Perdidos en el laberinto de los libros
Las constantes rebajas y ofertas parecen haberle abierto los ojos a mucha gente: los productos de la cultura y el ocio podr¨ªan venderse m¨¢s baratos. Lumen reedita 'Par¨ªs era una fiesta' de Hemingway y Elba una selecci¨®n de sus art¨ªculos en 'Sobre Par¨ªs
Todo indica que, aunque alg¨²n d¨ªa las vacas gordas regresen a nuestros agostados pastos, tardaremos en volver a consumir como antes. Nos hemos acostumbrado a que las cosas cuesten menos porque los empresarios han recortado sus m¨¢rgenes en su intento de hacer frente a la creciente desafecci¨®n de los consumidores. Los restaurantes populares que frecuentan las familias solo consiguen llenarse en los d¨ªas laborables gracias a ofertas de dos por uno. Los j¨®venes socializan en bares en los que les ofrecen cinco botellines de mediocre cerveza por solo tres euros. Los cines programan ¡°d¨ªas especiales¡± a precios de saldo para conseguir arrancar al personal de la butaca del sal¨®n hogare?o en la que pasan ?272 minutos diarios!, hipnotizados con lo que les echan en la tele, un medio cuya audiencia total aumenta a pesar de los malos augurios de hace pocos a?os. La telefon¨ªa multiplica ofertas que permiten poblar los androides de todo tipo de entretenimientos para llenar los ocios de los transportes p¨²blicos (donde se sigue leyendo poco). Los libros tambi¨¦n se han abaratado y en las ¨²ltimas semanas han aparecido ficciones en tapa dura a mitad del precio que tendr¨ªan hace un par de a?os. Los libreros de ocasi¨®n viven, en t¨¦rminos generales, un buen momento: saben que la lectura que ofrecen es a menudo m¨¢s barata que la de los libros ¡°de nuevo¡±, incluyendo bolsillos y electr¨®nicos. Las constantes rebajas y ofertas parecen haberle abierto los ojos a mucha gente: los productos de la cultura y el ocio podr¨ªan venderse m¨¢s baratos, como la crisis est¨¢ demostrando. Los m¨¢rgenes eran demasiado elevados, especialmente los de aquellos subsectores en los que las nuevas tecnolog¨ªas hab¨ªan automatizado los procesos y rebajado considerablemente los costes de producci¨®n. Y todo eso si nos movemos en la legalidad. Fuera de ella, se extiende un continente tan misterioso como aquella terra incognita con que se denominaban los territorios inexplorados en los mapas medievales. La Coalici¨®n de Creadores (CC) aprovech¨® el balance presentado por la se?ora Lizaranzu en su primer a?o al frente de la Comisi¨®n de Propiedad Intelectual para reprocharle la lentitud en la implementaci¨®n de la ley Sinde, una norma que naci¨® maldita y que el PSOE ya se hab¨ªa quitado de encima dejando a su ministra con su salva sea la parte a la intemperie. Seg¨²n los c¨¢lculos de la CC, las descargas ilegales han hecho perder a la industria cultural m¨¢s de 1.200 millones de euros. Lizaranzu se mostr¨® moderadamente satisfecha de lo conseguido y adelant¨® que no cree que Espa?a regrese a la ¡°lista 30¡±, que es la infamante n¨®mina en la que la Alianza Internacional de la Propiedad Intelectual (IIAP, cons¨²ltese su web) coloca a los pa¨ªses en los que no se la respeta. Los m¨¢s optimistas afirman que la pirater¨ªa se ha contenido en nuestro pa¨ªs, y que se han suprimido o desaparecido muchas p¨¢ginas de descargas ilegales. No lo pongo en duda, pero hace un par de d¨ªas mi pirata de referencia se descarg¨® en solo tres clics el ¨²ltimo libro de Mu?oz Molina y el best seller andaluz (y madrile?o) de Ildefonso Falcones, y tan ricamente. Miren, ya s¨¦ que lo que digo puede sonar un poco bestia, pero quiz¨¢s si regres¨¢ramos a la lista de la infamia corsaria en el Gobierno no tendr¨ªan otro remedio que ponerse colectivamente esas pilas derechohabientes que no saben o no pueden ponerse en el Ministerio del se?or Wert. Y es que hay gente que no entiende otra cosa que aquella pedagog¨ªa del escarnio en la que se educaron nuestros padres: de cara a la pared y con las orejas de burro.
