El alma de los libros
?Puede un t¨ªtulo torpe torcer un destino de gloria? Para unos escritores es la piedra sobre la que construyen; otros llegan a ¨¦l de manera tortuosa
A veces est¨¢ all¨ª desde el principio y, entonces, funciona como una gu¨ªa, como un faro en la niebla, como un ant¨ªdoto contra la oscuridad. Pero eso es a veces, s¨®lo a veces.
A veces llega al final, como una epifan¨ªa o una calamidad, reclamando el derecho de bautismo, bajando al reino para decir he aqu¨ª el nombre con que mentar¨¢s tu obra: he aqu¨ª el nombre de lo que has escrito. Pero eso es a veces. S¨®lo a veces. Porque en el camino de un libro hacia su t¨ªtulo ¡ªperfecto o no¡ª suelen intervenir la inspiraci¨®n propia y las ocurrencias de los amigos, las sugerencias de los colegas y las frases o¨ªdas al pasar, la conversaci¨®n con una novia y la contemplaci¨®n ext¨¢tica de la biblioteca, todo eso durante un periodo ¡ªm¨¢s o menos ag¨®nico¡ª en el que todo puede ser un t¨ªtulo en potencia ¡ªuna marca, el eslogan de una f¨¢brica de sillas¡ª hasta que un d¨ªa ese magma ca¨®tico se ordena y el escritor despierta a un mundo en el que, al fin, su obra comparte, con las dem¨¢s criaturas de la tierra, eso que todas tienen: un nombre. Y siente, entonces, algo parecido a la felicidad, porque el t¨ªtulo de un libro no es una sucesi¨®n de palabras ingeniosas, sino un estambre soldado al coraz¨®n de una historia de la que ya no podr¨¢ volver a separarse. En busca del tiempo perdido no puede leerse sin sentir, sobre cada una de sus p¨¢ginas, el influjo triste, decadente y celeste, que emana de su t¨ªtulo. Y Guerra y paz no es una frase, sino parte de la patria que ese libro ¡ªy ese t¨ªtulo¡ª fundaron y habitan.
¡ªEl t¨ªtulo es un dibujo al carb¨®n de lo que hay dentro ¡ªdice Juan Cruz Ruiz, escritor, periodista y editor espa?ol al frente de Alfaguara en los a?os noventa¡ª. Cuando chicos, ray¨¢bamos con l¨¢piz sobre una moneda hasta que sal¨ªa la efigie de la moneda en el papel en blanco. A la mitad ya pod¨ªas intuir qu¨¦ sal¨ªa. Pues el t¨ªtulo es como la m¨ªnima parte de un borrador. Por eso Cr¨®nica de una muerte anunciada es un gran t¨ªtulo: dice de qu¨¦ va la cosa, pero creando misterio.
¡ªEl t¨ªtulo tiene que ser un espejo diminuto de lo que es el libro ¡ªdice la escritora mexicana Carmen Boullosa¡ª. No tengo un c¨®digo para encontrarlo, pero hay un flujo de placer casi corporal cuando es el t¨ªtulo correcto. Casi como encontrarse a un posible enamorado en un elevador.
¡ªEs importante porque define un universo ¡ªdice el escritor argentino Eduardo Berti¡ª. Es como ponerle nombre a un hijo. Salvo que, en el caso de los hijos, no suele ser el nombre lo primero que se ve. La gente mira sus ojos, su sonrisa y, acto seguido, viene la pregunta: ?c¨®mo se llama? En el caso del libro, el t¨ªtulo suele ser lo primero que se ve.
Un t¨ªtulo no hace que
un libro se venda, pero hace que el candidato a comprarlo lo levante de la mesa¡±, dice Divinsky
Un t¨ªtulo no hace que un libro se venda, pero hace que el candidato a comprarlo lo levante de la mesa¡±, dice Divinsky
¡ªEn principio, eran una descripci¨®n del contenido (la Gram¨¢tica de Nebrija, la Anatom¨ªa de Testut). Despu¨¦s fueron adorn¨¢ndose: El ingenioso hidalgo¡ Yo creo que los t¨ªtulos tal como los conocemos nacieron con la necesidad de los peri¨®dicos del siglo XIX de atraer lectores con titulares escandalosos. En las ¨²ltimas d¨¦cadas el continente ha reemplazado al contenido, y el t¨ªtulo (el escote) es fundamental para atraer lectores hacia contenidos m¨¢s bien insustanciales. Creer¨ªa que un mal t¨ªtulo es el que enga?a al lector. Pero toda norma tiene su contra: Ulises es el t¨ªtulo m¨¢s reconocido de la literatura del siglo XX. La siguiente Ley de Murphy, entonces, es ¡°todo buen libro tiene un buen t¨ªtulo, aunque sea malo¡±.
