Dos caras de la m¨²sica
Mulatu Astatke y Daniel Johnston llenan el Auditori del Primavera
Es la joya de la corona, uno de esos argumentos imbatibles del Primavera Sound: el Auditori. Que en un festival al aire libre se pueda disponer de un amplio recinto donde escuchar en las debidas condiciones los conciertos programados resulta un aut¨¦ntico lujazo. Ese hecho permite soportar con entereza los problemas que suponen la gesti¨®n del espacio, que en ocasiones se traduce en largas colas. Pues bien, en ese recinto, en la tarde del viernes se vivieron dos caras de la m¨²sica, una expansiva y entusi¨¢stica, la otra m¨¢s bien triste y depresiva. Una la protagoniz¨® el m¨²sico de jazz et¨ªope Mulatu Astatke y la otra el cantante y compositor Daniel Johnston.
A tenor de lo visto en el concierto del et¨ªope, desde que hace cuatro a?os se presentase en Barcelona en el Sonar, su popularidad ha subido como la espuma. Ello se tradujo en un Auditori casi lleno, casi unas tres mil personas, que siguieron con verdadero entusiasmo un concierto muy completo¡.de jazz. Y es que el p¨²blico del festival, como cualquier persona con inquietudes, sin prejuicios ni barreras mentales, cada vez se muestra m¨¢s abierto a escuchar otras m¨²sicas ajenas a aquellas que les han significado generacionalmente, y es por ello que el festival puede abrir paulatinamente su paleta de estilos.
Ello se visibiliz¨® en el concierto de Mulatu, donde el p¨²blico disfrut¨® con la prestancia y estilo de un septeto ¨Cbater¨ªa, percusi¨®n, trompeta, saxo, cello, contrabajo, piano- en cuya proa estaba Mulatu con el vibr¨¢fono. Esta formaci¨®n naveg¨® por el jazz con resabios funk y un marcado acento de percusi¨®n, tambi¨¦n la toc¨® Mulatu, que anclaba el sonido en ?frica. El p¨²blico aplaudi¨® con met¨®dica puntualidad todos y cada uno de los solos ¨Ccada instrumentista tuvo su momento- e incluso celebr¨® con movimientos propios de un concierto rock la descarga final de percusi¨®n. Un exitazo que refrenda la apertura del festival. Una verdadera celebraci¨®n.
La otra cara la marc¨® la actuaci¨®n de Daniel Johnston, un artista con diagnosticados problemas mentales e incapaz de realizar una actuaci¨®n por encima de los m¨ªnimos aceptables. Sali¨® al escenario con la mirada opaca junto con el grupo local Betunizer como apoyo, y a partir de ah¨ª el p¨²blico celebr¨® el mero hecho de que no se derrumbase, aplaudiendo incluso errores, despistes, problemas de afinaci¨®n y dem¨¢s consecuencias del estado mental de alguien que muy probablemente no deber¨ªa estar sobre un escenario. Se podr¨¢ objetar que los conciertos de Daniel Johnston pueden resultarle terap¨¦uticos, y todo y que esta puntualizaci¨®n deber¨ªa correr a cargo de un especialista, no parece edificante contemplar como un artista se pierde, entona mal, vocaliza peor y, lo que resulta m¨¢s triste, todo ello es motivo de euforia, como si Johnston fuese un ni?o al que debe premiarse cada vez que no se tira la papilla en el babero.
Desde luego que el de la tarde del viernes no ha sido el peor de sus conciertos en Barcelona, pero ello no aminora la sensaci¨®n de tristeza. Quiz¨¢s envalentonado ante la respuesta del p¨²blico, Daniel se atrevi¨® a cantar varios temas casi a capella ¨C¡°Walking the cow¡±, ¡°Speeding motorcycle¡±- rocke¨® extraviado con ¡°Love wheel¡±, destroz¨® una balada como ¡°Sweetheart¡± y se despidi¨® con ¡°True love will find you in the end¡± ante una audiencia que no se movi¨® del asiento, algo que ocurre en todos los dem¨¢s conciertos del Auditori, donde siempre suele haber tr¨¢fico de entrada y salida. Con Daniel Johnston no. El morbo y la celebraci¨®n mitificada de un desequilibrio parecen la causa de una situaci¨®n tan desalentadora. La locura siempre ha vendido.
Babelia
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