1989
A casi nadie le gustan los libros de art¨ªculos. Los que han le¨ªdo esos art¨ªculos cuando aparec¨ªan publicados sienten que ya los conocen. Y los que evitaban leerlos, no van ahora a correr a comprarse el libro recopilatorio. Sin embargo, a m¨ª me encantan los libros de art¨ªculos. A algunos maestros se los conserva mejor en ese formato que en otros envites narrativos. De Larra a Mencken y de Camba a Liebling corren r¨ªos y afluentes magistrales. Los art¨ªculos son guardamemorias, flores conservadas entre las p¨¢ginas de un libro que nunca pensaste volver a abrir.
El entierro de Margaret Thatcher ejemplifica que la historia la escriben siempre los ganadores. En eso tienen raz¨®n los que hicieron trampa en los mundiales o se drogaron antes de la carrera ol¨ªmpica. Algo as¨ª sucede cuando no se quiere recordar la guerra sucia, las torturas carcelarias y el aplastamiento de inocentes reclutas alistados con amenazas. A un l¨ªder derrotado no le lavar¨ªan estas manchas y la pompa de sus funerales ser¨ªa tibia y vergonzante. Un modo de gobernar que incluy¨® cerrar la investigaci¨®n sobre la muerte de 96 seguidores del Liverpool en el estadio de Hillsborough en abril de 1989, ocultando y manipulando pruebas para eludir cualquier responsabilidad policial y hacer cargar a los muertos con toda culpa. Las conclusiones de esta investigaci¨®n no son tan lejanas, apenas datan de hace medio a?o, pero la memoria es un capricho que algunos no quieren permitirse.
Todo era m¨¢s evidente en 1989. En un libro de art¨ªculos de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n me encontr¨¦ con una reflexi¨®n de esos d¨ªas octubre en que cay¨® el muro de Berl¨ªn, destinada a prevenir a la izquierda del desaf¨ªo que se le ven¨ªa encima. No sonaba oportuno en la euforia de entonces, pero resulta interesante le¨ªda hoy: ¡°Se empieza por pedir perd¨®n a los proletarios del mundo y se acaba pidiendo perd¨®n al capitalismo y a sus tiburones, e incluso pregunt¨¢ndoles cu¨¢nto se debe, cu¨¢nto se debe por todo cuanto el movimiento obrero les ha arrebatado desde que existe¡±. A la Thatcher su propio partido la traicion¨® y la expuls¨® del poder en el a?o siguiente. Ya no era necesaria. Era m¨¢s fotog¨¦nico que otros nos pasaran a cobro el cu¨¢nto se debe.
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