Las morenas y las rubias
He aprendido en un libro (Generaci¨®n par¨¦ntesis) de mi amiga Joana Bonet (exdirectora de Marie Claire y ahora directora de PRISA Revistas) varias cosas sobre las mujeres rubias que, seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) dejar¨¢n de existir relativamente pronto. Posiblemente al comp¨¢s de la desaparici¨®n de los ojos azules y de la piel blanca.
La cultura rubia, como todo lo del norte, se ha cotizado m¨¢s que la cultura morena. No hay mujer espa?ola con m¨¢s de 40 a?os que no se enrubie y, en general, toda el ¨¢rea donde el vino es la insignia y no la cerveza lo moreno se asociaba al subdesarrollo.
Las regiones cerveceras son eminentemente rubias y las ¨¢reas del vino (tinto) son el lugar natural de las chicas morenas. Los pa¨ªses del norte llaman PIGS a los del sur asoci¨¢ndolos a los cerdos, acaso de pata negra. Y los del sur miran al norte como una raza depurada sobre la que no hace falta detallar las consecuencias de su preeminencia supuesta.
Lo rubio en el cine fue sin¨®nimo de seducci¨®n pero tambi¨¦n de perdici¨®n. Y no solo de perdici¨®n moral para los caballeros, sino para el propio equilibrio psicol¨®gico, puesto que el ani?amiento connota con lo rubio y los beb¨¦s maduran, en efecto, ennegreci¨¦ndoseles el pelo. En el principio de todo color est¨¢ el blanco y en su exterminaci¨®n el negro. Al final de la vida, las ropas claras del reci¨¦n nacido terminan en el luto funerario.
Los caballeros las prefieren rubias pero se casan con las morenas fue el t¨ªtulo y la tesis doctoral de la pel¨ªcula que interpretaron Marilyn Monroe y Jane Russell en 1953 bajo la direcci¨®n de Howard Hawks. Realmente el t¨ªtulo original solo dec¨ªa Gentlemen prefer blondes, pero la Espa?a franquista remataba con el segmento estabilizador de morena. Ni siquiera con las dos versiones de la pel¨ªcula Morena Clara que dirigieron Flori¨¢n Rey y Luis Luc¨ªa en 1936 y 1954, con Imperio Argentina y con Lola Flores (¡°la Lola de Espa?a¡±) se aclaraba el oscurantismo nacional.
Lo rubio fue el color caracter¨ªstico del turista venido de lejos mientras lo ind¨ªgena o moreno evocaba las penosas circunstancias de la posguerra espa?ola y la retah¨ªla de pa¨ªses paup¨¦rrimos bajando hacia el sur.
Parad¨®jicamente, sin embargo, la antropolog¨ªa superadora de esta crisis, no ser¨¢ rubia sino muy morena. Las previsiones demogr¨¢ficas del planeta ¡ªseg¨²n ha averiguado Joana Bonet¡ª se miden en tonalidades oscuras, y si la poblaci¨®n mundial de 2050 alcanza los 9.000 millones de individuos, unos 8.000 ser¨ªan originarios de ?frica, Asia y Am¨¦rica del Sur.
De hecho, seg¨²n la OMS en 2200 nacer¨¢ en Finlandia la ¨²ltima mujer rubia del planeta. Hoy, dice Bonet, solo una de cada 20 mujeres es rubia natural. Las otras rubias son ¡°de bote¡± : ¡°Soy rubia de bote y tonta natural¡±, se dice.
Pero claro que no son m¨¢s tontas las rubias. Si as¨ª fuera, ?c¨®mo habr¨ªan de te?irse tantas? ?Tantas tontas? No obstante, ?por qu¨¦ no te?irse m¨¢s de casta?a o de morena?
La segunda parte del siglo XIX, Espa?a estuvo de moda en Europa por el encantador romanticismo que desprend¨ªan sus garbosas majas de azabache. Raimundo Madrazo hizo su gran carrera de pintor en Francia, donde entonces resid¨ªa, retratando decenas de veces a una modelo Aline Masson espesamente seudomanchega. Aline Masson con la mantilla, con el abanico, leyendo, paseando, retando al artista desde la altiva fogata de sus pesta?as negras.
?El rubio? Esto era para salir fr¨ªvolamente una noche. El rubio es voluble y el negro consistente. De ah¨ª que el matrimonio, seg¨²n la proclama de la versi¨®n espa?ola (pero se casan con las morenas) desembocara en lo considerado cabal. ?Cultura de pobres? ?Comida de pan negro? Ya no es tan seguro. Los n¨²meros rojos (¡°rojo¡± y ¡°rubio¡±, roig, es la misma palabra en algunas partes de Valencia) son temibles mientras todos corren durante estos d¨ªas a la conquista de los n¨²meros negros, el anhelado color del triunfo en el presupuesto.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.