Poetas invisibles de Latinoam¨¦rica
La poes¨ªa en castellano al oeste del Atl¨¢ntico es relativamente conocida en Espa?a. Repasamos algunos poetas a tener en cuenta

Gracias a los premios y a la labor de algunas editoriales espa?olas, entre las que se destacan Visor, Renacimiento y Pre-Textos, la poes¨ªa escrita en castellano en la orilla occidental del oc¨¦ano Atl¨¢ntico es m¨¢s o menos conocida en Espa?a. Los principales nombres del canon actual, por lo menos, son familiares en la rep¨²blica po¨¦tica. Es dif¨ªcil que la poes¨ªa supere esos l¨ªmites de difusi¨®n. Incluso la gente de la literatura, de la academia y de la prensa cultural se mueve con m¨¢s familiaridad con los nombres de los narradores y hasta de los ensayistas que en el inici¨¢tico mundo de los poetas. Pero, hoy por hoy, poetas como Nicanor Parra (1914), ?lvaro Mutis (1923), Fina Garc¨ªa Marruz (1923), Ernesto Cardenal (1925), Tom¨¢s Segovia (1927-2011), Rafael Cadenas (1930), Juan Gelman (1930) y Jos¨¦ Emilio Pacheco (1939), son conocidos gracias al Premio Reina Sof¨ªa, al Premio Cervantes y al Premio FIL de literatura.
Los que hay m¨¢s all¨¢ es pura niebla. Nombres familiares en cada pa¨ªs e ignorados en el resto del vecindario, poetas secretos, de culto, individuos de todas las edades que, no obstante su valor, apenas son mencionados. A Fina Garc¨ªa Marruz, por ejemplo, la saca del anonimato el Premio Reina Sof¨ªa; pero su esposo, otro grande poeta, Cintio Vitier (1921), permanece a la sombra. Y, sin salirme de Cuba, todav¨ªa m¨¢s secreto es el simpar Rafael Alcides P¨¦rez (1933). Entre la generaci¨®n de los nacidos en el tercer decenio del siglo XX est¨¢n las uruguayas Ida Vitale (1923) e Idea Vilari?o (1920-2009), los peruanos Jorge Eduardo Eielson (1924-2006), Blanca Varela (1926-2009) y Carlos Germ¨¢n Belli (1927), los argentinos Perla Rotzait (1920) y Joaqu¨ªn Giannuzzi (1924-2004) y los mexicanos Eduardo Lizalde (1929), Ram¨®n Xirau (1924) y Rub¨¦n Bonifaz Nu?o (1923).
Entre los nacidos despu¨¦s de 1930 hay algunos poetas que murieron sin alcanzar el cenit de reconocimiento que tanto merec¨ªan y que, ahora, son cada vez m¨¢s le¨ªdos y admirados, como el venezolano Eugenio Montejo (1938-2008) y el colombiano Jos¨¦ Manuel Arango (1937-2002). Entre los vivos de esta misma generaci¨®n destaco, en M¨¦xico, a Gabriel Zaid (1934), de quien sus magistrales ensayos han opacado la excelente obra po¨¦tica; est¨¢n tambi¨¦n los chilenos Oscar Hahn (1938) y Pedro Lastra (1932) y el colombiano Jaime Jaramillo Escobar (1932).

