Terrorismo anticorporativo
La pel¨ªcula se centra en la actividad de los marginales grupos de la izquierda radical, dedicados a desenmascarar comportamientos pol¨ªticos y empresariales
La controversia en el cine siempre depende del color del cristal con que se mire, pero no pocas veces llama la atenci¨®n que se vendan como pel¨ªculas pol¨¦micas, inmorales o transgresoras lo que apenas son picaduras de mosquito, mientras serpientes verdaderamente venenosas, cine de guerrilla y de denuncia con aut¨¦ntica vocaci¨®n de ambig¨¹edad moral pasa por delante de nuestras narices sin que (casi) nadie llame la atenci¨®n sobre ello. Quiz¨¢ tenga que ver con las estrategias de silencio ejercitadas por parte de los entes denunciados, esas que optan por no remover la mierda y dejar pasar la bomba para as¨ª no otorgar espacio, voz y publicidad a los que pretenden hundir el poder establecido, pero lo verdaderamente cierto es que The East, segundo largo del joven Zal Batmanglij, pertenece a este segundo grupo.
Con un tono casi intimista, protagonizada por Brit Marling (Otra tierra) y Alexander Skarsgard (del remake Perros de paja), dos de los rostros m¨¢s inquietantes del ¨²ltimo cine americano, y con una estructura narrativa muy basada en los cl¨¢sicos de la infiltraci¨®n en grupo enemigo, la pel¨ªcula se centra en la actividad de los marginales grupos de la izquierda radical, dedicados a desenmascarar comportamientos pol¨ªticos y empresariales por medio de acciones casi siempre asociadas a Internet como v¨ªa para el ciberterrorismo. A pesar de que en ciertos momentos del engranaje central el relato parece diluirse por culpa de una estramb¨®tica excentricidad en el comportamiento cotidiano del grupo, m¨¢s tarde remonta el vuelo conspirador con una complejidad establecida a trav¨¦s de una doble vertiente: una, interior, y otra, exterior.
Interiormente, The East nos est¨¢ diciendo, como Syriana, Michael Clayton, The International o Margin call, que vivimos en un mundo gobernado no por Estados, Administraciones o agencias de inteligencia, sino por multinacionales, bancos y consejos de administraci¨®n. Y, m¨¢s all¨¢, por empresas privadas de espionaje que trabajan para grandes corporaciones como verdaderas ramificaciones ejecutivas de un poder casi militar. Ejemplos, cada d¨ªa en su peri¨®dico: compa?¨ªas farmac¨¦uticas necesitadas de un agente silenciador para ciertos medicamentos con efectos secundarios mortales, compa?¨ªas agroqu¨ªmicas cuya actividad provoca intoxicaciones¡ M¨¢s sorprendente es la complejidad exterior que desprende, y lo que hace de ella, por encima de sus defectos, una anomal¨ªa en toda regla. Estamos ante una pel¨ªcula, producida por los hermanos Ridley y Tony Scott (antes de la muerte de este), que parece abogar por un controlado terrorismo anticorporativista, pero que en realidad est¨¢ apoyada econ¨®micamente y distribuida por una gran corporaci¨®n: Fox.
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