Pasarlo mal
Me pongo muy nervioso cada vez que escucho en boca de un pol¨ªtico de cualquier ideolog¨ªa lo de: ¡°Todos sabemos que hay mucha gente que lo est¨¢ pasando mal¡±.
Me pongo muy nervioso cada vez que escucho en boca de un pol¨ªtico de cualquier ideolog¨ªa esa fatigosa jeremiada, acompa?ada de un gesto y un tono oral entre compungido y notarial, lo de: ¡°Todos sabemos que hay mucha gente que lo est¨¢ pasando mal¡±. Los m¨¢s osados tienden a a?adir para que no quede la menor duda sobre su dolorida implicaci¨®n en la tragedia: ¡°Sin ir m¨¢s lejos, yo tengo a bastantes familiares y amigos en el paro¡±. Prodigan esa complicidad humanista en los rutinarios e insoportables debates y tertulias en televisi¨®n sobre el generalizado acojone, cada vez que les entrevistan (aunque el tema fuera la f¨ªsica cu¨¢ntica o la relaci¨®n entre el ser y la nada, se las ingeniar¨ªan para destacar que est¨¢n hechos polvo ante el infortunio de tantos desfavorecidos) o cuando exhiben su florido verbo en el Parlamento.
Resulta excesivamente imp¨²dico que los ¨²nicos que no tienen razones para temer por su n¨®mina, los que disponen de un empleo a perpetuidad, los que saben que su empresa jam¨¢s va a quebrar ni hay peligro de despidos (a no ser que en presumible estado de embriaguez o en un desarreglo mental se rebelen contra las ¨®rdenes y las consignas que les dicta su partido) ni de ERE, los que fueron c¨®mplices del fraude y la barbarie econ¨®mica, se apunten continuamente a la farisaica letan¨ªa de que ellos tambi¨¦n est¨¢n sufriendo la crisis. Y, como no, proclaman su rechazo racional y moral contra el rugido antipol¨ªtico de tantos indignados, la denuncia de que son reaccionarios aquellos que reniegan y maldicen lo que ellos encarnan, de que la ¨²nica alternativa a que ellos sigan gobernando la vida de la gente es el caos, el fascismo, la dictadura, la anarqu¨ªa, el apocalipsis.
Veo en la necesaria multidifusi¨®n del programa de TVE Cr¨®nicas a los aut¨¦nticamente desahuciados de la vida, a los que est¨¢n en las ¨²ltimas barricadas, a la resignada miseria, a los que rebuscan en la basura, a los que ya aceptan como algo normal su horrorosa situaci¨®n. Acuden diariamente en busca de alimento y de vestido a los bancos de alimentos, a C¨¢ritas, a organizaciones admirables que no hablan de solidaridad sino que la practican. Cuentan muchos de ellos que alguna vez su existencia fue normal. Y cada vez son m¨¢s. No me extra?ar¨ªa que los pol¨ªticos se atrevieran a pedirles su voto. Con el riesgo de que les escupan en sus comprensivas jetas.
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