El secreto de Jane Austen
Hace dos siglos, tal d¨ªa como hoy, aparec¨ªa 'Orgullo y prejuicio', de Jane Austen, una de las obras esenciales de la literatura universal

La sabidur¨ªa es mejor que el ingenio y, a la larga, sin duda, tendr¨¢ la risa de su lado.
Jane Austen
Hay escritores que nos gustan, escritores a los que admiramos y escritores a los que quisimos desde el primer p¨¢rrafo del primer libro suyo que nos tuvo entre sus manos. Escritores entra?ables cuyas historias se vuelven parte de las nuestras. Jane Austen (1775-1817) es una de ellos. No solo es admirable o fascina, sino que sus novelas son un legado esencial que cuanto m¨¢s pronto se entrega con m¨¢s alegr¨ªa se contagia.
No mucho antes de que la querida Jane se volviera una celebridad del siglo veinte, yo le regal¨¦ a mi hija, de trece a?os, la novela que a partir de entonces es la llave de nuestras mejores conversaciones. Porque desde los noviazgos hasta los acantilados encuentran cobijo en la sencillez y la inteligencia de lo que narra.

Hay, tras la voz que escribe Orgullo y Prejuicio, una mujer sabia que, a los veinte a?os, discierne como si llevara cincuenta reflexionando sobre los vicios y virtudes de los seres humanos. En medio de una vida tranquila, dentro de una familia armoniosa y de costumbres sencillas, Jane escribi¨®, para leerles a sus hermanos, historias que resultan emocionantes porque tras el cuento de qui¨¦n se casa con quien, ella entrega la fuerza de una narradora capaz de desentra?ar los entresijos de un mundo mucho m¨¢s complejo que el regido por las formas y las apariencias de su tiempo. ?C¨®mo no leerla con humildad y sin prejuicios, con asombro y devoci¨®n?
No digo nada nuevo al afirmar que, mientras Jane escrib¨ªa, el mundo de las mujeres terminaba en la puerta de sus casas. Por inteligentes que fueran: la mam¨¢ de Jane era una mujer ilustrada, que al tiempo en que cuidaba una casa con siete hijos y varios alumnos de su marido, alcanz¨® a tener tiempo para escribir algo de poes¨ªa. Cierto que Jane tuvo a su alcance los libros de la biblioteca de su padre y que pudo leer desde ni?a con placer y alegr¨ªa, pero no hubo en ella ni el remoto sue?o de convertirse en alguien cuya primera y expl¨ªcita profesi¨®n fuera escribir. Menos a¨²n imaginar el reconocimiento y la exaltaci¨®n de su trabajo.
Hace tiempo intent¨¦, como cualquier lector incauto, indagar qu¨¦ amores, qu¨¦ precisa memoria hab¨ªa urgido a Jane a escribir. Le¨ª lo que pude sobre su vida en Pemberly, el cari?o de su padre, el gusto por sus hermanos, su intensa amistad con Cassandra, su hermana. Le¨ª de su gusto en el campo y su reticencia en Bath, le¨ª sus cartas, su fervor y quise relacionar las nimiedades que se saben y lo mucho que se ignora con los libros de la distinguida y encantadora miss Austen. Como si alguien que se dedica a escribir no debiera saber que la realidad es una an¨¦cdota m¨¢s entre las muchas que imagina un escritor. As¨ª las cosas, consegu¨ª estar segura de que Elizabeth Bennet, el personaje esencial de Orgullo y prejuicio, fue una mujer audaz que lo sigue siendo, como fueron y siguen siendo: su mam¨¢ un soliloquio en voz alta, sus hermanas menores unas fr¨ªvolas, su pap¨¢ un lector esc¨¦ptico, su hermana mayor una suave y hermosa criatura. Pero que no es de la biograf¨ªa de Jane, sino de su talento, su sentido del humor, su mirada y su imaginaci¨®n, que salieron estos personajes.
Los ojos de Jane Austen eran premonitorios. Alguien creer¨ªa que estoy loca si digo que fue una feminista, pero la verdad es que ninguna de sus hero¨ªnas tuvo a bien suicidarse para salir de un entuerto, mejor lo desafiaban como ahora se supone que debe hacerse
Pionera sonriente, Jane hizo su camino sin aspavientos, pero no creo que ignorando la fuerza de su literatura. Jam¨¢s escribi¨® nada en que hablara de s¨ª misma como la creadora de algo excepcional, pero tiene que haber sabido que su prosa encantaba y era de una elegancia y de una sonoridad nada usual. No creo que imaginara cu¨¢nto ¨ªbamos a quererla doscientos a?os despu¨¦s, ni de qu¨¦ modo sus libros iban a entrar por nuestras casas en todos los idiomas y por todos los medios, haci¨¦ndonos saber que la incertidumbre y la honradez, la fuerza de las convicciones y la generosidad, siguen siendo actuales.
Vivir en un peque?o pueblo, la patria y el destino de Jane Austen, nos sucede a todos. Cualquier mundo es un pa?uelo y en cualquier lugar la gente va haciendo la vida diaria mientras elige o abandona. Como en los libros de Jane Austen. Por eso fascina el ir¨®nico deseo de lo ideal que hay en sus historias. Por eso es posible imaginar que se parecen a las nuestras.
Gente que tiembla con los preparativos de una fiesta, que ve los viajes como expediciones y los noviazgos como una duda entre dos templos, habr¨¢ en todos los tiempos. Personajes como esos que cre¨ªan en que la confusi¨®n tiene remedio y por su causa eran capaces de meterse en lo inaudito, sigue habiendo. Sobre todo, gente con ojos capaces de imaginar el destino como algo en lo que uno puede incidir, es tan crucial ahora como fue entonces.
Los ojos de Jane Austen eran premonitorios. Alguien creer¨ªa que estoy loca si digo que fue una feminista, pero la verdad es que ninguna de sus hero¨ªnas tuvo a bien suicidarse para salir de un entuerto, mejor lo desafiaban como ahora se supone que debe hacerse. Y se hac¨ªan due?as de sus vidas por obra y gracia de su santa voluntad. Como la propia Jane. Sola, mejor que mal acompa?ada. O como Elizabeth Bennet, excepcional y dr¨¢stica, sencilla y elocuente.
Escribir es un juego de precario equilibrio entre el valor y la soberbia. Tambi¨¦n entre sus opuestos: el miedo y la humildad. A veces ninguno alcanza para contarlo todo. Ah¨ª mismo est¨¢ el secreto de la se?orita Austen. Y su ense?anza: en ese equilibrio.
De tal secreto da fe Orgullo y prejuicio, la bendita novela que ahora cumple doscientos a?os, tan radiante y sabia como nunca.
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