Ideas para bibliotecas en crisis
La biblioteca es uno de los pocos lugares del mundo (occidental) en el que los j¨®venes aprenden sin dolor un poco de esa disciplina tan necesaria para la vida. Como dice Julian Barnes, estamos permanentemente hambrientos de ficciones, a pesar de que la realidad no se queda corta como suministradora de historias abracadabrantes.
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Las bibliotecas p¨²blicas ya no son lo que eran. Afortunadamente. Hace ya tiempo que en ellas casi todo ha cambiado para que lo esencial pueda mantenerse. De solemnes y vetustos almacenes de libros y otros materiales impresos (¡°toda la memoria del mundo¡±), cuyos s¨®lidos muros parec¨ªan prolongar la (entonces) infranqueable frontera entre la alta y baja cultura, las bibliotecas se han convertido en lugares de participaci¨®n en los que el saber y el aprendizaje constituyen el tel¨®n de fondo de f¨¦rtiles espacios de socializaci¨®n ciudadana, y en los que se han permeabilizado los compartimentos estancos entre investigadores, lectores y buscadores de informaci¨®n y know how. No creo que haya en el mundo un lugar m¨¢s radicalmente democr¨¢tico que una biblioteca p¨²blica. Es verdad que esas transformaciones han tenido lugar en una ¨¦poca en que, por emplear una estupenda expresi¨®n del historiador del libro Robert Darnton, la ¡°informaci¨®n ha estallado furiosamente a nuestro alrededor¡±, pero tambi¨¦n lo es que las bibliotecas han sabido adecuar su funcionamiento a la implosi¨®n digital con velocidad, imaginaci¨®n y eficacia mayores que otras instituciones de la cadena del libro. Las bibliotecas p¨²blicas son en muchos lugares del planeta los mayores proveedores de Internet para amplios sectores de la poblaci¨®n, proporcionando a los m¨¢s desfavorecidos oportunidades (b¨²squeda de trabajo, comunicaci¨®n) antes impensables. Pero la biblioteca es tambi¨¦n, como me recordaba recientemente un amigo que ha sido bibliotecario antes que suministrador de ISBN, uno de los pocos lugares del mundo (occidental) en el que los j¨®venes aprenden sin dolor un poco de esa disciplina tan necesaria para la vida y que, cada vez con m¨¢s frecuencia, no encuentran en otros sitios (incluidos sus hogares): all¨ª no pueden comer, ni beber, ni molestar al vecino con voces estent¨®reas o auriculares con el volumen desbocado; all¨ª no maltratan ni son abusados. Pero, al mismo tiempo, las bibliotecas son espacios amenazados. Me entero, por no referirme otra vez a las de aqu¨ª, de que en Gran Breta?a han echado el cierre m¨¢s de 200 en el periodo 2011-2012. La crisis (que, como aqu¨ª, tiene nombres y apellidos) se ha cebado en ellas, afectando especialmente los recortes presupuestarios al personal y a la adquisici¨®n de fondos y mejoras de las instalaciones. Por eso se est¨¢n organizando por todo el pa¨ªs campa?as m¨¢s o menos festivas para llamar la atenci¨®n sobre su situaci¨®n y atraer a la gente. Algunas han organizado cursillos de biblioterapia en los que se proporciona bibliograf¨ªa ¡°curativa¡±: desde libros de autoayuda a poemarios pretendidamente bals¨¢micos (v¨¦ase, por ejemplo, el instructivo Bibliotherapy toolkit ofrecido por el condado de Kirkleen). Pero hay otras iniciativas. Leo, por ejemplo, que en Escocia algunas bibliotecas han organizado campeonatos de booky table tennis, es decir, partidas de ping-pong en las que los libros hacen la funci¨®n de palas. Y las hay a¨²n m¨¢s radicales y llamativas, como las que ofrecen cursos de pole-dancing (para mayores de 16 a?os) a cargo de miembros del personal dotados de desparpajo y sentido del ritmo. Imag¨ªnenselos: el bibliotecario o la bibliotecaria de sus sue?os con poca ropa y contorne¨¢ndose en la barra al ritmo de My heart belongs to daddy, como hac¨ªa Marilyn Monroe ante la estupefacta mirada de Yves Montand en El multimillonario (Let¡¯s make love, Cukor, 1960). Solo que ahora llevando en la mano el Sartor resartus de Carlyle, o Fifty shades of Grey, de E. L. James, por citar los que probablemente sean los libros menos y m¨¢s solicitados en tan doctas instituciones. En fin, que todo sea por el futuro de las bibliotecas.
