P¨¢jaros con alas rotas
Llu¨ªs Pasqual ha estrenado en el Lliure '?Blackbird', de David Harrower La obra es una dolorosa confrontaci¨®n entre dos amantes malditos bajo la culpa del abuso sexual
Blackbird, de David Harrower, dirigida por Peter Stein y protagonizada por Roger Allam y Jodhi May, fue la sensaci¨®n del festival de Edimburgo de 2005. Precedida por cr¨ªticas entusiastas, pas¨® al Albery de Londres en febrero de 2006 y se llev¨® el Olivier a la mejor nueva obra. En septiembre se mont¨® en el Dramaten de Estocolmo y en abril de 2007 lleg¨® al Manhattan Theater Club de Nueva York, redoblando el ¨¦xito: la dirigi¨® Joe Mantello y sus protagonistas fueron Jeff Daniels y Alison Pill, a los que han podido ver juntos en The Newsroom, la serie de Aaron Sorkin. Ha tenido dos montajes con sello espa?ol: en marzo de 2010, Andr¨¦s Lima la puso en escena en Gothenburg (Suecia); en abril de 2011, Llu¨ªs Pasqual la present¨® en el Piccolo de Mil¨¢n, con Massimo Popolizio y Anna Della Rosa. Y acaba de estrenarla en el Lliure, en versi¨®n catalana de J¨²lia Ibarz, con Jordi Bosch y Bea Segura.
Es una historia sobre el incontrolable poder del deseo, sobre dos vidas destrozadas por la culpa, por el dolor
Cuando Pasqual estren¨® Celebraci¨®n de Pinter le recrimin¨¦ exceso escenogr¨¢fico. Aqu¨ª aplaudo lo contrario: despojamiento absoluto, pura concentraci¨®n en el texto y el trabajo actoral. Nadie firma el decorado: unas sillas, una mesa, un archivador, un gran cubo de basura, envases vac¨ªos y envoltorios de comida por todos lados. Ni la iluminaci¨®n: luz de sala y un par de l¨¢mparas que cuelgan de los telares. La acci¨®n transcurre en la ¡°sala de descanso¡± (break room) de un almac¨¦n en las afueras de una ciudad indeterminada. Durante ochenta minutos vamos a asistir al reencuentro entre Ray y Una. Quince a?os atr¨¢s, cuando ¨¦l ten¨ªa cuarenta y ella doce, vivieron una pasi¨®n prohibida. Planearon huir juntos, pero la fuga sali¨® mal. Tras seis a?os de c¨¢rcel, Ray ha recompuesto (aparentemente) su vida. Nuevo nombre, nueva familia, nuevo trabajo, muy lejos de donde todo sucedi¨®. Ella no lo ha logrado. Le reconoce en una foto, le localiza, irrumpe en el almac¨¦n. Ray, muerto de miedo y de rabia, la lleva a esa sala vac¨ªa para ocultarla de sus compa?eros. ?Qu¨¦ quiere Una, despu¨¦s de tanto tiempo? ?Pedirle cuentas, arruinarle, matarle? A lo largo del reencuentro descubrir¨¢n que hay muchas cosas que no sab¨ªan el uno del otro. Sus sentimientos, complejos, contradictorios, quedar¨¢n al desnudo, en carne viva.
Podemos sentir rechazo moral, pero Blackbird es una historia de amor, amor como una herida abierta. Una historia sobre el incontrolable poder del deseo, sobre dos vidas destrozadas por la culpa, por el dolor, por el estigma social. Harrower nos dice que no es f¨¢cil juzgar. No exculpa a Ray ni victimiza a Una: nos hace comprenderles. Ray recibi¨® en la c¨¢rcel, d¨ªa tras d¨ªa, las vejaciones que los presos reservan a los ped¨®filos. Ella le escupe todo lo que soport¨® y sigue soportando: el rechazo de su familia, de sus vecinos. ¡°Yo no pude cambiar de nombre, como t¨². Yo lo perd¨ª todo¡±. Ray asegura no ser un ped¨®filo: nunca hasta aquella vez hab¨ªa sentido deseo por una ni?a, nunca volvi¨® a sentirlo. Podemos pensar que miente, claro est¨¢. Los dos se enamoraron locamente; cada uno se obsesion¨® por el otro desde un principio. Harrower no nos dice que ella le provocara. Dice, en boca de Ray, que ella sab¨ªa m¨¢s de la vida y del amor (y entendemos que no se refiere ¨²nicamente a lo sexual) que nadie que hubiera conocido. Ella era una menor, una ni?a. Legalmente es abuso sexual, a todos los efectos. ?Pero qu¨¦ pasa si ambos lo desean y pagan un precio tan alto por ello? Esa es la turbadora cuesti¨®n central de Blackbird: si se limitara a contarnos la historia de un violador y su presa sabr¨ªamos al instante de qu¨¦ lado ponernos y Harrower estar¨ªa predicando a convencidos.
