¡°El capitalismo es t¨®xico¡±
Su ¨²ltima novela, ¡®Capital¡¯, capta la esencia de la ¨¦poca de los br¨®kers en la City londinense


Hay novelas que captan la esencia de una ¨¦poca. La de los br¨®kers, la del ganar dinero como sea, como ¡°objetivo elevado y noble¡±; la de la burbuja inmobiliaria en la que comprar una casa y quedarse cruzado de brazos dentro de ella ¡°era como estar en un casino con la garant¨ªa de ganar¡± podr¨ªa ser perfectamente Capital (Anagrama), la ¨²ltima novela del ingl¨¦s John Lanchester (Hamburgo, 1962). Es susceptible pensar que cumple la funci¨®n de American Psycho, de Bret Easton Ellis, en relaci¨®n a los yuppiesde los ochenta. ¡°En esa novela estaban obsesionados por las marcas y a¨²n hoy as¨ª es en la gente de la City londinense¡±, enlaza Lanchester, que dice que lo ¨²nico que ha hecho en esta voluminosa obra de 600 p¨¢ginas es ¡°describir lo que ve por la ventana¡± de su casa en Londres. ¡°Por las ma?anas, mis vecinos van a la City a trabajar, la calle se queda desierta y entonces empiezan a llegar sin parar camiones con comida y con objetos para las tiendas¡±.
Pepys Road es una ficticia calle londinense donde cada d¨ªa que pasa las casas suben de precio sin m¨¢s. All¨ª el autor de la premiada El puerto de los aromas cruza a un banquero que encuentra normal cobrar una comisi¨®n de un mill¨®n de libras y a su esposa que gasta compulsivamente con unos paquistan¨ªes (uno de los cuales ha tonteado con el terrorismo checheno) que regentan el supermercado. Hay una anciana de antiguos valores brit¨¢nicos que es visitada por un nieto que es un artista de discutibles performances. Tambi¨¦n una estrella del f¨²tbol senegal¨¦s de 16 a?os con su padre, o un alba?il polaco que no da abasto trabajando en la zona¡ Y, sobrevolando, una misteriosa amenaza llega desde los buzones: ¡°Queremos lo que usted tiene¡±.
Parece un particular friso de la Londres multirracial y opulenta de finales del XX y principios del XXI, un collage que podr¨ªa cumplimentar los que colegas como Martin Amis o Zadie Smith han hecho tambi¨¦n de esa metr¨®polis. ¡°Curiosamente, los dos se han ido a Nueva York¡±, ironiza Lanchester. ¡°No, no son arquetipos, espero que el libro, con los a?os, d¨¦ una lectura hist¨®rica de un momento de ruptura brutal, de un cambio de mentalidad desde 2008 como nunca antes¡±. ?Cu¨¢l? ¡°Que no se puede vivir de manera tan inconsciente y que por vez primera no se va prosperar indefinidamente¡±. El aprendizaje se traducir¨¢, cree, en ¡°una clase alta cada vez m¨¢s intocable y rica y una clase media que va a quedar muy diezmada; pobres habr¨¢ siempre y algunos m¨¢s¡±.
De alguna manera, Lanchester, que ha invertido cinco a?os, desde 2006 a 2011, en la elaboraci¨®n de la obra, se ha estado preparando para esta ambiciosa novela, con obras suyas anteriores: El se?or Phillips (historia de un hombre en paro), El puerto¡ (¡°Hong Kong es el ejemplo de un capitalismo que ha arrastrado al resto del mundo; me fui de all¨ª y Hong Kong me ha perseguido a Londres¡±) y de su expl¨ªcito ensayo ?Huy! Por qu¨¦ todo el mundo debe a todo el mundo y nadie puede pagar (¡°de ah¨ª he arrastrado conceptos y detalles que he colocado en la novela¡±).
En Capital no queda claro si lo que ocurre lo genera el propio sistema, como si de un ser vivo se tratara, o en el fondo est¨¢n los males eternos del ser humano: avaricia, egocentrismo, pulsi¨®n sexual¡ ¡°Es una combinaci¨®n de ambas cosas pero es evidente que el sistema capitalista hace aflorar determinados sentimientos. Hay una toxicidad del sistema capitalista, es t¨®xico. La City no era as¨ª hace 25 a?os, basada ahora en esa absurda creencia teol¨®gica de un mercado sin regla alguna y que lo que estropee ya lo arreglar¨¢ ¨¦l mismo, lo cual es absolutamente falso¡±.