Por obvias razones, conozco m¨¢s el paisaje colombiano que el de otros pa¨ªses. El m¨ªo, ha sido un pa¨ªs autista, mediterr¨¢neo, volcado hacia adentro. El m¨¢s interesante poeta colombiano del siglo XX, Aurelio Arturo (1906), muerto en 1974, es todav¨ªa de consumo interno. Algo parecido sucede con el nadaista que comenz¨® firmando como X-504 y despu¨¦s con su nombre propio ¨Cno es mi pariente- Jaime Jaramillo Escobar, un poeta veriscular, de una inusitada fuerza, de un humor ¨²nico.
Ya las generaciones nacidas en el decenio de 1940 tienen sus propios m¨¢rtires: los colombianos Ra¨²l Gomez Jattin (1945-1997) y Mar¨ªa Mercedes Carranza (1945-2003), los peruanos Jos¨¦ Watanabe (1945-2007) y Antonio Cisneros (1942-2012). Y acaso sea en este segmento en donde haya m¨¢s grandes poetas desconocidos o casi. Pienso, sobretodo en los mexicanos Francisco Hern¨¢ndez (1946), que acaba de ganar el Premio Nacional de Literatura de M¨¦xico, y David Huerta (1949), en el boliviano Eduardo Mitre (1943), en el colombiano Juan Manuel Roca (1945), en los venezolanos Alejandro Oliveros (1948) y Armando Rojas Guardia (1949), en los argentinos Arturo Carrera (1948) y Daniel Samoilovich (1949).
A medida que avanzo en el recorrido se me aparece m¨¢s reveladora la imagen de que recorro un camino lleno de neblina, donde los nombres son desconocidos y los textos son borrosos. Entre los nacidos en el decenio de 1950 destaco al colombiano R¨®mulo Bustos (1954), a los chilenos Diego Maquieira (1954) y Ra¨²l Zurita (1950), a los venezolanos Yolanda Pantin (1954) y Gustavo Guerrero (1958) ¨Cadem¨¢s de poeta, autor de la m¨¢s completa antolog¨ªa de poetas hispanoamericanos nacidos despu¨¦s de 1960, Cuerpo plural-, al argentino Alejandro Bekes (1959), al uruguayo Rafael Courtoisie (1958), a los mexicanos Coral Bracho (1951), Vicente Quirarte (1954), Jorge Esquinca (1957), Jos¨¦ Luis Rivas (1950) y Fabio Mor¨¢bito (1955)

A medida que avanzo hacia los m¨¢s j¨®venes, desde un principio, el enunciado tiende m¨¢s a parecerse a una conjetura y la sensaci¨®n del redactor es que puede estar omitiendo nombre que olvid¨® o que, simplemente, desconoce. No est¨¢n todos los que son, pero los que est¨¢n, son. Despu¨¦s de 1960 nacieron los mexicanos Mar¨ªa Baranda (1962), Jorge Fern¨¢ndez Granados (1965), Julio Trujillo (1969), Luis Felipe Fabre (1974) y Hern¨¢n Bravo Varela (1979); el costarricense Luis Chaves (1969); los colombianos Ram¨®n Cote (1963), John Gal¨¢n (1973), Juan Felipe Robledo (1968) y Catalina Gonz¨¢lez (1976); el salvadore?o Jorge Gal¨¢n (1973), el peruano Eduardo Chirinos (1960), el cubano Antonio Jos¨¦ Ponte (1964), los argentinos Edgardo Dobry (1962) y Fabi¨¢n Casas (1965), los argentino-espa?oles Andr¨¦s Neuman (1977) y Mariano Peyrou (1971); el guatemalteco Alan Mills (1979); los venezolanos Luis P¨¦rez Oramas (1960), Luis Moreno Villamediana (1966), Erika Reginato (1977) y Jorge Vessel (1979); el dominicano Frank B¨¢ez (1978)¡ Imposible abarcar todos los nombres que se insin¨²an como excelentes poetas y, por eso, este p¨¢rrafo destaca a algunos y comete involuntarias injusticias.
Enunciada mi ¨Cincompleta- lista, la que aparece como primera y mejor conclusi¨®n, es la diversidad de voces y de tendencias. Hay de todo. Desde autores de sonetos hasta las m¨¢s informales formas, con el m¨¦rito de que hay versos libres que, no por ser libres, dejan de ser versos. Hay poes¨ªa conversacional, narrativa, barroca, surrealista, en fin, un extenso y contradictorio men¨². Y, en todos, talento; m¨¢s visible, m¨¢s comprobable con la obra consolidada de los mayores. Pienso que una poes¨ªa tan personal en todos sus registros, tan pose¨ªda de un lirismo hondo y claro a la vez, como la de Francisco Hern¨¢ndez, est¨¢ en las v¨ªsperas de su consagraci¨®n definitiva y de su m¨¢s amplia divulgaci¨®n, al que ha dado impulso en premio reci¨¦n recibido en M¨¦xico. Y, aunque distinta, mis afirmaciones tambi¨¦n caben para referirse a la poes¨ªa de David Huerta.
Entre los muy j¨®venes no caben juicios tan n¨ªtidos como los que pueden hacerse alrededor de Hern¨¢ndez y de Huerta. Son m¨¢s bien apuestas, intuiciones, acaso reflejos del gusto personal. En todo caso se distingue por su reconocimiento y por las ediciones en varios pa¨ªses ¨Ccuatro- de su libro Postales (premio nacional de su pa¨ªs), la voz desenfadada y l¨ªrica, imaginativa y l¨²dica del dominicano Frank B¨¢ez.
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