¡ªEs dif¨ªcil saber si un mal t¨ªtulo arruina un libro sin un experimento controlado ¡ªdice la escritora y editora chilena Andrea Palet, de la editorial independiente Los Libros Que Leo¡ª. Aunque en algunos casos s¨ª puede tener consecuencias econ¨®micas. Hay un asunto que los espa?oles a veces olvidan y es el de la lengua. A los latinoamericanos el ¡°hab¨¦is¡± y el ¡°vosotros¡± nos suena como de siglos atr¨¢s. Por lo tanto si titulan una novela Habladles de batallas, ya nos dio sue?o. Ese ¡°habladles¡± nos parece infinitamente lejano. Los libreros saben que no lo van a vender y no lo piden. Otro caso: Chesil Beach. Es dif¨ªcil de pronunciar en nuestro idioma, y eso influye en las ventas.
En su despacho de la ciudad de Buenos Aires, Daniel Divinsky, de Ediciones de la Flor, dice:
¡ªUn t¨ªtulo no hace que un libro se venda, pero hace que el candidato a comprarlo lo levante de la mesa. Nosotros tuvimos un libro de Bernard Thomas que se llamaba Jacob. Lo publicamos con ese t¨ªtulo y no pas¨® nada. Le pusimos Un anarquista de la belle epoque, y se agot¨®. Y otro de Charles Plisnier que se llamaba Falsos pasaportes y fue un desastre. Lo retitulamos como Recuerdos de un agitador, y se agot¨®.
Pero ?puede un t¨ªtulo torpe torcer un destino de gloria? Cuando el argentino Roberto Arlt le mostr¨® su primera novela al escritor Ricardo G¨¹iraldes, llevaba por t¨ªtulo La vida puerca. G¨¹iraldes le sugiri¨® que lo cambiara por El juguete rabioso, Artl le hizo caso y el libro devino un cl¨¢sico, portador de uno de esos t¨ªtulos que ser¨¢n, por siempre, m¨¢s j¨®venes que ellos mismos. Tolst¨®i hab¨ªa pensado en Bien est¨¢ lo que bien acaba para Guerra y paz y Scott Fitzgerald en Trimalchio in West Egg para El gran Gatsby. Juan Carlos Onetti quer¨ªa llamar La casona a una novela que, por sugerencia de Carmen Balcells, termin¨® llam¨¢ndose Cuando ya no importe; y Baudelaire quer¨ªa llamar Las lesbianas a Las flores del mal. Si es dif¨ªcil creer que La casona o Las lesbianas ¡ªo Trimalchio en West Egg, o etc¨¦tera¡ª hubieran pasado desapercibidas s¨®lo por no llevar el t¨ªtulo que llevan, lo cierto es que, cuando un gran t¨ªtulo se encuentra con una gran obra, algo, en alg¨²n rinc¨®n del universo, se regocija. Como si ese encuentro fuera un ca?onazo de celebraci¨®n a los pies de lo que llaman la posteridad, o la historia.
En su art¨ªculo Con t¨ªtulo, publicado en la revista chilena Dossier en agosto de 2007, el argentino Rodrigo Fres¨¢n escrib¨ªa: ¡°El t¨ªtulo como lo primero que pienso de un libro (¡). El t¨ªtulo como ojo de cerradura en la puerta de una novela. El t¨ªtulo como el viento que llena las velas y empuja a puerto a una colecci¨®n de relatos¡±. La escritora colombiana Laura Restrepo pertenece al grupo de los que s¨®lo pueden escribir si saben cu¨¢l es el nombre que nombra lo que escriben.
