Escarbar
El juicio a Jos¨¦ Bret¨®n se ha convertido en el plato estrella para las televisiones espa?olas, amparadas en el inter¨¦s que despierta en la sociedad un caso tan demoledor
A menudo las televisiones se comportan como los perros. Es comprensible. Los instintos animales no solo son naturales, a veces tambi¨¦n son sabios. Y si los perros olisquean en torno a la basura es porque saben que est¨¢ a su alcance, que guarda sorpresas y que a veces un maloliente asunto contiene un fest¨ªn para sus sentidos. De esta manera, el juicio a Jos¨¦ Bret¨®n se ha convertido en el plato estrella para las televisiones espa?olas, amparadas, y ah¨ª nadie es capaz de discutirles la estrategia, en el inter¨¦s que despierta en la sociedad un caso tan demoledor. Pero no est¨¢ de m¨¢s que se recuerde a las cadenas televisivas la teor¨ªa de los l¨ªmites, donde tambi¨¦n el autocontrol es una virtud que puede que aprecien demasiados pocos, pero por la que ser¨¢n reconocidos el d¨ªa de ma?ana. Todo exceso de gula termina en vomitona.
El fin de semana pasado la programaci¨®n nocturna de las televisiones obsequi¨® al receso del juicio con un an¨¢lisis pormenorizado. Expertos y crimin¨®logos analizaron la previsible actitud de Jos¨¦ Bret¨®n como un caso de asombro. Esa mirada fija, la ausencia de reacci¨®n, su firmeza, seamos sinceros, llama la atenci¨®n porque hemos decidido jugar a que llame la atenci¨®n. Incluso Informe Semanal comenz¨® su pormenorizado en¨¦simo repaso al caso de los ni?os desaparecidos con unas manitas asomadas por la ventanilla de un veh¨ªculo, en un cruce entre el fenomenal anuncio de BMW de ?Te gusta conducir? y la impotencia rabiosa de Matar a un ruise?or.
Tanto juego resulta demoledor. Porque un juicio no es un espect¨¢culo, es una espera racional y respetuosa al designio profesional. Partimos de la dudosa pertinencia de un jurado popular en una causa que est¨¢ contaminada de salida por la trascendencia medi¨¢tica y la sentencia anticipada. Nadie puede ser ajeno al dolor de un episodio tan conmovedor. Y quiz¨¢ la justicia reside en enfriar la indignaci¨®n. Un experto en la tele dijo que Jos¨¦ Bret¨®n, con todas las presunciones posibles, es un asesino. Es precisamente desandar ese camino desde la convicci¨®n visceral en lo que consiste la justicia, en volver a emprender detalle a detalle la investigaci¨®n despojada de pasi¨®n. De no hacerlo as¨ª, fracasamos todos. Nuestra dieta televisiva requiere ese a?adido de responsabilidad.
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