¡±.
Volvamos al inicio del siglo XVIII. La bronca entre acad¨¦micos era descomunal: los ingleses defend¨ªan a Newton y los franceses a Cassini, que discrepaban sobre la forma de la Tierra. Para resolverlo, la Academie Royale des Sciences de Par¨ªs organiz¨® dos expediciones geod¨¦sicas ¡ªuna al norte de Europa y otra al ecuador, bajo dominio espa?ol¡ª con el objetivo de medir los grados terrestres y determinar el perfil del globo.
A cambio de incorporar al equipo a los tenientes de nav¨ªo (fulminantemente ascendidos para la expedici¨®n) Jorge Juan y Antonio de Ulloa, el espa?ol Felipe V autoriz¨® el trabajo de los franceses movido por las ganancias: hac¨ªa un favor a su sobrino, Luis XV; estrechaba la alianza francoespa?ola y extra¨ªa informaci¨®n de primera mano de sus territorios.
El 26 de mayo de 1735 Juan y Ulloa zarparon de C¨¢diz con un mandato p¨²blico (informaci¨®n cient¨ªfica) y otro secreto (informaci¨®n pol¨ªtica, militar y social). Diez a?os despu¨¦s regresaron ¡ªmilagrosamente¡ª tras haber afrontado aventuras impredecibles, peligros presumibles y tareas ingratas, narradas por ellos mismos, como este pasaje sobre sus d¨ªas en una cueva del volc¨¢n Pichincha mientras hac¨ªan las triangulaciones para medir el arco del meridiano: ¡°Por una parte los pies tan hinchados y doloridos que ni el calor era soportable en ellos, ni posible pisar sin una gran penalidad: las manos por lo consiguiente casi heladas; y los labios hinchados, encogidos y rajados, que al movimiento al hablar, u otro semejante empezaban a verter sangre¡±.
El ¨¦xito de la expedici¨®n encumbr¨® ante todo al astr¨®nomo franc¨¦s Charles Marie de la Condomine, que hegemoniz¨® la gloria ¡ªla misi¨®n pas¨® a la historia con su nombre¡ª, y eclips¨® no solo a los dos espa?oles sino tambi¨¦n a su colega franc¨¦s Louis Godin (que acab¨® sus d¨ªas en C¨¢diz, apartado de la Academia de Par¨ªs).
Cuando Jorge Juan y Antonio de Ulloa pisaron de nuevo Espa?a eran dos eminencias en ciencias (gracias a ellos tambi¨¦n se fij¨® el meridiano que demarc¨® los dominios de Espa?a y Portugal, hasta entonces imprecisos), a la vez que descarnados cronistas. En un vast¨ªsimo informe reservado denunciaban abusos de corregidores y curas espa?oles, que titularon Memorias sobre el Per¨² y Chile y que elaboraron bajo instrucciones del marqu¨¦s de la Ensenada. El texto, presentado al rey Fernando VI con la finalidad de reformar los virreinatos, se public¨® antes en Londres en 1826 con el t¨ªtulo Noticias secretas de Am¨¦rica que en Espa?a.
La codicia les pareci¨® la madre de los males. ¡°Nace la tiran¨ªa que experimentan los indios de la insaciable hambre de riquezas que llevan a las Indias los que van a gobernarlos¡±, escriben en un texto, cuyo original se conserva en el Archivo del Museo Naval.
Su informe ¡ªque tambi¨¦n detallaba puertos, arsenales y tropas, adem¨¢s de las rutas del contrabando y el fraude fiscal¡ª es el resultado de un trabajo de campo de a?os casi period¨ªstico, en el que Ulloa y Juan entrevistaron a multitud de fuentes. Tanto los civiles como los religiosos salen mal parados. De la avaricia que corro¨ªa tambi¨¦n a los enviados de Dios da buena fe este episodio en una iglesia cuyo coro estaba ocupado por telares: ¡°Y aunque empez¨® a decirse misa no por eso dejaron de trabajar y ese ruido con ellos causaban la irreverencia que se puede considerar. Despu¨¦s que se acab¨® la misa y sali¨® la gente cerraron la iglesia y quedaron los indios en ella¡±.
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