Llu¨ªs Pasqual ha imprimido a la obra la tensi¨®n constante, el¨¦ctrica, agotadora, que pide ese careo, y Jordi Bosch y Bea Segura logran que mudemos una y otra vez nuestros juicios con sus estupendas interpretaciones. En el centro de la funci¨®n los amantes se cuentan lo que sucedi¨® la noche de su fuga abortada: las respectivas versiones de su separaci¨®n tienen un cierto tempo de adagio, pero est¨¢n tan cargadas de dolor como si Romeo y Julieta evocaran la cadena de malentendidos que les llev¨® al desastre. Esos dos largos mon¨®logos, dignos de Pinter, son, para mi gusto, la doble cumbre hipn¨®tica del texto, no solo por las revelaciones que ofrecen sino tambi¨¦n porque Jordi Bosch y Bea Segura nos hacen ver que cuando sus personajes vuelven al pasado (ella, como si volviera a ser una ni?a abandonada; ¨¦l, deshecho en l¨¢grimas por la confusi¨®n y el desasosiego) es como si siguieran viviendo all¨ª. La asombrosa nitidez de sus recuerdos demuestra la incandescencia de su pasi¨®n: sin duda aquello fue lo m¨¢s importante que sucedi¨® en sus vidas.
Hay, sin embargo, algunos elementos en la obra que est¨¢n a un paso del recurso f¨¢cil. Las interrupciones de los compa?eros invisibles o el repentino apag¨®n, utilizadas para a?adir inquietud o cambiar de velocidad, rozan lo trillado, y la escena final, aunque nos hace ver que la historia no acaba, ni mucho menos, con la ¨²ltima frase, sugiere nueva informaci¨®n por medio de un golpe de efecto un tanto artificioso.
Llu¨ªs Pasqual ha imprimido a la obra la tensi¨®n constante, el¨¦ctrica, agotadora, que pide ese careo
El t¨ªtulo, seg¨²n Harrower, se refiere tangencialmente al castigo b¨ªblico (el mirlo que, seg¨²n las escrituras, arranca los ojos de los pecadores: se alude a ello en el sue?o de venganza de Uma y el escozor ocular de Ray), pero sobre todo a la canci¨®n de McCartney en el ?lbum Blanco de los Beatles, cuyo hermoso comienzo (ese p¨¢jaro de alas rotas que canta en la noche y quiere aprender a volar hacia la luz) apunta a un anhelo de redenci¨®n: ¡°Blackbird singing in the dead of night / Take these broken wings and learn to fly / into the light of the dark black night¡±.
Y otra recomendaci¨®n: el Lliure ofrece tambi¨¦n, en sesiones golfas, la reposici¨®n de Ivan i els gossos, de Hattie Taylor, una pieza terrible y po¨¦tica, con un actor fuera de lo corriente, Pol L¨®pez, que recuerda a un joven Kenneth Branagh, y a las ¨®rdenes de Pau Carri¨® ofrece un trabajo sensacional, de gran voltaje emotivo. Vayan al Lliure, a una y a otra.
Blackbird, de David Harrower. Director: Llu¨ªs Pasqual. Int¨¦rpretes: Jordi Bosch y Bea Segura. Teatre Lliure. Barcelona. Hasta el 10 de febrero.
Ivan i els gossos, de Hattie Taylor. Director: Pau Carri¨®. Int¨¦rprete: Pol L¨®pez. Teatre Lliure. Barcelona. 1 y 8 de febrero.
http://blogs.elpais.com/bulevares-perifericos/
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