Vigencia de la (gran) fantas¨ªa

El cuento de Jack ¡ªPeriqu¨ªn, en las versiones en castellano¡ª y las habichuelas m¨¢gicas hab¨ªa inspirado una deliciosa adaptaci¨®n disneyana protagonizada por Mickey Mouse en uno de los largos menores del canon disneyano ¡ªLas aventuras de Bongo, Mickey y las jud¨ªas m¨¢gicas (1947)¡ª, veinte a?os antes de servir de fundamento al intento, un tanto ratonero, del productor Edward Small de parasitar el ¨¦xito de Simbad y la princesa (1958), con el mismo director y los actores Kerwin Matthews y Torin Tatcher, pero sin el factor clave de ese hito de las aventuras fant¨¢sticas: el creador ¡ªy poeta¡ª de los efectos especiales Ray Harryhausen. Jack the giant killer (1962), de Nathan Juran, no merec¨ªa pasar a la gran historia del cine popular, pero, en unos tiempos en que la imaginaci¨®n parece instrumentalizada por la cultura de la franquicia, es inevitable recordar su ingenuidad con cierta nostalgia: el perfecto material para una de esas a?oradas sesiones de tarde televisivas de los s¨¢bados.

Quiz¨¢ Bryan Singer tambi¨¦n sienta cierto afecto por ese t¨ªtulo menor del cine fant¨¢stico juvenil de los sesenta, porque su versi¨®n del asunto parece mirar atr¨¢s: a unos tiempos en que el sentido de la maravilla lograba imponerse a ciertas precariedades de producci¨®n, antes que a un presente donde el supuesto asombro digital ahoga toda vida y toda chispa en las ficciones dise?adas para el gran p¨²blico. Jack el caza gigantes no inventa nada e incluso recurre en su introducci¨®n a unos fragmentos de animaci¨®n digital bastante espantosos, pero no tarda en afirmar su singularidad entre tantas rutinarias y reiterativas lecturas contempor¨¢neas del legado de los cuentos infantiles.

En Jack el caza gigantes hay personajes de un solo trazo, pero ese trazo les dota de identidad y carisma: el hecho de que Ian McShane, Ewen Bremner, Eddie Marsan, Bill Nighy, Stanley Tucci y Ewan McGregor parezcan ni?os disfrutando del recreo m¨¢s caro del mundo ¡ªy no actorazos lidiando con un marr¨®n alimenticio¡ª sirve a un conjunto narrado con eficacia, que apuesta por el movimiento perpetuo ¡ªno hay tiempo muerto en este viaje¡ª y que matiza su imaginer¨ªa torva con un sentido del humor, elemental, que no necesita recurrir al tan socorrido gui?o c¨®mplice.