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Las muertes de dos participantes en la grabaci¨®n de concursos extremos de televisi¨®n ha provocado uno de esos debates de usar y tirar. En el caso de la versi¨®n de TF1 de Supervivientes, se a?ade el suicidio del doctor, despu¨¦s de que se le acusara de repetir la toma de su asistencia de urgencia mientras el joven se achicharraba desmayado bajo el sol. En el concurso norteamericano, otra propuesta de aislamiento y supervivencia, el concursante se consumi¨® bajo los efluvios del lodo, en toda una met¨¢fora del g¨¦nero en s¨ª.
El reality se estudia como un fen¨®meno de la real lie o mentira verdadera, propuestas que transmiten sensaciones de veracidad, objetividad y competici¨®n transparente, cuando lo cierto es que convocan todos los mecanismos de la ficci¨®n inducida. El canal MTV, que durante a?os ha sido la expresi¨®n m¨¢s exitosa de la m¨²sica en ba?ador, ha visto extenuarse el mercado del videoclip y suma propuestas de realidad para ese espectador definido como un voyeur mostrenco. Su programa Verg¨¹enza ajena es un recorrido por las ca¨ªdas m¨¢s brutales, rid¨ªculas pero dolorosas, que los espectadores se sientan a ver entre la carcajada y el aaargh, nueva expresi¨®n del cinismo de consumo. All¨ª el ser humano es rebajado a la categor¨ªa de copia en carne y hueso, tonta y mortal, del personaje de videojuego. Las v¨¦rtebras, la columna vertebral, son solo expresiones de su fragilidad.
Al concursante se le propone una compensaci¨®n econ¨®mica y saciar sus ansias de experiencia extrema y superaci¨®n. La cr¨ªtica revive en los accidentes y el drama termina por ser un atractivo del programa como patas necesarias de la mesa. Al otro lado est¨¢ el espectador, ese vampiro feliz e irresponsable, que no se considera culpable de la tele que se fabrica. La verg¨¹enza ajena se transforma en verg¨¹enza propia, donde se combinan la miseria moral del que aplaude las novatadas o el abuso a un tercero y el placer inmenso de quien aparta la silla al que se va a sentar y goza feliz con la trompada. Placeres primarios que antes se viv¨ªan en primera persona y hoy por pantalla interpuesta. Algo que Gila defini¨® maravillosamente en aquella madre que aseguraba lo de ¡°me han matado al hijo, pero lo que nos hemos re¨ªdo¡±.
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