Empecemos por los principios
P¨¢sense por la feria, aunque se haya volatilizado el atractivo de los espacios de Bankia Releo 'Cinelandia', ese disparate novelesco rebosante de br¨ªo modernista de G¨®mez de la Serna
Bankia (¡°empecemos por los principios¡±) sigue empe?ada en su irrenunciable vocaci¨®n de servicio a la sociedad. Ah¨ª tienen lo que ha pasado con la Feria del Libro, pongo por caso. Pocas horas despu¨¦s del drama valenciano, cuando un preferentista trastornado por las consecuencias personales del desaguisado bankario la emprendi¨® a pu?aladas con el prejubilado de Bancaja que, seg¨²n ¨¦l, le hab¨ªa vendido la envenenada mercanc¨ªa financiera, la entidad decidi¨® suprimir los servicios que tradicionalmente prestaba a los feriantes y de los que, evidentemente, tambi¨¦n sacaba tajada la compa?¨ªa, que no es precisamente una ONG. La explicaci¨®n oficial, evidentemente, no fue esa. Pero nadie, absolutamente nadie en la feria duda de que les entr¨® el canguelo al pensar lo que podr¨ªa sucederle, por ejemplo, al bancob¨²s de las pelas si lo aparcaban en las proximidades del paseo de Coches. Y es que los preferentistas defraudados, ultrajados, empobrecidos y humillados por la entidad (¡°porque somos Bankia sabemos que nuestro balance va m¨¢s all¨¢ de los n¨²meros¡±) tambi¨¦n son lectores y, si no compran libros (porque su dinero se ha volatilizado), al menos se pasean y curiosean entre las casetas, y no era cosa de que reparasen en algo que les recordara a la entidad favorecida con ¡°17.959 millones de euros de ayudas p¨²blicas¡±, es decir, con nuestro dinero. De modo que, mientras contin¨²an las misteriosas maniobras orquestales en la oscuridad (el mismo d¨ªa 31, mientras Reina y ministro, que nunca pierde la ocasi¨®n de ser abucheado, se paseaban entre libros y sonrisas, Morgan Stanley se hac¨ªa con 145 millones de acciones de Bankia), los feriantes se han quedado compuestos y sin novio bankario. Ese, si quieren que les sea sincero, ha sido el ¨²nico bald¨®n rese?able en los primeros d¨ªas feriales, marcados por el sol primaveral, un cielo corruscante ventilado por el aire de Madrid (¡°tan sutil que mata a un hombre y no apaga un candil¡±) y una afluencia incre¨ªble de autores firmantes y de ¨¢vidos lectores que, adem¨¢s, hab¨ªan cobrado ¡ªlos que a¨²n tienen empleo, me refiero¡ª y acud¨ªan con la paga fresquita y saltarina. Y, encima, todo funcionando como es debido, empezando por la megafon¨ªa y el eficaz servicio de prensa y comunicaci¨®n. Como afirma prudentemente el director del evento, Teodoro Sacrist¨¢n Santos (siempre he envidiado el empaque teol¨®gico de su nombre), no hay que hacer ¡°proyecciones de tan esperanzador arranque¡±, pero los feriantes andan a la vez optimistas y expectantes, mientras cruzan los dedos e invocan a su patr¨®n San Jer¨®nimo de Estrid¨®n, al que Zurbar¨¢n pint¨® sosteniendo una enorme Vulgata (hoy sostendr¨ªa el Inferno de Brown). De ustedes ¡ªimprobables, compulsivos, empedernidos, impenitentes, perspicaces, deseados lectores¡ª y de su hambre de libros, depende que la tendencia se confirme. De modo que, en nombre de tanto papel felizmente impreso, p¨¢sense por la feria (este fin de semana habr¨¢ m¨¢s autores que casetas), aunque se haya volatilizado el atractivo suplementario de los espacios de Bankia y algunos de ustedes ya hubieran comprado sprays para redecorarlos. No se puede tener todo.