Tras sus gafas ovaladas y cara y voz bonachonas, Lanchester, hijo de banquero y criado en Calcuta, Rang¨²n, Brun¨¦i y Hong Kong, es duro con la situaci¨®n que arranc¨® con Margaret Thatcher y Ronald Reagan ¡ª¡°si se hubiera controlado m¨¢s al sector financiero el impacto de la crisis habr¨ªa sido mucho menor¡±¡ª y cree que ¡°los bancos son zombies: piensan que est¨¢n vivos igual que antes y siguen ofreciendo cr¨¦ditos y jugando con el sistema. Jap¨®n nos demuestra que poner y poner dinero tampoco es la soluci¨®n¡±. La estrategia de llevarlo todo hoy al low cost way of live no le parece, piensa, la mejor manera de competir con pa¨ªses como Jap¨®n mismo o India.
Capital es un edificio tan rico que deja pinceladas sociol¨®gicas de gran inter¨¦s, como los cambios experimentados en la personalidad inglesa. ¡°La vulgaridad era tab¨² y los sentimientos tend¨ªan a interiorizarse; todo esto el hipercapitalismo lo ha borrado de la gente en apenas 30 a?os¡±.
Tambi¨¦n asoma la aluminosis del racismo: ¡°Londres es distinto del resto del pa¨ªs; es cierto que se ven muchos matrimonios mixtos, pero dependen de qui¨¦n eres t¨² y de d¨®nde est¨¢s en el escalaf¨®n social: cuanto m¨¢s abajo, m¨¢s se acusa hoy el racismo en Inglaterra¡±. Una obsesi¨®n personal la refleja el nieto artista amante de las performances. ¡°El arte contempor¨¢neo es, en buena parte, una especie de gran comedia que se toma tan en serio que es un muy lucrativo negocio; el Este de Londres est¨¢ lleno de artistas y gente del mundo de la publicidad y esas ramas; no puedo evitar hablar de ellos porque me atrae su comicidad¡±.
Lanchester, h¨¢bil narrador, retratista de personajes cuyos pensamientos pueden casi tocarse, ha visto vinculada esta novela a nombres como los de Charles Dickens y Anthony Trollope. ¡°Para Capital pensaba en la novela del XIX porque me parec¨ªan que sus t¨¦cnicas eran muy buenas para poder explicar los cambios en una sociedad; aquella fue una ¨¦poca de cambios mentales m¨¢s r¨¢pidos incluso que los de hoy¡±, apunta el autor.
Cree que ha usado ¡°el malet¨ªn de herramientas¡± del XIX para ¡°arreglar la realidad¡± del XXI. ¡°He cogido unas lentes y he ido enfocando los cambios, pero siempre desde el mismo marco. La linealidad narrativa de la historia del XIX la rompo con ese intercalado constante de cap¨ªtulos de cada personaje¡±, dice.
El autor parece pragm¨¢tico. O no: escribe los ensayos en ordenador, a raz¨®n de unas 1.000 palabras por d¨ªa, mientras que la ficci¨®n la perge?a a mano, a 500 palabras por jornada, con el mismo tipo de rotulador y adem¨¢s en fichas. ¡°La no ficci¨®n quiero que cueza r¨¢pido; para las novelas deseo que dure el estado de ambig¨¹edad, que vayan fermentando y este m¨¦todo me lo permite¡±. Luego est¨¢ el estilo, en el que tambi¨¦n es dual. Por un lado, defiende que la narrativa del XIX es m¨¢s libre que la actual. ¡°Hoy hay m¨¢s trabas al escritor que entonces; despu¨¦s de Henry James, hay m¨¢s restricciones sobre lo que el narrador puede o no decir, qu¨¦ puede saber o no de un personaje¡±; pero tambi¨¦n elogia, y mucho, la narrativa televisiva actual: ¡°Ha sabido casar formas narrativas tradicionales del XIX con t¨¦cnicas modernas para enganchar al espectador. The wire, por ejemplo, es un caso expl¨ªcito de eso, con absorci¨®n de t¨¦cnicas literarias del XIX y grandes recursos actuales. Es un desaf¨ªo muy interesante¡±.
Con un porcentaje calculado de ambas, Lanchester ha escrito Capital, libro peligroso en su calle. ¡°No hay problema, los de la City no leen¡±.
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