Concha
El ¨²ltimo recuerdo hermoso junto a Concha Garc¨ªa Campoy consiste en brindar con champagne en la terraza de su casa, porque se hab¨ªa recuperado de manera incre¨ªble
El ¨²ltimo recuerdo hermoso junto a Concha Garc¨ªa Campoy consiste en brindar con champagne en la terraza de su casa, porque se hab¨ªa recuperado de manera incre¨ªble tras el primer tratamiento de su leucemia. Todo en ella eran elogios, hacia el aguante de su familia, la fidelidad de sus jefes y compa?eros de trabajo, la cercan¨ªa de sus m¨¦dicos y la confirmaci¨®n de que ten¨ªa un mont¨®n de amigos que la quer¨ªan. Si el cari?o curara, pens¨¦ entonces, no cab¨ªa duda de que Concha iba a salir de este envite sana y salva. Y as¨ª lo celebramos. Porque celebrar la vida era una de las costumbres que quiz¨¢ m¨¢s nos un¨ªa a ella, buscando siempre la carcajada al final del t¨²nel.
La am¨¢bamos desde que aprob¨® las oposiciones a TVE y apareci¨® en los noticiarios y luego puso en marcha aquel programa de radio en fin de semana, que se sigue llamando A vivir que son dos d¨ªas. Esos dos d¨ªas que nos quer¨ªamos comer entonces a dentelladas y que hoy ya preferimos degustar a sorbitos cortos y prudentes. Su biograf¨ªa profesional es una p¨¢gina ejemplar en nuestros medios de prensa, capaz de sortear las entretelas de un negocio que no siempre est¨¢ a la altura de sus grandes comunicadores. Y m¨¢s dif¨ªcil a¨²n, conserv¨® el entusiasmo del primer d¨ªa de facultad de periodismo cuando le toc¨® cargarse a la espalda un programa diario en el que combinar sucesos escabrosos, prensa del coraz¨®n, material sensible y gui?os culturales.
Concha Garc¨ªa Campoy fue la chica de la tele, la expresi¨®n nacional m¨¢s parecida a aquella m¨ªtica serie de Mary Taylor Moore. Levant¨® programas distintos, siempre ambiciosos, te?idos de profesionalidad y que convirti¨® en rincones amables, cordiales, calurosos. Porque al final uno solo crea aquello que tiene dentro, y ella ten¨ªa todo eso dentro. Concha era un desayuno gozoso frente al mar en Ibiza. Sin renunciar a su ambici¨®n profesional, supo ganar amigos y sobrellevar sin agobios la cola creciente de quienes iban cayendo rendidos a su encanto. Nadie pasaba inmune por sus programas, sal¨ªa corriendo a inscribirse en el club de fans. Solo hay una cosa re?ida con ella, que no le pega para nada, que le sienta horrible: una necrol¨®gica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.