Esas voces agoreras
Tampoco es que las voces l¨²cidas de nuestro tiempo, tan pagadas de s¨ª mismas, digan toda la verdad. Son l¨²cidas y a veces salen a relucir y relucen, pero no se puede ignorar que se recrean en la fatalidad, algunas porque no les ha sido dado el don de la creaci¨®n y eso las lanza enfurecidas contra otras voces y de paso contra la cultura actual en su totalidad. Al final, tanta lucidez les lleva al t¨®pico. Y as¨ª hay quienes sostienen que en arte nos hallamos en un tiempo flojo y que desde los a?os sesenta no hay ideas nuevas. Y otros que desde los ochenta no hay novelas ni nada. Pero algunos de estos fatalistas ya eran radicales derrotistas en los a?os sesenta, se dedicaban a impedir que cualquier tipo con ideas intentara hacer algo. Tremendismo y cierra Espa?a. Basta ver el tenebrismo en el que nos movemos ahora. Si uno va simplemente a Portugal, se asombra de que la vida all¨ª sea m¨¢s grata y tan diferente. Entre nuestros paisanos terribles falta la esencia cervantina de la locura y del humor.
Es cierto que entre nuestros j¨®venes hay pocos que extraigan la inspiraci¨®n para su vida de lo que est¨¢n diciendo los poetas actuales, mientras que en los a?os sesenta una interesante minor¨ªa se tomaba la poes¨ªa como la gu¨ªa m¨¢s fiable que exist¨ªa para la vida. Y puede tambi¨¦n que sea cierto que, a finales de los ochenta, sucedi¨® algo muy grave que provoc¨® que las artes perdieran su papel protagonista. Pero detesto los lugares comunes de las voces agoreras que proyectan su propia cat¨¢strofe personal sobre el mundo. Prefiero entrar, por ejemplo, en el po¨¦tico sal¨®n oscuro de Tino Sehgal (Documenta 13) y ver c¨®mo algunos ya est¨¢n rescatando al arte de cierto par¨®n de m¨¢quinas.
El tiempo muerto es un buen lugar, un espacio perfecto para saludar el regreso de los poetas
Hay d¨ªas, adem¨¢s, en los que detesto tanto los t¨®picos de nuestros l¨²cidos fatalistas que me pregunto si esa impresi¨®n de tiempo muerto es obligatorio leerla alarmados, escandalizados, apesadumbrados, sin humor. Porque me acuerdo de Stanislaw Lem y de su imaginaria Historia de la literatura b¨ªtica, con sus cinco vol¨²menes publicados por las Presses Universitaires de Paris. All¨ª Lem, en su ficci¨®n sobre el futuro (en este caso ya sobre nuestro pasado), dec¨ªa que a finales de los a?os ochenta del siglo XX, a partir de la decimoquinta binast¨ªa de ordenadores parlantes, se demostr¨® que era una necesidad t¨¦cnica dar a las m¨¢quinas periodos de reposo en los que estas, libres de instrucciones programadoras, pudieran caer en un balbuceo para el que se introdujo pronto la expresi¨®n de enso?aciones mec¨¢nicas. Los bits no sem¨¢nticos de la informaci¨®n contenida en esos sue?os deb¨ªan, gracias a ese m¨¦todo de barajar a ciegas, ayudar a regenerar la capacidad de las m¨¢quinas.
Si la predicci¨®n de Lem se cumpli¨®, est¨¢ claro que en los a?os ochenta se liber¨® de instrucciones programadoras a los creadores y se entr¨® en tiempo de pausa, tiempo muerto. De hecho, estudiosos de la literatura b¨ªtica afirman que la productividad a veces relajada de las m¨¢quinas parlantes es tan indispensable para estas como la conciencia del peligro de perder el habla lo es para la literatura del futuro. Y dicen tambi¨¦n que desde hace a?os nos encontramos en un periodo de reposo nacido de una necesidad t¨¦cnica, un periodo del que saldremos reforzados. Les creo del mismo modo que me parece que solo es literatura contempor¨¢nea con futuro aquella que escribe desde la conciencia del peligro inminente del fin de su propio mundo.
Por otra parte, ?tan exasperante es vivir en ¨¦poca de balbuceo? ?Tan urgente es salir de la siesta mec¨¢nica? Quiz¨¢s solo estemos recuperando el habla. ?Tan penoso es barajar a ciegas? El tiempo muerto es un buen lugar, un laboratorio en ebullici¨®n, un espacio perfecto para ir saludando el regreso de los poetas que est¨¢n transformando la vida. Est¨¢n entre nosotros. Los vi en el sal¨®n de Sehgal. Todo cambia en segundos.
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