Imaginario grotesco
En 'El cantante de Gospel' brilla la mejor prosa de boxeador de Harry Crews: ¨¢gil, veloz, hostil
La reciente muerte en Florida de Harry Crews (1935-2012) ha puesto de relieve su obra, poco conocida en Espa?a. Autor de 16 novelas, Crews fue un outsider que dio vida a la Am¨¦rica profunda y ahond¨® como nadie en su verdadero ser, dejando un imaginario grotesco, lleno de autenticidad y fuerza po¨¦tica. Era una poes¨ªa freak, de lo monstruoso y lo marginal. Quiz¨¢ por eso sus novelas tuvieron una resonancia menor de la que merec¨ªa su talento. No todos supieron ver una original concepci¨®n del mundo a trav¨¦s de sus personajes sonados, primitivos o incompletos. Le gustaban los defectos y las cicatrices. ¡°Una cicatriz muestra que el dolor ha pasado, que la herida est¨¢ curada¡± (Scar Lover). Crews, que vivi¨® su infancia en una casa sin electricidad, perdida ¡°al final de un camino de tierra¡±, escribi¨® para huir del destino s¨®rdido al que parec¨ªa abocada su vida. En su inolvidable autobiograf¨ªa, Una infancia (1978), afirma que ¡°la supervivencia depend¨ªa de un crudo coraje, nacido de la desesperaci¨®n¡±. Este libro anula cualquier alusi¨®n a una supuesta gratuidad de sus novelas. Cuenta la muerte de su padre y los abusos de su alcoh¨®lico padrastro, su convalecencia de polio, sus graves quemaduras; habla de la gente que encontr¨®, de ¡°su desamor y fealdad¡±. Con esta infancia de carencias solo pod¨ªa acabar siendo un freak o un aut¨¦ntico escritor. Y fue las dos cosas.
Marine en Corea, boxeador, motero tatuado, alcoh¨®lico pendenciero, karateca, maestro de escritores, Harry Crews construy¨® una leyenda de s¨ª mismo como personaje al borde del abismo. Sorprende que alcanzara los 76 a?os este hombre que consideraba la escritura como un acto crucial, una afirmaci¨®n, el compromiso. Todos sus personajes est¨¢n perdidos en su caverna mental y saben poco de lo que hay fuera, pero act¨²an. ¡°El conocimiento y la reflexi¨®n no consiguen nada¡±, escribi¨® el autor sure?o en Lo que necesitamos del infierno (1987), ¡°el acto es lo que cuenta¡±. Entre sus autores favoritos estaban Flaubert (¡°un diamante¡±) y Graham Greene, de quien se consideraba deudor: del primero tom¨® su obstinaci¨®n por la exactitud, del segundo la manera directa y segura de contar una historia.
Crews fue un outsider que dio vida a la Am¨¦rica profunda y ahond¨® como nadie en su verdadero ser
Con su primera obra, Crews alcanz¨® la plenitud de un estilo propio. En El cantante de gospel (1968) est¨¢ ya formado su mundo novel¨ªstico: un lugar horrible de Georgia del que huir, la tentaci¨®n de los freaks, la perfecci¨®n que fascina y que hay que eliminar, la violencia, el corrosivo humor. En la ciudad de Enigma (trasunto de Alma, el pueblo donde naci¨® el autor) un negro ha matado a la chica guapa y todo el mundo espera que venga el cantante de gospel, que era su novio y hab¨ªa nacido en una granja de cerdos que estaba al final de un camino de tierra. ?l es la belleza y el talento, su voz hipnotiza a todo el mundo. En cambio, su hermano Gerd es un adefesio. M¨¢s de cuarenta p¨¢ginas preparan la llegada del cantante de gospel con su Cadillac negro y su agente, Didymus, un hombre peligroso para quien ¡°el sufrimiento es el mayor don que Dios le ha dado al hombre¡±. Gerd sue?a con irse a un lugar ¡°donde los hombres no suden, donde las calles sean frescas como el viento y alegres como la lluvia¡±. El resto de personajes tiene el aire de una alucinaci¨®n bien real y cierta: la rubia y g¨¦lida Marybell; Pie, el gestor de la corte de milagros de los freaks; el sheriff, el convicto Villalee, Hiram, el de las pompas f¨²nebres, el pirado que se come pollos vivos. El cantante de gospel es venerado como sant¨®n y no deber¨ªa haber regresado a Enigma. Sus padres, que prefieren vivir sin luz junto a los cerdos que en una casa nueva pagada por su famoso hijo, intentan retenerlo en vano.
El explosivo final se fragua con cada frase, con cada palabra. En esta novela, como en La feria de las serpientes o en Car, donde un hombre ama tanto los coches que se come un Ford, desde las buj¨ªas al retrovisor, brilla la mejor prosa de boxeador de Crews: ¨¢gil, veloz, hostil. Cuerpo (1990) est¨¢ en la misma l¨ªnea. Un certamen de culturismo sirve de nuevo para enfrentar los freaks con los seres que buscan la perfecci¨®n. Cuerpos moldeados con dolor y renuncia versus la bulimia y la fealdad de los que tampoco son normales. Otra feroz s¨¢tira, divertida y ¨¢cida, de la vida americana con personajes inimitables, magistrales, que acaba con un fest¨ªn de violencia. Es cierto que la narrativa de Harry Crews, cuyo tema recurrente es la soberbia, tiene un punto pulp, que encontramos en el cine de Tarantino y los Coen, pero se distancia del g¨¦nero con una sutil compasi¨®n. A la postre, su gusto por el exceso y la locura, por la ¨¦pica de lo cutre y la realidad mellada, dejan una huella mayor que la de los escritores convencionales. Echaremos de menos su estilo a tumba abierta, inc¨®modo y prof¨¦tico, la suave dureza de su espejo deformante.
El cantante de Gospel de Harry Crews. Traducci¨®n de Jos¨¦ El¨ªas Rodr¨ªguez Ca?as. Acuarela & A. Machado. Madrid, 2013. 318 p¨¢ginas. 17,90 euros
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