Historietas
Brecht Evens (1986) vuelve a desplegar su llamativa imaginer¨ªa hipercrom¨¢tica basada en una utilizaci¨®n original de la acuarela
Angulema, la capital europea del c¨®mic, ha concedido su Grand Prix al veterano holand¨¦s Willem (Bernhard Willem Holtrop), muy conocido en Francia gracias a las vitri¨®licas vi?etas que publica cada d¨ªa el diario Lib¨¦ration. Entre las menciones especiales destaca la obtenida por Castilla drive, un original (y duro) thriller de Anthony Pastor (1973) cuya versi¨®n espa?ola ha publicado La C¨²pula. Por lo dem¨¢s, y entre las m¨¢s interesantes novelas gr¨¢ficas de autores extranjeros que he le¨ªdo recientemente, selecciono Los entusiastas, publicada por Sins Entido, la meritoria editorial que dirige el arquitecto Jes¨²s Moreno. Su autor, el belga Brecht Evens (1986), del que ya conoc¨ªamos Un lugar equivocado, vuelve a desplegar su llamativa imaginer¨ªa hipercrom¨¢tica basada en una utilizaci¨®n original de la acuarela, y en la que, ocasionalmente, se aprecia la influencia de George Grosz. Pero mi ¨¢lbum preferido es El rayo mortal (Reservoir Books), de Daniel Clowes (Chicago, 1981), una historia publicada originalmente en 2004 en la que est¨¢n muy presentes algunos de los temas y motivos (la incomunicaci¨®n, el desconcierto juvenil) caracter¨ªsticos del genial creador de Wilson (2011). Por ¨²ltimo, el mejor libro de referencia reciente sobre el c¨®mic cl¨¢sico es The Golden Age of DC Comics, 1935-1956, (Taschen, 39,99 euros), un impresionante vadem¨¦cum (con historias, entresijos y making off) profusamente ilustrado de la gran factor¨ªa estadounidense de superh¨¦roes. El texto est¨¢ en ingl¨¦s, pero, cr¨¦anme, se entiende todo y, adem¨¢s, es lo de menos.
Novel¨®n
Descanso de la tormenta del barcenazo refugi¨¢ndome una vez m¨¢s en las novelas (por cierto, seg¨²n explica el acad¨¦mico Jos¨¦ Antonio Pascual en su instructivo No es lo mismo ostentoso que ostent¨®reo, publicado por Espasa, el sufijo -azo solo se empez¨® a emplear con el sentido que quiero darle a partir del bogotazo de 1948). Y es que, como dice Julian Barnes, estamos permanentemente hambrientos de ficciones, a pesar de que la realidad no se queda corta como suministradora de historias abracadabrantes. En la ¨²ltima semana de zafarrancho informativo y presuntos implicados/as agit¨¢ndose como lombrices en el anzuelo, he revisitado a uno de mis cl¨¢sicos favoritos del siglo XX: Junichiro Tanizaki (1886- 1965), del que Siruela, en cuyo cat¨¢logo figuran sus novelas fundamentales (casi todas, por cierto, traducidas del ingl¨¦s o del franc¨¦s: una pena) acaba de publicar Las hermanas Makioka, una de sus obras maestras. La historia, cuya versi¨®n definitiva se public¨® en 1948, transcurre en la ¨²ltima fase de la expansi¨®n imperialista de Jap¨®n (segunda guerra chino-japonesa) e inmediatamente antes del ataque a Pearl Harbor, pero ese tel¨®n de fondo no parece afectar demasiado a las cuatro protagonistas de esta bell¨ªsima y pausada historia de decadencia familiar tejida en torno a la b¨²squeda de un marido conveniente para Yukiko, la tercera de las hermanas de una acomodada familia de Osaka que se debate entre la nostalgia del pasado y un futuro en que nada ser¨¢ como antes. Su t¨ªtulo original, Sasameyuki, hace po¨¦tica referencia a la nieve que cae ligera, y con ese t¨ªtulo (Bruine de neige, ¡°llovizna de nieve¡±) fue incluida en la excelente edici¨®n de obras del autor publicada en La Pl¨¦iade. Si quieren leer una de las cumbres de la novela japonesa de todos los tiempos, ahora la tienen a su alcance.
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