Cine
Releo en diagonal Cinelandia, ese disparate novelesco sin pies ni cabeza (ni argumento), pero rebosante de br¨ªo modernista, en el que Ram¨®n G¨®mez de la Serna expres¨® en im¨¢genes vanguardistas su contradictoria relaci¨®n con Hollywood en particular y el cine en general. Lo hago en la edici¨®n de Nigel Dennis (publicada por la estupenda Biblioteca Castro: v¨¦anla completa en la caseta 244), en cuyo novedoso segundo volumen se incluyen, adem¨¢s, otras de las mejores novelas del autor, como El novelista, La Quinta de Palmyra o La mujer de ¨¢mbar: un tomo imprescindible para los ramonianos, entre los que, por otra parte, nunca me he contado. Me fijo en esos cuasipersonajes esbozados con pretensi¨®n de arquetipos de estar por casa y que, a veces, se esfuman y no vuelven a aparecer: en la actriz drogadicta que se l¨ªa a mordiscos con su m¨¦dico; en el c¨®mico deprimido porque un espectador se le ha muerto de risa; en el gordo con ¡°boca de pito y aires de sarasa¡±. Y, sobre todo, en Tomy, el ni?o prodigio cuya genialidad se resuelve en la producci¨®n de constantes sentencias-greguer¨ªas con las que va acotando apod¨ªcticamente el mundo: ¡°el acorde¨®n suena a s¨®tano triste¡± o ¡°la enorme boca del hipop¨®tamo es un buz¨®n para las cartas dirigidas a la Mesopotam¨ªa¡± (el acento es suyo). Completo la lectura cin¨¦fila con el m¨¢s que entretenido El banquete de los genios, de Manuel Hidalgo (Pen¨ªnsula), centrado en el almuerzo de inmortales del celuloide que George Cukor organiz¨® en 1972 en su mansi¨®n hollywoodiense, y al que acudieron, adem¨¢s del invitado-estrella Luis Bu?uel, los cineastas Billy Wilder, Rouben Mamoulian, John Ford, William Wyler, Robert Wise, George Stevens, Serge Silberman, Jean-Claude Carri¨¨re o Alfred Hitchcock, un buen admirador de la obra del aragon¨¦s, al que le confes¨® su entusiasmo por la secuencia de Tristana en que se revela que la hero¨ªna solo tiene una pierna. Hidalgo aprovecha la c¨¦lebre ¡°foto de familia¡± de la reuni¨®n para trazar un retrato transversal de un Hollywood que para entonces ya no era el de los ¡°viejos buenos tiempos¡± al que todos los comensales se refirieron con nostalgia.
Guerra
Lo peor, desde el punto de vista de la mercadotecnia editorial, de Una p¨¢gina dif¨ªcil de arrancar (Planeta), tercer tomo de las memorias de Alfonso Guerra, es que la cobertura medi¨¢tica (televisi¨®n, radio, prensa) ha sido tan apabullante y desmedida que el (posible) lector puede acabar teniendo la sensaci¨®n de que ya ha le¨ªdo el libro sin gastarse ni un c¨¦ntimo de los 22,50 euros que cuesta. Y se equivocar¨ªa. Guerra ¡ªun hombre inteligente y culto (una pizca previsible en sus preferencias literarias, para mi gusto), adem¨¢s de un pol¨ªtico especialmente dotado para el maquiavelismo que exige el juego ¡°democr¨¢tico¡±¡ª elige muy bien lo que dice y lo que omite, tanto en lo p¨²blico como en lo privado (entre las ausencias menores ha desaparecido, por ejemplo, su segunda estancia en Middlebury College en 1998, bastante menos familiar que la primera). Pero entre lo que consigna y lo que no, uno se hace una buena idea de su punto de vista acerca de s¨ª mismo (suficientemente bueno, como dir¨ªa Winnicott) y de la pol¨ªtica espa?ola entre 1991 ¡ªcuando ¡°sali¨®¡± del Gobierno¡ª, y la actualidad: ¨¦l ¡ªsiempre queda entre l¨ªneas la sugerencia¡ª lo hubiera hecho casi todo de modo bien distinto. Lo que no tiene el libro, igual que su autor, son demasiados miramientos a la hora de los juicios, personales y pol¨ªticos, y eso constituye, sin duda, otro aliciente comercial. Sus memorias no son las Confesiones (1782-1789) de Rousseau, pongo por caso, y tambi¨¦n est¨¢n muy lejos de Le miroir des Limbes (1976), que reun¨ªa los dos vol¨²menes de las de Malraux, pero entretienen y ayudan a comprender, lo que no es poco. Espero que a Planeta le vaya mejor con estas memorias que con las de Bono, sobre quien el exvicepresidente, por cierto, se expresa siempre lac¨®nicamente y con una desgana que revela inmenso desprecio intelectual.
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