Tacita Dean, pintora de la evanescencia
Las pel¨ªculas en 16 mm de Tacita Dean pertenecen a los fondos de los grandes museos. El fin del celuloide pone en peligro sus reflexivos poemas visuales. En el futuro quiz¨¢s se vea obligada a escribir una novela o volver a la pintura.
El proyector, un viejo Kodak de principios de los noventa, vuelve a atascarse. Ayer tambi¨¦n alter¨® la jornada y lo m¨¢s probable es que se convierta en costumbre. Un feliz contratiempo que permite estirar las piernas o prepararse un t¨¦. ¡°Tened claro que no es que la tecnolog¨ªa sea mala, es el aparato¡±, advierte contrariada Tacita Dean. Los 15 artistas de 11 nacionalidades que, hasta ese momento, escuchaban atentos, asienten y se apresuran a aportar soluciones: ?y si enciendes y apagas?, ?y si le das la vuelta al carrusel?, ?no se para siempre en el mismo sitio?
Todo a lo que le tiene verdadero apego en esta vida es anal¨®gico, suele repetir Tacita Dean (Canterbury, 1965). Su primera c¨¢mara fue una Standard 8 de su padre, a la que sigui¨® una Super 8, y cuando estudiaba en la Falmouth School of Art de Cornualles descubri¨® la pel¨ªcula de 16mm. La misma que ha utilizado para la mayor¨ªa de sus obras f¨ªlmicas, que son aut¨¦nticos lienzos en movimiento. Y es que, tanto en Falmouth como posteriormente en la Slade School of Fine Art de Londres, donde complet¨® su formaci¨®n, Dean siempre se especializ¨® en pintura. ¡°Siempre fui una pintora disfuncional. Recuerdo que en mi tercer a?o decid¨ª que ten¨ªa que pintar un cuadro y me pas¨¦ semanas tratando de conseguir la superficie perfecta. Pero nunca pude hacer una ¨²nica imagen, solo series. Ahora cada diez a?os pienso ¡®tengo que empezar a pintar¡¯, pero no s¨¦ si podr¨ªa. Aunque si el celuloide desaparece quiz¨¢s tenga que hacerlo. O quiz¨¢s escriba una novela¡±.
El proyector vuelve a funcionar. Ha costado lo suyo. Por la maniobra, Tacita Dean se ha quitado su jersey color oliva y se ha quedado en mangas de camisa ¡ªde juveniles cuadros rojos y blancos¡ª. Finalmente, ha tenido que sacrificar un par de diapositivas, pero a Dean, con un t¨¦ earl grey con leche de soja en mano, se le ha borrado el disgusto y contin¨²a contando c¨®mo se gest¨® una exposici¨®n que comisari¨® en 2005 en la Hayward Gallery de Londres. Para reunir las obras de An Aside, Dean no sigui¨® un m¨¦todo convencional: sus ¨²nicas coordenadas fueron el azar y la intuici¨®n. ¡°Siempre me han atra¨ªdo las obras que encuentran su forma durante su realizaci¨®n. No me interesan las que est¨¢n predeterminadas desde el principio y no cambian durante el proceso¡±. Por esa raz¨®n eligi¨® I prefer there it better than in Westphalia, Eldorado (Candide, Voltaire) de Lothar Baumgarten, 50 diapositivas de fotograf¨ªas de un bosque cercano a D¨¹sseldorf que se suceden acompa?adas de los sonidos que el alem¨¢n imagin¨® para una selva nunca visitada. Cuando Dean le dijo a Baumgarten que quer¨ªa incluir su obra en la exposici¨®n que preparaba, este le cont¨® una historia: ¡°Una ma?ana, temprano, estaba solo haciendo fotograf¨ªas y vio a un hombre paseando con un perro. Result¨® ser Gerhard Richter¡±, relata Dean. ¡°?l fue el segundo artista al que invit¨¦. Y esa fue mi primera conexi¨®n de un artista a otro¡±. Los 17 restantes llegaron de la misma forma. La moraleja de la historia de esa exposici¨®n que Dean rememora ocho a?os despu¨¦s es que uno debe ¡°fiarse de las decisiones que se originan en la intuici¨®n¡±. ¡°Aunque¡±, a?ade, ¡°lo verdaderamente dif¨ªcil no es guiarse por la intuici¨®n, sino encontrarse en situaciones en las que te veas obligado a confiar por completo en ella¡±.