¡ªEl t¨ªtulo es al libro lo que el bautismo al cristiano: el nacimiento a la vida. No tener desde el principio el t¨ªtulo de la novela es para m¨ª se?al de que en el fondo no s¨¦ de qu¨¦ va. Suelo estar abierta a las sugerencias de mi agente y de mis editores, salvo cuando se trata del t¨ªtulo. Cuando fueron a traducir mi novela La novia oscura, los editores de varios pa¨ªses se negaban a poner la palabra ¡°oscura¡±, por considerarla ofensiva. Yo prefer¨ªa que no la publicaran. Mi protagonista, una prostituta, era oscura en sentido m¨¢s figurado que literal. Y ?con qu¨¦ derecho nos dec¨ªan a nosotros, las gentes de piel oscura, que era ofensivo hacer alusi¨®n al color de nuestra piel? Eso era basura pol¨ªticamente correcta, racismo encubierto.
Tolst¨®i pens¨® en ¡®Bien est¨¢ lo que bien acaba¡¯ para ¡®Guerra y paz¡¯ y Onetti, en ¡®La casona¡¯ para ¡®Cuando ya no importe¡¯
El peruano Fernando Iwasaki, autor de la novela Libro de mal amor, los cuentos de Helarte de amar, tampoco escribe si no tiene un t¨ªtulo, y dice que uno bueno debe contener ¡°homenaje, humor, doble sentido y efectos secundarios¡±.
¡ªEl t¨ªtulo es esencial, aunque no menos que la portada, los ep¨ªgrafes, el tipo de letra y la textura del papel. No descarto que ciertos editores sugieran t¨ªtulos que mejoren el original propuesto, pero yo s¨®lo puedo hablar desde la perspectiva de alguien que piensa que el t¨ªtulo es parte de la obra literaria, y no del marketing de la editorial.
¡ªLa relaci¨®n con el t¨ªtulo ha sido muy diferente con cada una de mis novelas ¡ªdice la espa?ola Marta Sanz¡ª. Animales dom¨¦sticos surge porque en una conferencia una se?ora me dijo que ella hab¨ªa dejado de leer porque, cuanto m¨¢s le¨ªa, aumentaba su sensaci¨®n de que su familia se iba transformando en una ¡°absurda pandillita de animales dom¨¦sticos¡±. Su lucidez me hizo ver un t¨ªtulo y una historia.
Si para algunos el t¨ªtulo es la piedra sobre la que construyen su obra, otros llegan a ¨¦l despu¨¦s de una b¨²squeda tortuosa que quiz¨¢s preferir¨ªan evitar.
¡ªMe resulta cada vez m¨¢s dif¨ªcil poner t¨ªtulos ¡ªdice el escritor boliviano Rodrigo Hasb¨²n¡ª y lo hago mucho despu¨¦s de haber terminado de escribir. Suelen salir del texto mismo: una frase suelta o algo que dice un personaje. Luego termino borrando en el texto esas palabras, las evidencias del robo.
¡ªMis t¨ªtulos aparecen en los sue?os ¡ªdice la escritora puertorrique?a Mayra Santos-Febres¡ª. Luego lo voy puliendo. Cuando ya el texto est¨¢ completo, me doy unas semanas para leerlo y meditar acerca del t¨ªtulo. Luego le doy el manuscrito a cuatro o cinco lectores, junto a varias opciones de t¨ªtulos. Escojo el m¨¢s adecuado¡ y la editorial me lo cambia al final.
El combustible que llev¨® al escritor espa?ol Andr¨¦s Barba hacia el t¨ªtulo de su ¨²ltima novela fue el combustible de la desesperaci¨®n.
¡ªHay un momento muy angustioso, cuando est¨¢s buscando el t¨ªtulo, donde vas viendo t¨ªtulos por todas partes. Yo estaba viviendo en Buenos Aires, pasaban los meses y no encontraba el t¨ªtulo. Hubo dos semanas durante las que llovi¨® mucho y una ma?ana nos despertamos y mi mujer dijo: ¡°Mira, ha dejado de llover¡±. Y yo me dije ¡°Mira, por fin lleg¨® el t¨ªtulo: Ha dejado de llover¡±. Es una frase com¨²n, pero contiene un escenario y un ambiente, y las historias del libro hablan de un problema que se termina. Yo creo que el t¨ªtulo tiene que generar un clima, una disposici¨®n apropiada para leer ese libro.
