John Wilpers, el ¨²ltimo miembro del grupo que captur¨® a Tojo
El oficial estadounidense impidi¨® el suicidio del criminal de guerra japon¨¦s en 1945
La determinaci¨®n del teniente John Wilpers logr¨® aquel 11 de septiembre de 1945 que Hideki Tojo no escapara a la justicia. Tojo, el hombre que junto con Hitler representaba para los estadounidenses lo m¨¢s vil y atroz de la II Guerra Mundial, trat¨® de evitar caer en manos de los vencedores de la misma manera que el l¨ªder nazi: peg¨¢ndose un tiro. Menos afortunado o diestro, el general japon¨¦s, responsable de los esfuerzos b¨¦licos de su pa¨ªs y muchas de sus crueldades durante la mayor parte de la contienda, solo consigui¨® quedar malherido. Mientras pugnaba por morir, Wilpers, llegado a detenerle, le arranc¨® la pistola humeante de la mano y conmin¨® a un renuente m¨¦dico japon¨¦s presente, apunt¨¢ndole con ella, a que salvara la vida del militar. Tojo se recuper¨®, para poder ser ahorcado por cr¨ªmenes de guerra en diciembre de 1948.
Wilpers, que muri¨® el pasado 28 de febrero en un asilo de Maryland a los 93 a?os, era el ¨²ltimo superviviente del equipo de la inteligencia militar estadounidense que captur¨® a Tojo, apodado Kamisori, ¡°navaja¡±, por su agudeza mental. El general japon¨¦s, que hab¨ªa sido cesado como primer ministro en julio de 1944 tras las derrotas de Midway y Saip¨¢n fue se?alado como objetivo prioritario de las fuerzas de EE UU al ganar la guerra y ocupar Jap¨®n. Entre los muchos cr¨ªmenes de Tojo figura el haber ordenado el tratamiento inhumano de los prisioneros de guerra y medidas eugen¨¦sicas contra su propio pueblo como la esterilizaci¨®n de los considerados d¨¦biles mentales. El grupo del que formaba parte Wilpers y que mandaba el mayor Paul Kraus encontr¨® a Tojo gracias ¨Clo que hay que ver- a los periodistas estadounidenses que ya hab¨ªan dado con su paradero y rodeaban la casa de Tokio en que se encontraba. Tojo se asom¨® a la ventana, vio a los militares, que le conminaron a rendirse, y se retir¨® al interior. Entonces sonaron disparos y Wilpers y los dem¨¢s entraron a la carrera.
Tojo estaba desplomado en una silla, la cabeza apoyada en un coj¨ªn curiosamente decorado con esv¨¢sticas, con la camisa abierta y el pecho cubierto de sangre. Se hab¨ªa disparado ?cuatro veces! apuntando al coraz¨®n, se?alado con una marca hecha con un trozo de carb¨®n por su m¨¦dico, pero hab¨ªa fallado y las balas le hab¨ªan ido a parar al est¨®mago (quiz¨¢ es el momento de recordar que Tojo no ten¨ªa mucha experiencia directa de combate: ¨²nicamente cuando en 1937 mand¨® personalmente unidades de la Primera Brigada Mixta en la Operaci¨®n Chahar en la frontera de Mongolia y Manchuria durante la guerra chino-japonesa).
En el caos de la situaci¨®n es dif¨ªcil precisar lo que sucedi¨® exactamente. M¨¢s a¨²n porque si uno hace caso de los diferentes testimonios aquello estaba m¨¢s concurrido que el camarote de los hermanos Marx. Junto al m¨¦dico de Tojo, un tal doctor Suzuki, que trataba de ayudarlo a matarse, varios asistentes del militar y miembros de la familia del general (su mujer Katsuko y alguna de las hijas estaban en la casa), irrumpieron en la escena Graus, Wilpers, al menos tres soldados de la polic¨ªa militar, otro miembro del contraespionaje adem¨¢s de Wilpers, el corresponsal del New York Times George E. Jones y el fot¨®grafo George Burns (fallecido en 1988), que tom¨® las impactantes fotos del momento. A?¨¢danse algunos traductores y periodistas japoneses que fueron los que tradujeron las palabras de Tojo: ¡°Lamento mucho que me est¨¦ costando tanto morir. He tratado de suicidarme pero a veces se falla¡±.
En Jap¨®n fueron bastantes los que recriminaron al militar que hab¨ªa ordenado tantas acciones suicidas no acertar con su prop¨®sito y especialmente no inclinarse por la salida m¨¢s honorable (y generalmente definitiva si cortas bien) que era hacerse el harakiri. De hecho, Tojo ten¨ªa varias espadas a su alcance. Lo sabemos porque las muestra colgadas en la pared una foto que conservaba nada menos que Cornelius Ryan, el autor de El d¨ªa m¨¢s largo y Un puente lejano, que fue corresponsal de guerra en la contienda. Tres de las espadas se las llev¨® de recuerdo uno de los soldados presentes escondi¨¦ndolas en los pantalones (?). Otras dos, una de madera y otra ceremonial, las pill¨® el cabo Paul Korol. En el frenes¨ª por hacerse con memorabilia japonesa, alguien arranc¨® las tres estrellas del rango del uniforme del general.
Seg¨²n algunas fuentes, Tojo solo fue realmente atendido unas horas m¨¢s tarde al llegar un m¨¦dico estadounidense. Se lo condujo a un hospital militar y fue intervenido quir¨²rgicamente. Tras recuperarse, lo enviaron a la prisi¨®n de Sugamo, donde recibi¨® una nueva dentadura postiza regalo del ej¨¦rcito estadounidense (un gesto amable antes de ahorcarlo). Secretamente el dentista Jack Mallory hab¨ªa grabado en morse en uno de los dientes: ¡°Remember Pearl Harbour¡±.
La captura de Tojo fue lo m¨¢s sobresaliente que hizo Wilpers en su vida, que sepamos: tras la guerra trabaj¨® 28 a?os para la CIA (se retir¨® en 1975 con el rango de coronel). Originario de Albany (Nueva York), John Joseph Wilpers Jr., se alist¨® en la fuerza a¨¦rea en 1942 al dejar la universidad y fue transferido al 308 destacamento del Cuerpo de Contra Inteligencia, con el que particip¨® en la batalla de Guadalcanal. Fue de los primeros en llegar a Jap¨®n tras la rendici¨®n del pa¨ªs. Por su determinaci¨®n en el arresto de Tojo le fue concedida una Estrella de Plata, aunque no se la dieron efectivamente ¨Ctras mucho protestar- hasta 2010. ¡°Estaba muy orgulloso de aquello, pero no se vanagloriaba¡±, dijo su hijo a AP. ¡°Era un trabajo que nos dijeron que hici¨¦ramos, y lo hicimos¡±, afirmaba Wilpers.
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