Echenoz evoca su biblioteca juvenil de la mano de Manguel
Los autores se encontraron ayer en el Instituto Franc¨¦s de Madrid Hablaron de c¨®mo sus lecturas de infancia y juventud despertaron el escritor que llevaban dentro
Mientras anoche una fr¨ªa tormenta te?¨ªa de naranja la puesta de sol, dos butacones rojos esperaban sobre el escenario del sal¨®n de actos del Instituto Franc¨¦s de Madrid el acomodo de Jean Echenoz (Orange, 1947) y Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948), dos escritores dispuestos a evocar sus lecturas juveniles e infantiles entre rayos y truenos. Un encuentro con el p¨²blico (que tan solo medio llen¨® la sala) para charlar durante casi dos horas sobre libros, literatura, nietos y el futuro del papel (los dos coinciden en rechazar los discursos apocal¨ªpticos). Echenoz, ese escritor de gusto melanc¨®lico (¡°mezclada con iron¨ªa, vivacidad y elegancia¡±, seg¨²n la cr¨ªtica), se encorv¨® en el asiento ¡ªquiz¨¢ por timidez: ¡°decir que soy escritor me suena rid¨ªculo¡±, hab¨ªa dicho en la antesala del acto¡ª mientras Manguel (ese escritor e historiador de la lectura en permanente b¨²squeda de la biblioteca perfecta) se mantuvo erguido manteniendo el tono y el ritmo de la conversaci¨®n. ¡°Hac¨ªa tiempo que persegu¨ªa un encuentro con Jean, pero nos costaba cuadrar la agenda, me alegra que por fin sea, aunque no estemos solos¡±, confes¨® Manguel.
B¨¢sicamente, hablaron de lecturas de infancia y juventud, y de c¨®mo despert¨® en sus conciencias el escritor que llevaban dentro. ¡°Los primeros libros que recuerdo leer son los cuentos de los hermanos Grimm¡±, relat¨® Echenoz. ¡°Me gustaban las aventuras fant¨¢sticas, me gustaba asustarme leyendo, pasar miedo sabiendo que al final todo acabar¨ªa bien. Mis padres viajaban mucho y yo solo recuerdo una constante en mi infancia: los libros, ellos me proporcionaban una seguridad que hoy, cuando vuelvo a ellos, sigue intacta¡±. Grimm, Andersen (¡°con su dosis de violencia¡±), las Condesa de Segur¡ ¡°En ellos encuentro m¨¢s fidelidad que en ninguna otra parte. 65 a?os despu¨¦s, a¨²n guardo algunos de aquellos libros¡±. Para el Echenoz el miedo respond¨ªa a una fascinaci¨®n que no implicaba ning¨²n terror: ¡°yo estaba solo con mi libro pero no hab¨ªa un trauma de por medio¡ La presencia de la crueldad en los cuentos es permanente, pero se trata de una crueldad fascinante¡±.
Para Echenoz, ¡°un lector fabrica el libro tanto como el autor¡±, y eso convierte, como apunt¨® Manguel, ¡°cada biblioteca en una autobiograf¨ªa¡±. Al escritor argentino a¨²n le admira ¡°el ojo censor¡± que siendo a¨²n cr¨ªo surgi¨® en ¨¦l. ¡°Detectaba lo que no me gustaba y no tem¨ªa descartarlo. Le¨ªa de una forma muy libre¡±. ¡°Recuerdo leer cosas que no entend¨ªa en absoluto, como una novela de Moravia que cay¨® en mis manos antes de tiempo. Leemos cosas que no entendemos pero les damos un valor casi m¨¢gico, de misterio¡ Las palabras dif¨ªciles, los obst¨¢culos, se convierten en tesoros¡±. El escritor evoc¨® tambi¨¦n el descubrimiento de la mentira: ¡°Yo ten¨ªa siete a?os y fue leyendo la cubierta de La isla del Tesoro. El chico narrador no coincid¨ªa con el tipo que firmaba el libro. ?Qu¨¦ era eso? ?Es que alguien me enga?aba? Todo aquello solo era un juego¡±.
Embustes, juegos, bibliotecas paternas (¡°mis padres eran grandes lectores¡±, record¨® el franc¨¦s),? colecciones de libros juveniles rosas y verdes, y, ?c¨®mo no?, Kipling. ¡°?Elefantes, camellos..! Estoy deseando que mi nieta crezca un poco para poder leerle los cuentos de Kipling¡±, asegur¨® Manguel.
Los dos autores explicaron entonces su desembarco en la escritura. Para Manguel fue la consecuencia directa de su amor a la lectura, para Echenoz la convicci¨®n de que no ten¨ªa nada mejor que hacer. ¡°Empec¨¦ a escribir porque me gustaba leer, lo malo fue comprobar que esas lecturas no se trasluc¨ªan en mis esfuerzos, como lector sab¨ªa que lo que escrib¨ªa no merec¨ªa la pena. As¨ª que de los 10 a los 15 a?os lo dej¨¦. Borges dijo que los escritores escriben lo que pueden mientras que los lectores leen lo que quieren. ?Por qu¨¦ no aceptar esa enorme libertad? No s¨¦, supongo que como lector es a¨²n m¨¢s dif¨ªcil ganarse la vida¡±, dijo el argentino.¡°
¡°Es curioso, a mi la conciencia de escribir tonter¨ªas no me impidi¨® hacerlo¡±, admiti¨® Echenoz. ¡°Creo que me pas¨¦ 30 a?os escribiendo cualquier cosa pero sin poder dejar de hacerlo. Antes de los 10 a?os ya sent¨ª que no ten¨ªa nada mejor que hacer que escribir¡±. El autor de 14, explic¨® que ser¨ªa incapaz de escribir para ni?os, ¡°tampoco podr¨ªa escribir un ensayo, ni una obras de teatro Solo novelas. Las ideas no me llegan antes sino cuando empiezo a escribir, se desencadena en el proceso¡±. El di¨¢logo sigui¨® citando a Dickens, Vargas Llosa y Kafka hasta llegar a un punto de discrepancia: ?lo que un autor no quiere publicar en vida hay que respetarlo despu¨¦s de muerto? Manguel cree que lo que un escritor no destruye con sus manos es porque en el fondo busca encontrar un lector. ¡°Cuesta destruir lo que uno a escrito pero no por eso quieres publicarlo¡±, le rebati¨® Echenoz. ¡°Hace 25 a?os escrib¨ª una obra de teatro que no quiero que nadie lea, pero me cuesta deshacerme de ella. Aunque despu¨¦s de esta conversaci¨®n lo voy a hacer nada m¨¢s llegar a casa¡±.
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