El rey de la mamba
Las aventuras de C. J. P. Ionides, el legendario 'hombre serpiente' de ?frica quien pidi¨® al morir que entregaran su cuerpo a las hienas
![Primer plano de una mamba negra ('Dendroaspis polylepis'), una de las serpientes más peligrosas de África, a las que daba caza C. J. P. Ionides.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/TZVXMAOADU2QVOMNQPV5IDGZPA.jpg?auth=a0df7eaab9944e4e928ad23bf56d162ca31b797486b19b987a1309d44daa292a&width=414)
Le llamaban Bwana Nyoka, el hombre serpiente. Mis¨¢ntropo, arisco y exc¨¦ntrico, es uno de los personajes legendarios de la gran aventura en ?frica, tan rica en ellos. Tras media vida de asombrosas peripecias que incluyeron servir en el Ej¨¦rcito colonial brit¨¢nico, dar caza a leones y leopardos devoradores de hombres y a elefantes locos y actuar sin demasiada coherencia un tiempo de furtivo y otro de guardia de las reservas, Constantine John Philip Ionides (Hove, Sussex, Gran Breta?a, 1901-Nairobi, 1968), como si no hubiera pasado bastantes peligros, se volc¨® en las serpientes venenosas. Hac¨ªa safaris y batidas para conseguirlas y logr¨® que los aldeanos, que le ten¨ªan por poderoso mago y le profesaban miedo, le avisaran cada vez que encontraban una. Su extravagante sombrero, que usaba a veces para capturarlas y estaba deshecho a causa del veneno, ten¨ªa fama de m¨¢gico en toda ?frica del Este y formaba parte de su temida reputaci¨®n. Calzaba zapatillas de tenis.
?A base de tes¨®n, coraje y algo de inconsciencia ¡ªsosten¨ªa que le hab¨ªa inmunizado un brujo nativo de Kipilipili y se dejaba morder para probarlo (nunca us¨® ant¨ªdotos)¡ª, se convirti¨® en uno de los especialistas mundiales en esos bichos reptantes y ponzo?osos que en las tierras africanas tienen una representaci¨®n tan amplia como letal. Captur¨® millares. En cambio, lo que hay que ver, ten¨ªa miedo a las alturas.
Sosten¨ªa que le hab¨ªa inmunizado un brujo nativo y se dejaba morder
El nombre de Ionides ¡ªque con el tiempo se ha usado para bautizar a diversas especies de reptiles en su honor, entre ellos un camale¨®n, un varano y varios lagartos sin patas¡ª est¨¢ estrechamente asociado a algunas de las serpientes de peor fama del mundo, en especial, la mamba. Escribo mamba y se me eriza el pelo del cogote. La peor es la negra, pero si te muerde la verde tambi¨¦n vas listo. ¡°La muerte negra¡± la llaman muy gr¨¢ficamente a la primera. Es la serpiente m¨¢s temida en ?frica. R¨¢pida y agresiva, cuando se siente molestada ¡ªy es muy quisquillosa en eso¡ª levanta la mitad de su largo cuerpo (hasta tres metros y medio), te mira de manera penetrante desde su cabeza con forma de ata¨²d (?) mientras se mece y silba y abre la boca para mostrar su negro interior (por eso se llama mamba negra, en realidad el color de su cuerpo es gris claro, o marr¨®n oliv¨¢ceo; pasa como con el rinoceronte blanco, que tampoco es blanco, as¨ª son las ciencias naturales). Lo siguiente es un ataque rel¨¢mpago con una serie de veloces mordiscos que inoculan cantidades tan grandes de un veneno tan potente que hace dudar de la cordura de la naturaleza. Sin ant¨ªdoto, la mortalidad de la mamba negra es de un rotundo 100%. La serpiente posee 100 miligramos de veneno neurot¨®xico; solo 10 miligramos, dos gotas, bastan para matar a un hombre. Dicho esto se valora mejor la terrible experiencia que vivi¨® en una ocasi¨®n Ioniodes en el lavabo y que constituye uno de los pasajes m¨¢s grandiosos de la biograf¨ªa que le consagr¨® el escritor Alan Wykes (Snake man, 1960), que pas¨® con ¨¦l una intensa temporada en Tanganika.
