La resurrecci¨®n del mago
Desde que M¨¦li¨¨s se meti¨® en faena pudimos asistir a un muestrario de sue?os proyectados
Si el cine lo inventaron unos industriales del sector fotogr¨¢fico en Lyon, se convirti¨® en arte y en espect¨¢culo por obra de un barbudo prestidigitador parisiense, hijo de un fabricante de zapatos que se neg¨® a seguir la prosaica senda paterna. Su rebeld¨ªa familiar resultar¨ªa muy fecunda, pues en 1888 compr¨® con su herencia el llamado Teatro de las Ilusiones, que hab¨ªa regentado el famoso prestidigitador Robert-Houdin. Cuando poco despu¨¦s Lumi¨¨re dio a conocer en Par¨ªs su invento, el D¨ªa de los Santos Inocentes de 1895, el inquieto mago le quiso comprar una de sus c¨¢maras, pero la leyenda asegura ¡ªy as¨ª lo record¨® Godard en El desprecio¡ª que Lumi¨¨re le respondi¨® que se trataba de un invento sin porvenir. Ya sabemos que las leyendas tienen m¨¢s jugo que los documentos. El caso es que el habilidoso mago se hizo con un equipo londinense y se lanz¨® a rodar sus fantas¨ªas, comprendiendo que el cine ten¨ªa m¨¢s que ver con los sue?os que con la realidad. No parece casual que la obra de Freud sea pr¨¢cticamente sincr¨®nica con el nacimiento del cine, aunque se dice que el vien¨¦s, estudioso de los sue?os, jam¨¢s asisti¨® a una proyecci¨®n.
Desde que M¨¦li¨¨s se meti¨® en faena pudimos viajar con la mirada a la Luna ¡ªy liarnos a paraguazos con los selenitas¡ª y al Polo Norte, pudimos asistir al nacimiento prol¨ªfico de sujetos replicantes en la pantalla, al nacimiento de monstruos, a apariciones y desapariciones misteriosas, a decapitaciones espeluznantes, pudimos atravesar bosques encantados, contemplar volcanes en erupci¨®n, seres voladores, agigantamientos y enanismos, flores coloreadas con rostros femeninos¡ Y con este muestrario de sue?os proyectados se iniciar¨ªa, a?os despu¨¦s, el debate acerca del cine de M¨¦li¨¨s concebido como teatro de magia filmado por una c¨¢mara paral¨ªtica. Pero antes de entrar en este asunto est¨¦tico hay que recordar que tambi¨¦n M¨¦li¨¨s reconstruy¨® la explosi¨®n del Maine en La Habana (1898), el proceso a Dreyfuss (1900), la guerra de los b¨®xers en China (1900) y rod¨® con antelaci¨®n la coronaci¨®n de Eduardo VII en Westminster, para que se exhibiese el d¨ªa del evento, anticip¨¢ndose a la televisi¨®n en directo.
Desde 1984 Pierre Jenn comenz¨® a cuestionar el dogma peyorativo del teatro filmado, a?adi¨¦ndole muchos matices y excepciones. No importa. El caudal imaginativo de M¨¦li¨¨s ¡ªequiparable a Jonathan Swift o Lewis Carroll¡ª y su ingenio son de tal riqueza, que no deber¨ªamos distraernos con la cuesti¨®n. El caso es que, ante la competencia de los gigantes corporativos Path¨¦ y Gaumont, sumada a la pirater¨ªa de sus filmes en Estados Unidos y al creciente costo de sus pel¨ªculas (como A la conquista del Polo, 1912), el negocio de M¨¦li¨¨s se hundi¨® y el estallido de la I Guerra Mundial impidi¨® que Path¨¦ se quedase con su estudio. Pero el mago fue expulsado de la industria, arrinconado en una tienda de juguetes y golosinas, como nos lo present¨® Scorsese en La invenci¨®n de Hugo. Ya sabemos que el destino de los visionarios es el castigo terrenal, seguido de la gloria eterna.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.