Propina
Nos hemos acostumbrado a aceptar la convenci¨®n de que la vida es corta. Puede que a esa percepci¨®n ayude el imponerse urgencias innecesarias y obligaciones est¨¦riles. Nada hay m¨¢s contagioso que la prisa, que se ha alzado como ¨²nico remedio, y equivocado, a la incuestionable verdad del paso del tiempo. Por eso ciertas trayectorias resultan ejemplares. Apreciar la peripecia del m¨²sico Bebo Vald¨¦s es dar con el ejemplo perfecto de que la vida es larga y provechosa. En su resurrecci¨®n musical hay algo tan coherente que un gui?o del destino lo llev¨® a morir en puertas de la Semana Santa, tras un viaje final penoso y cruel. Pero si alguien estaba preparado para marchar era Bebo Vald¨¦s, que deja en quienes lo conocieron y lo gozaron musicalmente la sensaci¨®n de plenitud, porque siempre vade¨® las bromas del destino con una rara paz.
Cuando a mitad de los a?os noventa, Paquito D¡®Rivera le hizo desempolvar las partituras para cumplir un contrato de grabaci¨®n, no pudo escogerse mejor t¨ªtulo que aquel Bebo cabalga de nuevo. Desde que lleg¨® el comandante y mand¨® parar, la m¨²sica cubana de Bebo resist¨ªa expatriada. Y durante d¨¦cadas su piano vivo tan solo pod¨ªa o¨ªrse en un hotel de Estocolmo. Luego, ya con el ¨¦xito de los ¨²ltimos a?os, cada vez que entraba en cualquier sal¨®n con pianista se le recib¨ªa con una reverencia de alteza real. No era solo que al tocar el piano, Bebo, gigante negro de Quivic¨¢n, nos hiciera viajar en el tiempo, se sumaba que irradiaba algo especial como persona, como trayectoria, como iron¨ªa vital.
Ese algo proven¨ªa de que jam¨¢s entendi¨® su regreso como una venganza o un galard¨®n merecido que antes se le escamote¨® de manera injusta. Lo entendi¨® como una oportunidad para dejar un ejemplo alternativo a la cultura del arribismo, la egolatr¨ªa y el ansia de triunfo. Como otra de sus enormes propinas, que premiaban a colaboradores, familiares, amigos, taxistas y camareros, a cualquiera que se cruzaba a su paso, Bebo se propuso devolvernos su propio ¨¦xito. Al lado de la m¨²sica que perpetuaba, irrepetible y emocionante, nos dej¨® la propina de su forma de ser, m¨¢gica y feliz. Por eso, como le gustaba decir, ¡°el que pida m¨¢s, es que est¨¢ loco¡±.
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