Aquel amigo que silbaba
Muchas veces en la vida se indign¨®, se puso serio
Era aquel amigo que silbaba; si ve¨ªa a alguien triste, cariacontecido o enfermo, lo buscaba, le daba la mano, lo invitaba a hablar, y ¨¦l escuchaba; poca gente escuchaba como ¨¦l: asintiendo con la cabeza, mirando; de vez en cuando se lanzaba hacia la cara del interlocutor, su amigo, como si quisiera abrazarlo, o como si quisiera animarlo a seguir.
Hace a?os, durante d¨ªas lo vi al atardecer hacer la labor mayor de un samaritano. Estaba reci¨¦n operado el doctor Alberto de Armas, un m¨¦dico benem¨¦rito que estuvo entre sus grandes amigos canarios. Este hombre que silbaba y abrazaba y escuchaba a sus amigos como si ¨¦l quisiera confundirse con sus problemas o sus esperanzas se sentaba junto a Alberto, ¨¦ste deb¨ªa permanecer echado boca abajo, recuper¨¢ndose de la cirug¨ªa que le hab¨ªan hecho en los ojos. Y el fabulador que silbaba le contaba historias, las historias que sab¨ªa, las que inventaba; de lo que se trataba era de tener al amigo animado y risue?o, sin ver, sin poder mirar, pero seguro de que all¨ª estaba aquel hombre poderoso silbando si hiciera falta para recuperar el ¨¢nimo del amigo doliente.
Reun¨ªa ritualmente, cada a?o, a sus amigos de Madrid, o de donde vinieran, para hacer la celebraci¨®n de los a?os. Como era un hombre que regalaba y al que le hac¨ªan regalos (ser¨ªa una tarea bell¨ªsima relacionar los que intercambi¨® con su gran amiga Carmen Balcells), esa fiesta de cumplea?os era tambi¨¦n un regalo mutuo, una ocasi¨®n para recibir su abrazo y para re¨ªr. ?l cantaba, silbaba zarzuelas, lo hac¨ªa con una maestr¨ªa extraordinaria, era un maestro del silbo, se regocijaba.
A veces se hart¨® de ser de un mundo que iba por veredas que no quer¨ªa transitar
Muchas veces en la vida se indign¨®, se puso serio, se hart¨® de ser de un mundo que iba por veredas que ¨¦l no quer¨ªa transitar; pero en esos momentos, cuando hab¨ªa amigos, se regocijaba como un ni?o, y silbaba. A veces, tambi¨¦n, actuaba, y ped¨ªa a los dem¨¢s que actuaran, de modo que aquellas noches de los 1 de febrero eran happenings en los que ¨¦l oficiaba de gran orfebre de la amistad. ?l, a veces, hablaba o cantaba en el ¨¢rabe que le ven¨ªa de ni?o. Re¨ªa.
Con Olga Lucas, en los ¨²ltimos a?os fruct¨ªferos de su vida, busc¨® la luz, el mar; fue a Tenerife, a Mijas, a Denia. Para recuperar el mar, esa energ¨ªa que busc¨® siempre, se fue a Denia d¨ªas antes de su muerte. All¨ª sigui¨® recibiendo las llamadas de la amistad que fue gu¨ªa de su celebraci¨®n de la vida. ¡°Ya sabes cu¨¢nto te quiero¡±, dec¨ªa a quienes quer¨ªa. Nunca dej¨® de querer Jos¨¦ Luis Sampedro.
Babelia
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