A la hora de inspirar, los textos religiosos, la poes¨ªa y los grandes cl¨¢sicos parecen haber sido fuentes nutricias
Aunque algunos t¨ªtulos podr¨ªan parecer ant¨ªdotos contra lectores ¡ªDesgracia, La tentaci¨®n del fracaso, La n¨¢usea¡ª, los editores no los reh¨²yen, pero s¨ª recelan de los que podr¨ªan sonar hostiles. A Mayra Santos-Febres le sugirieron cambiar Nuestra Se?ora de las Putas por un t¨ªtulo m¨¢s ¡°acogedor¡±, y qued¨® Nuestra Se?ora de la Noche. A Roberto Bola?o le sugirieron que La tormenta de mierda no era buena idea y lo cambi¨® por Los detectives salvajes.
¡ªUna sola vez acced¨ª a cambiar un t¨ªtulo ¡ªdice Carmen Boullosa¡ª. Los editores de Sexto Piso me dijeron: ¡°No puedes ponerle equis t¨ªtulo porque no vamos a poder ponerlo en ninguna librer¨ªa¡±. Era un libro de relatos que se llam¨® El fantasma y el poeta. Y pienso que el t¨ªtulo que yo quer¨ªa ponerle era un desprop¨®sito: El pedo del poeta.
A la hora de inspirar t¨ªtulos, los textos religiosos, la poes¨ªa y los grandes cl¨¢sicos parecen haber sido fuentes nutricias. De all¨ª han brotado Por qui¨¦n doblan las campanas, de Hemingway (que proviene de unos versos de John Donne); El sonido y la furia, de Faulkner (que proviene de Macbeth, de Shakespeare); Suave es la noche, de Scott Fitzgerald (que proviene de Oda a un ruise?or, de John Keats), o Plegarias atendidas, de Truman Capote (que proviene de una frase de santa Teresa). Pero cuando ni la inspiraci¨®n ni la parodia ni los cl¨¢sicos ni la m¨ªstica ayudan, quedan los amigos.
¡ªMe gusta mucho el arte de titular ¡ªdice el espa?ol Vicente Molina Foix¡ª. En un momento dado se dijo que yo ten¨ªa un don para titular, y el novelista Juan Garc¨ªa Hortelano invent¨® lo de la Agencia Molina de T¨ªtulos. T¨ªtulos de mi agencia que recuerdo: Antifaz, la segunda novela de Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu; Traves¨ªa del horizonte, de Javier Mar¨ªas; Teatro de operaciones, de Mart¨ªnez Sarri¨®n, y Los restos del naufragio, libro de poemas de Ricardo Franco. En todos esos casos, excepto en el de Mar¨ªas, no conoc¨ªa los textos, y tan s¨®lo me guiaba por unas indicaciones proporcionadas por los autores. La agencia la mantengo abierta, atendida por una sola persona, y sus precios son simb¨®licos, aunque estoy considerando ofrecer mis servicios a los grandes grupos editoriales, pues creo que el departamento de rotulaci¨®n literaria adolece de falta de inspiraci¨®n.
En el a?o 2007, en la revista Dossier, Andrea Palet escrib¨ªa una columna ¡ªacerca de los t¨ªtulos¡ª en la que dec¨ªa: ¡°De todas formas, el mejor t¨ªtulo para un lector dedicado, insaciable, herido y agradecido ser¨¢ siempre uno solo: Obras completas¡±.
Me gusta mucho el arte de titular¡±, dice Molina Foix. ¡°Garc¨ªa Hortelano invent¨® lo de la Agencia Molina de T¨ªtulos¡±
¡ªHay muchos discursos del fin de la novela, de la muerte del autor ¡ªdice la escritora espa?ola Mercedes Cebri¨¢n¡ª. Y yo pienso, ?el t¨ªtulo no deber¨ªa haber muerto, m¨¢s que todo lo dem¨¢s? En las artes visuales a menudo una obra dice ¡°Sin t¨ªtulo¡±. Los artistas pl¨¢sticos se han liberado del t¨ªtulo. Me llama la atenci¨®n que en la literatura no haya habido m¨¢s rebeld¨ªa con el tema. No me parece malo que haya t¨ªtulos, pero me sorprende esto de aferrarse tanto a ellos. A m¨ª tambi¨¦n me pasa. Cuando tengo un proyecto, lo tengo que nombrar. Inscribes a los reci¨¦n nacidos en el registro, no esperas meses para ver c¨®mo los nombras.