No creo que en la historia del arte ning¨²n artista se haya visto obligado a perder su medio de expresi¨®n
Si Dean est¨¢ hoy en Villa Iris, dirigiendo el taller de artes pl¨¢sticas que la Fundaci¨®n Bot¨ªn organiza desde 1994, es porque pes¨® m¨¢s su intuici¨®n que la negativa de sus padres, que trataron de evitar por todos los medios que fuese artista. ¡°Ellos consideraban que era una profesi¨®n insegura, que solo inadaptados se dedicaban a ella¡±. A Joseph Dean le hab¨ªan arrojado el mismo argumento cuando quiso estudiar Arquitectura: demasiada inestabilidad. Lo sensato era estudiar Derecho. Posiblemente esperaba que su hija mediana ¡ªTacita tiene dos hermanos, Antigone y Ptolemy¡ª tambi¨¦n lo hiciera, pero no fue as¨ª. ¡°Se nos deja bien claro que los artistas carecemos de funci¨®n o de valor, y s¨¦ que el arte es muy dif¨ªcil de justificar, pero es importante. Mis padres pensaban que era una ingenua, y yo tuve que creer que no era as¨ª¡±. Ten¨ªa la intuici¨®n de que hab¨ªa un contexto para lo que quer¨ªa hacer, que no era una outsider. Y esa intuici¨®n, entonces y ahora, es vital para Dean. ¡°Hay muchos artistas que no conf¨ªan en ella, pero para m¨ª es esencial. Tambi¨¦n lo son el azar y, sin duda, la contingencia, que debe ocupar un lugar en todo proceso de creaci¨®n porque cuando alguien dice: ¡®No puedes hacer eso¡¯, no puedes detenerte, simplemente buscar un camino distinto¡±.
¡°Nada es m¨¢s aterrador que no saber hacia d¨®nde vas, pero no hay nada m¨¢s gratificante que darse cuenta de que has llegado a un determinado sitio sin tener una idea clara del camino¡±, escribi¨® Dean en el cat¨¢logo de An aside. Ese es su ¨²nico m¨¦todo: solo sabe trabajar a ciegas. Ha sido una constante en sus m¨¢s de dos d¨¦cadas de trayectoria art¨ªstica. ¡°Lo cual no quiere decir que me haya acostumbrado a ello. Cuanto m¨¢s bagaje tienes, peor. Ahora estoy m¨¢s segura de poder confiar en m¨ª, pero hay otros peligros: no parodiarme, no caer en la costumbre, mantenerme despierta a las cosas¡±, aclara.
¡°En 2004 me invitaron a Cork porque al a?o siguiente ser¨ªa la Capital Europea de la Cultura y quer¨ªan que hiciera un proyecto para ellos. Me pasearon por la ciudad, me llevaron a museos¡ Finalmente en el cementerio del convento South Presentation vi una tumba vac¨ªa. Me fui de all¨ª con esa imagen, quer¨ªa saber qu¨¦ hab¨ªa pasado con esa parcela¡±. Result¨® que hab¨ªa una piedra, por eso no pod¨ªa utilizarse, pero Dean acab¨® filmando Presentation Sisters, una pel¨ªcula que captura la rutina de las ¨²ltimas cinco monjas que quedaban en el convento y que, resume, ¡°beb¨ªan mucho t¨¦, com¨ªan bollitos y ve¨ªan f¨²tbol ga¨¦lico¡±. Los artistas cada vez reciben m¨¢s invitaciones como esa, lamenta Dean. ¡°Muchas de mis obras son resultado de encargos, Presentation Sisters, Michael Hamburger, Mario Merz, incluso Disappearance at sea, as¨ª que no puedo negar su importancia, porque te proporcionan un salario, un lugar y un prop¨®sito y, sobre todo, un plazo de entrega, pero se han convertido en una costumbre¡±.
