En defensa del homicida
Ya circula el tr¨¢iler de la pel¨ªcula de David Mamet sobre Phil Spector, que HBO estrena el 24 de marzo. Muchas ganas: hablamos del maestro de la tensi¨®n resuelta en di¨¢logos explosivos. Podemos imaginar que el alboroto que se ha armado al ver los pelucones de Al Pacino va a empeque?ecer ante la tesis de Mamet.
Si mantiene lo que adelantaba en 2011, el dramaturgo cree que Spector fue condenado por ser qui¨¦n era: ¡°Si lo hizo o no, nunca lo sabremos pero, de haber sido un ciudadano normal y corriente, nunca le habr¨ªan condenado¡±.
Se juzgaba la muerte de Lana Clarkson, camarera del House of Blues de Los ?ngeles, club situado en el 8.340 de, ay, Sunset Boulevard. Una localizaci¨®n perfecta, que sugiere la pel¨ªcula de Billy Wilder (en Espa?a, El crep¨²sculo de los dioses). Los medios se enrocaron en presentarla como una perdedora, aspirante frustrada al estrellato cinematogr¨¢fico. La defensa daba a continuaci¨®n un salto en el vac¨ªo para justificar que Lana decidiera suicidarse en la mansi¨®n de Spector: hey, esas cosas pasan en Hollywood.
Me llam¨® poderosamente la atenci¨®n que la far¨¢ndula se distanciara de Spector. Nadie dio un paso al frente. Ni Leonard Cohen, ni los Ramones supervivientes, ni las numerosas estrellas del rock y el cine que desfilaron por las sesiones de John Lennon con Phil. Muchos de ellos observaron la atracci¨®n del productor por las armas de fuego, en episodios que revelaban su peligrosa inestabilidad.
Su silencio viene a confirmar que s¨ª, que en el fondo piensan que Phil era capaz de disparar a alguien que no le siguiera la corriente. Cierto que el caso Lana Clarkson lleg¨® en el peor momento para Spector, tras demasiados procesos que transmitieron la idea de que en California pod¨ªas librarte de cualquier acusaci¨®n si ten¨ªas dinero suficiente para contratar abogados letales, de esos que concentran su artiller¨ªa en la victima. Un estado de cosas que Dominick Dunne, el tenaz cu?ado de Joan Didion, combati¨® con sus cr¨®nicas para Vanity Fair y su libro Justice.
El tomo de Dunne recuerda que los ricos tambi¨¦n matan. Que pueden ser perfectamente funcionales en su cotidianidad y ceder al impulso de la ira, en el calor de una discusi¨®n o premeditadamente. Aunque cabe discutir si Spector pod¨ªa funcionar como productor: las cr¨®nicas de sus ¨²ltimas sesiones en el estudio resultan descorazonadoras, sin olvidar su pat¨¦tica desconexi¨®n con el discurrir de la m¨²sica pop. Sin embargo, s¨ª era un gerente astuto de su obra: propietario de sus principales masters, rentabiliz¨® su revalorizaci¨®n con el boom de las reediciones y la mitificaci¨®n de los sesenta en cine, televisi¨®n y publicidad.
Entre los titanes del pop industrial, pertenec¨ªa a la Mayor¨ªa Infame. A los despiadados: los que explotaron a los artistas, manipularon los cr¨¦ditos de autor¨ªa paran llevarse mayor tajada del pastel, capaces de potenciar o hundir carreras. Era el Demonio, incluso antes de su impactante aparici¨®n en la primera secuencia de Easy rider. Es el silencioso comprador del cargamento de coca¨ªna que permitir¨¢ a Dennis Hopper y Peter Fonda su viaje ¡°en busca de Am¨¦rica¡±.
Por lo que deduzco de los planteamientos de Mamet para Phil Spector, varias razones explicar¨ªan su simpat¨ªa por el asesino. En su viaje hacia la derecha sulfurosa, Mamet se ha convertido en defensor f¨¦rreo del derecho a poseer armas, asumiendo incluso los posibles accidentes. Y tiende a ver antisemitismo en cualquier fusilamiento medi¨¢tico de un correligionario.
Mamet establece un ins¨®lito paralelismo entre Phil Spector y Lawrence de Arabia: ¡°Como Lawrence, solo quer¨ªa privacidad¡±. Por mi parte, recuerdo a otro gigante del rock que tambi¨¦n admiraba a Lawrence: Joe Strummer, el caudillo de The Clash, imitaba su capacidad para aceptar el dolor f¨ªsico. Pero no, no puedo imaginarme a Strummer sacando una pistola la primera noche que conoce a una chica.
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