?Una buena noticia teatral!
Jordi Casanovas ha cambiado de arriba abajo ¡®Una historia catalana¡¯ Exito de la obra en el TNC
Muchas veces, cuando hablo de teatro en esta columna, es para referirme por en¨¦sima vez a la precaria situaci¨®n del sector, pero hoy quiero celebrar un hecho doble o triplemente ins¨®lito. En 2011 se estren¨® en el TNC Una historia catalana, de Jordi Casanovas, un singular¨ªsimo western fronterizo que juntaba un episodio de brujer¨ªa, odios y codicia ambientado en el Pirineo (ecos de Giono, de Valle, de Cerd¨¤) y la cr¨®nica de la ascensi¨®n, a los sones de Orgullo, de Las Grecas, de Luis Calanda Mart¨ªnez El Cala, atracador y traficante del barcelon¨¦s barrio de La Mina que acababa convertido (ecos de Casavella, de Tarantino, del Bigas Luna de Huevos de oro) en capo inmobiliario gracias al boom ol¨ªmpico.
Las cr¨ªticas fueron laudatorias, pero la mayor¨ªa coincid¨ªamos en que el final era confuso y apresurado. Habitualmente, los autores suelen decirse ¡°Qu¨¦ sabr¨¢n esos¡±. Tras el estreno, por lo general, el autor ya est¨¢ con otra funci¨®n entre manos. La precedente se abandona, o como mucho se retocan algunas l¨ªneas. Hay excepciones, como Juan Mayorga. Y ahora Jordi Casanovas, que dijo: ¡°S¨ª, creo que el final no sube¡±. Pero no solo rescribi¨® el final: cambi¨® Una historia catalana de arriba abajo, a?adiendo un nuevo relato, reordenando las escenas y los v¨ªnculos entre ellas. Ha hecho crecer a un personaje del que poco sab¨ªamos, Jusep de Farr¨¤s alias Reverendo, interpretado por un soberbio Pep Cruz, que est¨¢ muy cerca, ahora que lo pienso, del exiliado que vuelve en Patria, su gran ¨¦xito de esta temporada en el Lliure y luego en el Poliorama. Conocemos ahora el pasado de Jusep de Farr¨¤s en la guerrilla sandinista, y su aventura tiene el aliento de las grandes novelas suramericanas de los setenta y de los pistoleros cansados de Mars¨¦ (con unas sorprendentes gotas de Peer Gynt). M¨¢s infrecuente todav¨ªa es que el TNC le haya abierto otra vez sus puertas (y en la sala grande) para que pudiera mostrar de nuevo su trabajo: eso no lo he visto yo en ning¨²n teatro europeo. Y que el nuevo reparto (David Bages, Llu?sa Castells, David Marc¨¨, Al¨ªcia P¨¦rez, Vicky Luengo, Lurdes Barba, Mariona Ribas) parezca llevar dos a?os trabajando con Pep Cruz, Andr¨¦s Herrera y Borja Espinosa, los ¨²nicos que se mantienen del elenco original. Hay una energ¨ªa descomunal en sus trabajos: la mayor¨ªa doblan o triplican papeles y han de pasar con celeridad del catal¨¢n al castellano, de una caracterizaci¨®n a otra. Ha sido para m¨ª un renovado placer ver otra vez al arrollador Andr¨¦s Herrera en el espl¨¦ndido rol de El Cala, la versi¨®n salvaje del Pijoaparte, digno de todos los premios, y no quiero negarme el orgullo de haber detectado, al comienzo de su carrera, ese gran ¨¢rbol que ha acabado siendo y que crece a cada interpretaci¨®n.
Quiero celebrar aqu¨ª, en definitiva, la alegr¨ªa narrativa de este espect¨¢culo, sus ganas de contar, de atrapar, de seducir. Tampoco es habitual que un autor que comenz¨® en el peque?o formato (primero en la germinal Area Tangent y desde hace unos a?os en la nunca suficientemente ponderada sala Flyhard, de cuarenta butacas, que sobrevive a base de empe?o y talento, y que est¨¢ fabricando ¨¦xitos que luego saltan a otras salas) haya quemado etapas tan r¨¢pido, ampliando el marco y el tejido de sus obras, primero en la Villarroel, luego en el TNC y en el Lliure.
En estos tiempos en que todo tiende a la raquitizaci¨®n, en que tantos se ven obligados por la maldita crisis a estrechar su imaginario, Jordi Casanovas ha levantado una funci¨®n que es una novelaza, un pelicul¨®n, un epic de tres horas en el sentido m¨¢s hollywoodiense y tambi¨¦n m¨¢s brechtiano del t¨¦rmino, realizado con absoluta econom¨ªa de medios: un falso muro con dos puertas y unas pocas sillas por toda escenograf¨ªa, a la que se suma un cambio final, igualmente sencillo pero de gran potencia, que no contar¨¦. Escribo estas l¨ªneas para aplaudir la labor de este equipo y para decirles a los programadores que Una historia catalana es una historia vendible, rentable, que puede atrapar a un p¨²blico amplio, de aqu¨ª y de fuera: no est¨¢ muy lejos (tecnolog¨ªas aparte) de las adictivas ficciones de Robert Lepage.
Babelia
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