Los libros se han abaratado y han aparecido ficciones en tapa dura a mitad del precio que tendr¨ªan hace un par de a?os.
Guerra
La guerra civil espa?ola fue experimentada al otro lado del Atl¨¢ntico (pero all¨ª de modo incruento) tambi¨¦n como una guerra hispanoamericana. La Rep¨²blica espa?ola, que hab¨ªa inaugurado relaciones in¨¦ditas, y no siempre f¨¢ciles, con las j¨®venes rep¨²blicas, hab¨ªa despertado tantos entusiasmos como temores en aquellas nuevas naciones que se miraban en el espejo de las espectaculares transformaciones y de las crecientes tensiones que ten¨ªan lugar en la antigua ¡°madre patria¡±. De modo que, cuando estall¨® el conflicto, los intelectuales latinoamericanos se posicionaron desde el principio en apoyo de uno u otro de los bandos en lucha y, dentro de ellos, de sus distintos componentes pol¨ªticos e ideol¨®gicos. Niall Binns (Londres, 1965), que dirige desde hace a?os un ambicioso programa de investigaci¨®n sobre El impacto de la guerra civil espa?ola en la vida intelectual de Hispanoam¨¦rica, ha publicado, editados por Calambur con ayudas oficiales, los dos primeros vol¨²menes (consagrados a Argentina y Ecuador) de su colosal proyecto Hispanoam¨¦rica y la guerra civil espa?ola, una colecci¨®n que pretende proporcionar un fresco completo de las muy diversas posiciones de los intelectuales hispanoamericanos a partir de textos (no ficci¨®n y poes¨ªa, principalmente) rescatados del olvido o rastreados en multitud de libros y publicaciones de la ¨¦poca. Manifestaciones literarias o period¨ªsticas procedentes de escritores de muy distinta formaci¨®n e intereses, pero que, en todo caso, utilizaban tambi¨¦n el conflicto espa?ol para reflejar sus posiciones pol¨ªticas o combatir las de sus adversarios. Binns encuadra suficientemente dichas contribuciones, permitiendo su contextualizaci¨®n al lector no especializado. Entre las muchas sorpresas que me he llevado hojeando el volumen argentino est¨¢ la del telegrama que, tres d¨ªas despu¨¦s de la muerte de Primo de Rivera, envi¨® al jefe de la Falange Espa?ola en Buenos Aires un grupo de intelectuales argentinos entre los que se encontraba el ultranacionalista Enrique Os¨¦s y Leopoldo Marechal, futuro autor de la imprescindible Ad¨¢n Buenosayres (1948): ¡°En la hora del tr¨¢nsito de Jos¨¦ Antonio, los argentinos que suscriben env¨ªan un estrecho abrazo a los falangistas que luchan heroicamente contra los infieles. ?Arriba Espa?a!¡±. Ya ven: el joven mayor del ej¨¦rcito argentino Juan Domingo Per¨®n, que por aquel entonces ejerc¨ªa de agregado militar (es decir, de esp¨ªa m¨¢s o menos declarado) en el Chile de Arturo Alessandri, no era el ¨²nico al que atra¨ªan los aires totalitarios que llegaban de la Europa mediterr¨¢nea, y que tan bien casaban con el nacionalismo conservador que se extend¨ªa por determinados sectores de la sociedad argentina propiciado por el miedo a las revueltas populares.
Tama?o
Nueva edici¨®n, de acuerdo con la original restaurada, de Par¨ªs era una fiesta (Lumen), quiz¨¢s el m¨¢s duradero (exceptuando los cuentos) de los libros de Hemingway. La misma traducci¨®n, viv¨ªsima, de Gabriel Ferrater. Y la misma escena (¡°Una cuesti¨®n de tama?o¡±), a la vez pat¨¦tica y estupenda, en la que Scott Fitzgerald lleva al autor al retrete del restaurante Michaud, para que, in situ, le eche un vistazo al miembro y le diga si su tama?o es normal (Zelda le hab¨ªa dicho que no). Por cierto, Elba, la elegante editorial que dirige Clara Pastor, ha publicado recientemente Sobre Par¨ªs, que recoge una selecci¨®n de los art¨ªculos parisinos que Hemingway public¨® en el Toronto Star a principios de los a?os veinte.
Babelia
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