?Nazismo?
El grito, la queja, la denuncia vociferante y callejera contra la impunidad de la clase pol¨ªtica es calificado en un brutal alarde de cinismo por las consignas del PP, no ya como una actitud similar a la kale borroka, sino tambi¨¦n como nazismo puro
Viendo las ¨²ltimas pinturas de Van Gogh es f¨¢cil intuir que el cerebro y el alma del autor est¨¢n en llamas y que una de las formas de acabar con ese tormento es pegarse un tiro. Tambi¨¦n aterran las distintas versiones que hizo Munch de El grito. Es un hombre que a¨²lla en medio de un puente de madera con las manos oprimiendo sus sienes. Detr¨¢s de ¨¦l hay dos personas, pero no parecen prestarle la m¨ªnima atenci¨®n. La voluntad expresionista de Munch provoca un efecto pavorosamente real en los mirones. Bertolucci utiliz¨® en los t¨ªtulos de cr¨¦dito al comienzo de ?ltimo tango en Par¨ªs las figuras retorcidas, en descomposici¨®n f¨ªsica y moral, que pint¨® Bacon. Pero en la presentaci¨®n del ag¨®nico personaje que interpreta Brando tambi¨¦n recurre a Munch. Ese hombre lanza un grito escalofriante en medio de la calle mientras estruja su cabello y su boca maldice a Dios. Su mujer acaba de suicidarse y ¨¦l ignora sus razones. Se siente m¨¢s solo y perdido que la una, sabe que el t¨²nel no tiene salida. No ha perdido su trabajo, no le han desahuciado de su casa, no le amenaza el hambre. Su grito es existencial, no se dirige a los culpables de su ruina.
El grito, la queja, la denuncia vociferante y callejera contra la impunidad de una clase pol¨ªtica que fue c¨®mplice del poder econ¨®mico en el generalizado desm¨¢n, en la rapi?a y la corrupci¨®n como norma es calificado en un brutal alarde de cinismo por las consignas del PP, por los profesionales en el derribo de los imprescindibles derechos p¨²blicos y en el acorralamiento de los d¨¦biles, no ya como una actitud similar a la kale borroka, totalitaria y sectaria, sino tambi¨¦n como nazismo puro. Esa convicci¨®n tan l¨²cida sale de la hermosa boquita de Cospedal. A Hitler, ese ser abominable que afortunadamente perdi¨®, le dar¨ªa un ataque de risa al constatar los s¨ªmiles con su doctrina y su metodolog¨ªa que utiliza la derecha de toda la vida (ahora se llaman liberales) para condenar a los protestones, a esa gente desesperada y en el convencimiento de que el partido de la oposici¨®n y los sindicatos forman parte del mismo simulacro, que solo posee el recurso del grito. Y tambi¨¦n le despojaran de ¨¦l. Con detenciones, multas y hostias. Pero cada vez son m¨¢s. Y no votaran o lo har¨¢n en blanco. Y a lo mejor, el eterno y s¨®rdido negocio siente un ligero temblor.
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