Elsa Bornemann, la autora de literatura infantil que atemoriz¨® a Videla
Elsa Bornemann, autora de libros infantiles que asombraron a cientos de miles de ni?os, muri¨® el viernes en Buenos Aires a los 61 a?os. Junto con Mar¨ªa Elena Walsh, la gran maestra del g¨¦nero, fue una escritora querida y reconocida por varias generaciones de lectores.
Creadora de una literatura de calidad que supo aunar inteligencia y audacia, conquist¨® a los ni?os trat¨¢ndolos como verdaderos lectores, con respeto, y aportando una fantas¨ªa sin l¨ªmite, en historias de amor, de miedo o de terror. Su escritura no elud¨ªa la realidad, a veces triste y dolorosa, que tambi¨¦n forma parte de la vida infantil. Escrib¨ªa cuentos irreverentes, poco solemnes, pol¨ªticamente incorrectos para las pautas de la ¨¦poca, como Cuentos de terror, Un elefante ocupa mucho espacio o El libro de los chicos enamorados.
En sus dif¨ªciles inicios empez¨® publicando en la peque?a editorial de unos amigos. En 1976 recibi¨® una nominaci¨®n de honor del Premio Internacional Hans Christian Andersen e inmediatamente despu¨¦s, mediante un decreto especial, la dictadura del general Videla prohibi¨® su libro Un elefante ocupa mucho espacio argumentando que ¡°defend¨ªa el derecho de huelga¡±. Seg¨²n relata el escritor Roberto Sotelo, Elsa coment¨®: ¡°Nos queda una ense?anza, que es de Dal¨ª: en ¨¦pocas de grandes censuras hay que intentar ser m¨¢s inteligente que los censores¡±.
En los ¨²ltimos veinte a?os, las ediciones de sus libros en Alfaguara superan los dos millones de ejemplares. Elsa Bornemann siempre fue querida, adorada para ser m¨¢s preciso, por ni?os, padres y maestros, y supo sostener y responder a esos sentimientos. Cuando se presentaba en alguna feria del libro infantil todo era alegr¨ªa y largas colas; conversaba horas con todos los chicos, sab¨ªa generar un sentimiento de complicidad y amistad que superaba el ¨¢mbito de las presentaciones.
Fue una mujer con gran sentido del humor. Contaba que cuando comenz¨® el colegio la llamaba la maestra: ¡°?Bornemann, Elsa!¡±. Ella respond¨ªa ¡°presente, se?orita¡±. ¡°Muy bien, ?nos puede decir el nombre de su mam¨¢¡±. ¡°S¨ª, Blancanieves¡±, contestaba. Despu¨¦s de la risa general, la maestra le volv¨ªa preguntar, y respond¨ªa igual. Es que su mam¨¢, mezcla de portugueses y espa?oles, casada con un alem¨¢n, se llamaba Blancanieves Fern¨¢ndez; de esa forma comenzaba a insinuarse esa mezcla de ficci¨®n y realidad en su vida que iba a dar lugar al nacimiento de una hija muy especial, una hija escritora de cuentos para ni?os.
El gran amor de su vida fue su padre, Wilhelm Karl Henri Bornemann, un alem¨¢n de Hannover que lleg¨® a Argentina para instalar un gran reloj de campana en Buenos Aires y, como muchos de aquellos inmigrantes, se qued¨® para siempre. Unos a?os despu¨¦s, cuando se construye la fastuosa sucursal de la casa Harrod¡¯s de Londres, le encargaron la instalaci¨®n de un reloj que, casi un siglo despu¨¦s, todav¨ªa puede verse en el vetusto edificio abandonado de la calle Florida.
Como agente literario, trabaj¨¦ con ella y su obra muchos a?os: ella me llamaba Wilhelm, versi¨®n alemana de mi nombre, porque le hac¨ªa acordar a su pap¨¢, quien iba a ser el protagonista del cuento Wilhelm el relojero, que aunque me lo cont¨® varias veces, nunca logr¨® terminar. Hace muchos a?os que Elsa no publicaba nada nuevo.
Hac¨ªa mucho tiempo que andaba mal de ¨¢nimo, varios a?os que ya no asist¨ªa a las ferias del libro infantil, y un par de a?os que ni sal¨ªa de su casa. A su entorno familiar hab¨ªa sumado sus perritas y unos gatos que eran sus grandes compa?eros.
Llevaba demasiado tiempo llena de tristeza, apagada. Sin ganas de seguir adelante. Su muerte es desoladora. Varias generaciones de lectores sentiremos una aut¨¦ntica orfandad.
Nos queda la compa?¨ªa de sus libros.
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