![C.J.P. Ionides con una cr¨ªa de mamba.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/AN4MXCS2C2WI4XGJIU2CQVZB4I.jpg?auth=f50d58c245bb5a269f7330cf7e3347b0144e882b61bb99bc9ba2ddc15273b9c1&width=414)
Se encontraba nuestro hombre una noche sentado en el retrete, a la saz¨®n un tabl¨®n con agujeros en una caseta sin luz, cuando not¨® que algo se deslizaba sobre sus desnudos muslos. Con la sabidur¨ªa que da la experiencia decidi¨® no mover un m¨²sculo y dej¨® que aquello muy largo y escamoso acabara de pasar e incluso que una lengua b¨ªfida le diera unos toquecitos. Al regresar con una linterna ¡ªy mucho valor¡ª pudo comprobar que se trataba de una mamba negra, que permanec¨ªa en el excusado y a la que atrap¨®.
Ionides tuvo muchas m¨¢s aventuras con mambas. Su r¨¦cord estaba en atrapar seis en un d¨ªa. Las capturaba, incluso a mano, y luego las enviaba en cajas, como a otros espec¨ªmenes peligrosos ¡ªv¨ªbora bufadora, v¨ªbora del Gab¨®n, cobras, boomslang¡ª, a zoos e institutos cient¨ªficos para estudiarlas, extraerles el veneno y fabricar ant¨ªdotos. Tuvo algunos sonados problemas con el correo. Desarroll¨® m¨¦todos pioneros y muy eficaces para atrapar serpientes venenosas, un g¨¦nero con el que no puedes confiar en aprender de los errores. Dec¨ªa que empatizaba con ellas. Cuando hab¨ªa conflicto entre las personas y las serpientes se pon¨ªa de parte de las serpientes. Ten¨ªa algunas v¨ªboras como mascotas, sueltas por casa; argumentaba que as¨ª no ten¨ªa que preocuparse de los ladrones.
De or¨ªgenes griegos, aspecto de fauno y un sentido del humor discutible, aunque era un fan de Wodehouse, Ionides, que nos dej¨® una autobiograf¨ªa, Mambas and Maneaters (1966), fue un ni?o y adolescente rebelde, al que echaron de Rugby por hacer experimentos de taxidermia clandestinos y guardar dos rev¨®lveres. So?aba con ir a ?frica para emular a su admirado Selous y ser aventurero y naturalista, y el ej¨¦rcito parec¨ªa un buen camino. Estudi¨® en Sandhurst y se alist¨® en el 24? Regimiento de Infanter¨ªa, el tan c¨¦lebre de las guerras zul¨²es, pero la unidad fue destinada a India, donde el desprecio del joven por las convenciones le granje¨® problemas con los mandos que dudaban adem¨¢s de que alguien de or¨ªgenes griegos pudiera ser un gentleman y menos si, como hizo Ionides, adoptaba un oso. Logr¨® al fin ser transferido a los King¡¯s African Rifles y en 1926 lleg¨® a ?frica.
Su etapa de cazador furtivo y traficante de marfil, durante la que un elefante le dej¨® sordo de un o¨ªdo, es tan emocionante como poco edificante. Una vez hizo azotar a todo un poblado. Aparte de con las serpientes no se le conocen otras relaciones sentimentales. Dec¨ªa que su vida no era para compartirla. Si no eras una mamba, imagino. Nunca se cas¨® ni tuvo hijos. Las preguntas sobre su vida sexual las respond¨ªa con una sonrisa ir¨®nica. Afectado de trombosis, al final de su vida apenas pod¨ªa andar y se hac¨ªa portar en una hamaca durante las cacer¨ªas de serpientes, para trepar luego a un mango o a un anacardo a pillarlas. Una vez se llev¨® al hospital cuatro v¨ªboras en una caja que meti¨® debajo de la cama.
Fiel a su temperamento, pidi¨® que al morir, al poco de amputarle las piernas, entregaran su cuerpo a las hienas.
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![Jacinto Ant¨®n](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fd95ad6a9-2f34-4f5b-89ec-ae39133965dc.png?auth=672bc54fe16083324b97a7e23f3d2e99a936333529c7e95ef224ac86d3fa5a18&width=100&height=100&smart=true)