En una ¨¦poca en que la industria mide sus taquicardias minuto a minuto ¡ªauscultando cu¨¢les son los libros que m¨¢s venden, qu¨¦ colores llaman mejor la atenci¨®n en las portadas¡ª, el t¨ªtulo ha sobrevivido bien silvestre, librado al azar, a la ocurrencia del autor o de un editor con criterio.
¡ªNo creo que sea extra?o que en las editoriales no haya gente dedicada espec¨ªficamente a titular ¡ªdice Elena Ram¨ªrez, de Seix Barral Espa?a¡ª. El editor es quien conoce el alma del libro, quien ha estado en contacto con el autor y sabe c¨®mo hacer que esa alma sea visible. Puede ser que un departamento para poner t¨ªtulos sirviera para el libro muy comercialote, pero no en libros de otro tipo.
A Rodrigo Hasb¨²n no le gustan los t¨ªtulos que evidencian la historia que se va a contar (El coronel no tiene qui¨¦n le escriba). A Eduardo Berti le gustan los que generan preguntas: ¡°La tercera mentira, de Agota Kristof. ?Cu¨¢l es la mentira? ?Y por qu¨¦ es la tercera? ?Habr¨¢ m¨¢s?¡±. A Laura Restrepo, los t¨ªtulos que tienen ojos (Vendr¨¢ la muerte y tendr¨¢ tus ojos, Reflejos en un ojo dorado). Y a Juan Ignacio Boido, editor del suplemento cultural Radar, del peri¨®dico argentino P¨¢gina/12, los que tienen cielos y jardines.
¡ªEl jard¨ªn de los Finzi-Contini. Voces en el jard¨ªn, El cielo protector¡ Me parecen incre¨ªbles. La primera prueba para saber si un t¨ªtulo es bueno es ver si contiene su propia parodia. Los grandes t¨ªtulos son como Atila, queman el camino para cualquiera que quiera seguir sus pasos. Un buen t¨ªtulo es imitable. Un gran t¨ªtulo no lo pod¨¦s tocar. Despu¨¦s de Ulises, de Joyce, no pod¨¦s escribir Aquiles. Ya se vuelve Woody Allen, una parodia. El siglo XX est¨¢ repleto de t¨ªtulos muy personales. Vos le pon¨¦s Ulises a un libro y est¨¢s hablando con Homero. Pero le pon¨¦s Colinas como elefantes blancos y no quer¨¦s hablar con nadie: sos un cantautor, est¨¢s queriendo decir lo tuyo. Y en esa l¨ªnea de t¨ªtulos de cantautores me parece que El coraz¨®n es un cazador solitario debe ser el mejor del siglo XX. Es de una belleza y una desolaci¨®n impresionantes, tiene la palabra cazador y a su vez es contempor¨¢neo y urbano. Las v¨ªrgenes suicidas es precioso, uno de esos t¨ªtulos que no sab¨¦s si es contempor¨¢neo o de Eur¨ªpides. Y me parece un hallazgo el m¨¦todo que encontr¨® Manuel Puig: Sangre de amor no correspondido, Boquitas pintadas. Todo tiene dramatismo de diva, todo es una pel¨ªcula de los grandes estudios. Y despu¨¦s est¨¢ El harpa de hierba, que es como tocarme la muela que me duele con la lengua. Me da morbo. Roza una belleza genial y no la atrapa porque su ¨¦poca no se lo permite. Es como si yo hoy sacara un libro que se llamara El ¨¢ngel de las alas de oro. No va con la ¨¦poca. Un t¨ªtulo dentro de la l¨ªnea eslogan que me parece genial es American Psycho: supera a Madonna en psicopat¨ªa cultural. Es como la ballena blanca de los t¨ªtulos¡
Y as¨ª, durante largo rato, con avidez de lector intoxicado, Boido se sumerge en un r¨ªo en el que saltan, como peces prodigiosos, los t¨ªtulos de todos los tiempos. Y es un r¨ªo en el que siempre hay m¨¢s, siempre hay mejores.
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