Jaque mate al hombre que no quer¨ªa morir ante el caballete
'Conversaciones con Marcel Duchamp' re¨²ne las entrevistas de Piere Cabenne con el artista El c¨¦lebre libro se reedita ahora en Espa?a la Fundaci¨®n Helga de Alvear y This Side Up
Marcel Duchamp iba a cumplir 80 a?os cuando tuvieron lugar los encuentros que el cr¨ªtico y periodista Pierre Cabanne aglutin¨® en el c¨¦lebre libro Conversaciones con Marcel Duchamp,que ahora reeditan en Espa?a la Fundaci¨®n Helga de Alvear y This Side Up.
Era abril de 1966 y el artista abr¨ªa a un desconocido las puertas de su taller y casa en Neuilly, Francia, donde pasaba parte del a?o con su esposa. Hab¨ªa regresado de Estados Unidos y por primera vez sent¨ªa el impulso de explicarse, de contar qui¨¦n era, de revelar qu¨¦ pensaba. El hombre que hab¨ªa conducido el rumbo del arte a un punto sin retorno al sacralizar objetos cotidianos, se mostr¨® ante Cabanne tan libre y audaz como se esperaba de alguien que Andr¨¦ Breton hab¨ªa definido no solo como uno de los m¨¢s inteligentes del siglo XX sino como uno ¡°de los m¨¢s molestos¡±. Ante Cabanne, a Duchamp le bast¨® una frase para despejar dudas: ¡°Desde que los generales ya no mueren a caballo, los pintores no est¨¢n ya en la obligaci¨®n de morir ante el caballete¡±.
En las conversaciones (transcurridas durante varias jornadas hasta casi el verano), Duchamp se remonta a sus or¨ªgenes burgueses cerca del lugar donde transcurre Madame Bovary, al impacto de Matisse en su juventud (¡°?y descubrir a C¨¦zanne no?¡± ¡°No, a C¨¦zanne no¡±) o al momento en que decidi¨® romper con la pintura. La conversaci¨®n fluye entre el desprecio por el buen gusto (¡°el gusto solo es un h¨¢bito. La repetici¨®n de una cosa ya aceptada. Si se vuelve a las andadas varias veces, se convierte en gusto. Bueno o malo, da igual, siempre es gusto¡±) al descubrimiento de los hapennings: ¡°me agradan mucho porque son algo que se opone rotundamente al cuadro de caballete, han introducido en el arte un elemento que nadie le hab¨ªa puesto antes: el aburrimiento. Hacer algo para que la gente se aburra al mirarlo ?nunca se me hab¨ªa ocurrido! Y es una l¨¢stima, porque es una idea estupenda¡±.
Pero quiz¨¢ son los momentos dedicados al ajedrez, juego que Duchamp compara con un Calder, los que muestran una faceta m¨¢s fascinante del artista. Cabanne le pregunta: ¡°?Es el ajedrez la obra de arte ideal?¡±. Duchamp responde: ¡°Podr¨ªa ser. Sume a eso que el mundo de los jugadores de ajedrez es mucho m¨¢s simp¨¢tico que el de los artistas. Son personas totalmente obnubiladas, completamente cegadas, que llevan anteojeras. Son locos de cierta categor¨ªa, como se supone que lo son los artistas, que no suelen serlo. Probablemente eso fue lo que me result¨® m¨¢s interesante. El ajedrez me atrajo mucho hasta los 40 o los 45 a?os, luego, poco a poco, el entusiasmo me fue mermando¡±.
Una pasi¨®n cuyo misterio quiz¨¢ resuelve el texto de Salvador Dal¨ª que cierra el libro. El de Figueres apunta primero a la legi¨®n de imitadores de Duchamp ¡ª¡°El primer hombre que compar¨® las mejillas de una muchacha con una rosa era obviamente un poeta; el primero en repetirlo era posiblemente un idiota¡±¡ª para luego rematar: ¡°Cuando Duchamp comprendi¨® que hab¨ªa diseminado generosamente sus ideas en el viento hasta quedarse sin ninguna, puso fin al juego ¡®de forma aristocr¨¢tica¡¯ y anunci¨® prof¨¦tico que otros hombres j¨®venes se especializar¨ªan en el ajedrez del arte contempor¨¢neo.
Despu¨¦s se puso a jugar al ajedrez¡±.
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