Es la primera vez que Tacita Dean se presta a dirigir un taller como el de Villa Iris ¡ª¡°es imposible decir que no a Vicente Todol¨ª¡±¡ª. La convocatoria recibi¨® un total de 302 solicitudes, y Dean seleccion¨® a 15 artistas entre los 25 y los 40 a?os. ¡°Supongo que mi ¨²nico criterio fue la intuici¨®n. Eleg¨ª a los que cre¨ªa que ser¨ªan mejores vagabundos¡±. La inglesa les ha pedido que hagan una obra a partir de Santander, una ciudad que todos desconoc¨ªan y que espera ansiosa la llegada del verano. Hay una visita segura al rastro en busca de tesoros, quiz¨¢s tambi¨¦n una excursi¨®n a las cuevas de Covalanas o El Pendo y luego est¨¢ ¡°el barco¡±, que no se olviden de ¨¦l, sugiere Dean: el buque escuela Juan Sebasti¨¢n Elcano acaba de arribar a la bah¨ªa santanderina.
Hay muchos artistas que no conf¨ªan en ella, pero para m¨ª es esencial. Tambi¨¦n lo son el azar y la contingencia
El 15 de febrero de 2011, Dean lleg¨® a Londres procedente de Berl¨ªn, donde vive desde el a?o 2000 con su marido, el artista Mathew Hale, y su hijo Rufus, de ocho a?os. Al llegar al aeropuerto de Heathrow llam¨® a Soho Film Laboratory, adonde hab¨ªa enviado varias de sus pel¨ªculas en 16mm que iba a incluir en una exposici¨®n que inaugurar¨ªa en dos semanas en Viena. Malas noticias: le comunicaron que, con efecto inmediato, iban a dejar de trabajar con pel¨ªcula de 16 mm. No aceptar¨ªan nuevos encargos. Una semana m¨¢s tarde, publicaba en el diario brit¨¢nico The Guardian un emocionante art¨ªculo en el que ped¨ªa la salvaci¨®n del celuloide. ¡°Mi relaci¨®n con la pel¨ªcula empieza en el rodaje y termina en la proyecci¨®n. Por el camino, hay varias fases de transformaci¨®n m¨¢gica que impregnan la obra de capas de distinta intensidad. Por eso la imagen de celuloide es distinta de la imagen digital: no se trata de emulsi¨®n frente a p¨ªxeles, o luz frente a electr¨®nica, es algo mucho m¨¢s profundo, es poes¨ªa¡±.
Dean ha filmado m¨¢s de cuarenta pel¨ªculas en formato 16 mm. Tiene que cargar por dos veces el carrusel del viejo proyector para ense?ar solo algunas de ellas. Repasa, para regocijo de las nuevas generaciones, la intrahistoria de los retratos f¨ªlmicos de los artistas Mario Merz, Cy Twombly, Claes Oldenburg, del core¨®grafo Merce Cunningham o de Michael Hamburger, poeta y traductor de Sebald. Imita el musical acento de Virginia de Twombly, un aut¨¦ntico h¨¦roe para la artista ¡ªhizo su tesis sobre ¨¦l¡ª, recuerda la fascinaci¨®n que sinti¨® al seguir durante cuatro d¨ªas los ensayos de la compa?¨ªa de Merce Cunningham en presencia de su legendario fundador o insiste sobre la idea de la contingencia: el rodaje con Oldenburg no iba bien, las c¨¢maras lo incomodaban, as¨ª que a ella se le ocurri¨® pedirle que ordenase las estanter¨ªas de su estudio. Esa ¨²ltima media hora de metraje fue lo ¨²nico que le servir¨ªa. Pero, irremediablemente, llega un momento en que el ambiente festivo se disipa. A excepci¨®n de Oldenburg, todos han fallecido. ¡°?Hablaste con ellos sobre la muerte?¡±, le preguntan. ¡°No, pero era algo t¨¢cito y extra?o en esos encuentros. Todos ellos sab¨ªan lo que estaban haciendo cuando accedieron. Twombly nunca se hab¨ªa dejado grabar por nadie, solo por m¨ª. Ellos lo saben¡±, responde Dean. Terminada la clase, ella reconocer¨¢ que se identifica tanto con los artistas j¨®venes del taller como con los viejos que ya solo viven en sus pel¨ªculas. ¡°Pienso mucho en la vejez porque ya me cuesta andar. Yo ya convivo con esa p¨¦rdida de independencia que a la mayor¨ªa le llega mucho m¨¢s tarde. Tengo que aprender a vivir con menos mucho antes que los dem¨¢s. Adem¨¢s, en estos momentos me est¨¢n echando de mi estudio y de mi medio, as¨ª que, de una forma extra?a, veo m¨¢s cerca el final de mi vida¡±. Tacita Dean ten¨ªa 27 a?os cuando le diagnosticaron una artritis reumatoide. Se hab¨ªa puesto zapatos nuevos para asistir a la inauguraci¨®n de New Contemporaries, una exposici¨®n que anualmente re¨²ne obras de artistas emergentes, y al llegar a casa apenas pod¨ªa dar un paso. Algo iba mal. Hoy, con 47 a?os, camina con una pronunciada cojera.
