O¡¯Brien sigue vivo
No todo el mundo sabe que el famoso infierno rueda enloquecido y su forma es circular y su naturaleza interminable, repetitiva, y muy pr¨®xima a lo insoportable, como un borracho sin fin. Para mayor informaci¨®n, ac¨²dase a Flann O¡¯Brien y a una de sus dos obras maestras, El tercer polic¨ªa. Este escritor irland¨¦s se llamaba Brian O¡¯Nolan en realidad y sus paisanos le conoc¨ªan por su seud¨®nimo period¨ªstico, Myles na Gopaleen. Tambi¨¦n se ocult¨® tras los nombres de John James Dol, George Knowland, Brother Barnabas y Lir O¡¯Connor, entre otros. Se parec¨ªa a B. Traven (que dispon¨ªa de decenas de m¨¢scaras), pero, a diferencia de este, siempre estuvo localizable, bien visible en pubsde Dubl¨ªn y Dalkey.
Su otra gran obra maestra, En Nadar-dos-p¨¢jaros, es una laber¨ªntica y asombrosa discusi¨®n sobre las muchas formas posibles de concebir la novela irlandesa. Heredero de Tristram Shandy, el libro va reuniendo ejercicios en verso y prosa que dibujan o remedan todos los estilos de Irlanda, y es un potente homenaje a la libertad y al humor: ¡°Cierre la puerta, pero antes aseg¨²rese de que est¨¢ usted dentro¡±.
O¡¯Brien fue funcionario p¨²blico, novelista de vanguardia conocido por un min¨²sculo conjunto de seguidores, y columnista sat¨ªrico (muy famoso en esta faceta). Quiz¨¢s lo m¨¢s divertido que de ¨¦l se pueda leer sea Cr¨®nica de Dalkey, donde vamos de sorpresa en sorpresa y, aparte de que Joyce sigue vivo y trabaja de camarero y detesta Ulises, corremos el riesgo de acabar sinti¨¦ndonos demasiado alegres, algo que hoy d¨ªa est¨¢ muy mal visto. La falta de humor nos pierde. Eso mismo escrib¨ª hace 30 a?os, la ¨²ltima vez que habl¨¦ de O¡¯Brien. Eso dije y luego ya nada a?ad¨ª m¨¢s, nada hasta hoy, que rompo el mutismo porque no me parece bien seguir callando despu¨¦s de que N¨®rdica haya traducido todas las obras de este escritor. La ¨²ltima en aparecer ha sido la desternillante La saga del sag¨² de Slattery, novela sobre las patatas y el petr¨®leo, en muy buena versi¨®n de Antonio Rivero Taravillo.
Las proezas de estas editoriales independientes apenas son noticia. El ruido medi¨¢tico prefiere ocuparse de la muerte del libro (de la que algunas luminarias parecen haberse alegrado antes de tiempo) y del avance del libro digital (en realidad tan menguante que est¨¢n haciendo el rid¨ªculo los profetas de las nuevas tecnolog¨ªas), pero no presta atenci¨®n a la batalla de ciertas librer¨ªas y editoriales en su lucha por evitar la incultura que se nos va cayendo encima. A ese vac¨ªo cultural nos llevan, entre otros, algunos editores manejados por directivos que extraen peregrinas teor¨ªas de lo que los lectores quieren consumir (ver art¨ªculo de Malcolm Otero Barral en Letras libres de este febrero) y deciden, por ejemplo, que ahora toca leer thrillers lapones porque pueden parecer suecos. ¡°A Kafka no le publicar¨ªan hoy en d¨ªa¡±, acaba de decir el hist¨®rico editor Andr¨¦ Schiffrin en Le Nouvel Observateur. A tanta calamidad habr¨ªa que a?adir que quienes propagan que se ha perdido la paciencia para la lectura pausada e inteligente son solo en realidad unos conocidos zoquetes que nunca leyeron nada.
O¨ª contar a Carlos Barral que una vez en M¨¦xico visit¨® una editorial que se hallaba en la punta m¨¢s avanzada de un desierto y era dirigida por un analfabeto. Era dif¨ªcil entonces, cuando lo cont¨®, imaginar que aquello tan esperp¨¦ntico ser¨ªa el futuro. En ese futuro se reh¨²ye cada d¨ªa m¨¢s lo calificado despectivamente de literario. Y en el terreno medi¨¢tico es noticia la desaparici¨®n del Papa sin morirse, o la muerte del libro, tambi¨¦n sin defunci¨®n visible. Y en cambio no lo es que haya editoriales que trabajan como si Cervantes las viera. Otro d¨ªa abordaremos La boca pobre, La vida dura y La gente corriente de Irlanda y dem¨¢s libros de O¡¯Brien que andan por ah¨ª tambi¨¦n sin morirse.
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