Evoluciona o muere. Los tiempos cambian. Vaya, parece que a partir de ahora tendr¨¢s que utilizar pel¨ªcula de 35mm. O pasarte al digital. As¨ª reaccionaron algunos ¡ªbastantes¡ª lectores de The Guardian al art¨ªculo de Dean en defensa del celuloide. A principios de octubre de 2011, la rueda de prensa de presentaci¨®n de FILM, la espectacular instalaci¨®n con la que Dean transform¨® la gigantesca Sala de Turbinas de la Tate Modern en una tira de pel¨ªcula, fue tambi¨¦n muy agresiva, recuerda. ¡°?Por qu¨¦ no es una obra digital?¡¯, me preguntaban. De pronto, pelear por mi medio me convirti¨® en una ludita. La gente da por sentado que estoy en contra de lo digital y no es as¨ª, s¨¦ que es una herramienta maravillosa, pero no es la m¨ªa¡±. Ir¨®nicamente, ese poema visual con el que Dean celebr¨® la importancia de la pel¨ªcula qu¨ªmica fue posible, en parte, gracias a una tecnolog¨ªa digital: la impresora 3D. ¡°El problema", contin¨²a Dean, ¡°es que no solo estamos ante el fin del celuloide sino tambi¨¦n ante el fin del oficio¡±. Un trabajador del laboratorio de ?msterdam donde Dean llev¨® la pel¨ªcula se equivoc¨® al cortar los negativos y en la proyecci¨®n aparec¨ªan unas l¨ªneas blancas. Tan solo quedaban cinco d¨ªas para de la inauguraci¨®n. ¡°Si sobrevives a la Sala de Turbinas, puedes sobrevivir a cualquier cosa. Jam¨¢s experiment¨¦ tanta presi¨®n¡±. Y eso lo dice una artista que fue finalista al Premio Turner en 1998, con 33 a?os ¡ªlo gan¨® Chris Ofili¡ª y objeto de una retrospectiva en la Tate Britain con 35.
¡ª?De verdad cree que el fin del celuloide est¨¢ cerca?
¡ªEmpiezo a vislumbrarlo. Llevo tiempo librando esta batalla y solo va a peor. Si la pel¨ªcula desaparece me abocar¨¢ a un periodo de retiro porque para m¨ª es una aut¨¦ntica crisis existencial. No creo que en la historia del arte ning¨²n artista se haya visto obligado a perder su principal medio de expresi¨®n.
Dean es conocida sobre todo por sus pel¨ªculas, pero tambi¨¦n dibuja, pinta, hace fotograf¨ªas, utiliza objetos encontrados. Despu¨¦s de su intervenci¨®n en la Tate Modern, cre¨® Fatigues, una serie de espectaculares dibujos a tiza para Documenta 13, y su tarea para el resto del verano ser¨¢ acabar de pintar un lote de 100 postales antiguas de la ciudad de Kassel. Sobre ellas Dean traza el aspecto actual de edificios, calles, plazas. Le quedan 45, comenta resignada. ¡°Me estoy llevando a mis l¨ªmites para ver de lo que soy capaz¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.