Entusiasta congreso morantista
La corrida de Juan Pedro no estuvo a la altura de la presentaci¨®n exigible en una plaza de tanta alcurnia
Un d¨ªa despu¨¦s de la que dicen que ha sido una de las mejores faenas de su vida -el s¨¢bado, en Pontevedra-, Morante de la Puebla estaba anunciado en la plaza de El Puerto de Santa Mar¨ªa, y hasta all¨ª se desplaz¨® el morantismo creyente en la esperanza de que el artista reverdeciera laureles gallegos e impregnara el ambiente de su particular embrujo. Los amplios tendidos casi se llenaron en un improvisado congreso entusiasta en honor del torero sevillano, que hizo el pase¨ªllo en loor de multitud junto a un acompa?ante de lujo, como es el alicantino Manzanares.
Rotas las filas, el p¨²blico oblig¨® a ambos a saludar en un gesto de cari?o y reverencia, y comenz¨® el espect¨¢culo, que no result¨® seg¨²n el gui¨®n establecido, porque ya se sabe que los toros son un misterio cargado de sorpresas.
Para empezar, la corrida de Juan Pedro no estuvo a la altura de la presentaci¨®n exigible en una plaza de tanta alcurnia; y, despu¨¦s, predomin¨® la falta de fuerza y de casta, lo que impidi¨® el aleluya so?ado y la apoteosis final. Adem¨¢s, el triunfador fue Manzanares, porque le toc¨® el mejor lote, que le permiti¨® desgranar una parte de su elegante tauromaquia, no exenta de ventajas. No decepcion¨®, sin embargo, el protagonista porque a la vista de que sus dos primeros oponentes no le permitieron ofrecer una gota siquiera de su esencia, se rompi¨® en un precioso y ralentizado quite a la ver¨®nica en el segundo de su compa?ero, y se entreg¨® de verdad ante el parado quinto, al que exprimi¨® su corta embestida a base de una encomiable porf¨ªa de la que brotaron chispazos de su particular¨ªsima forma de entender el toreo.
Pero su instante de gloria lo cincel¨® con tres ver¨®nicas de verdadero ensue?o, abrochadas con una media de esas que llevan el sello de eternidad. Ocurri¨® en la lidia del cuarto de la tarde, el de mejor son de toda la corrida, al que Manzanares hab¨ªa recibido tambi¨¦n a la ver¨®nica y llev¨® al caballo con un peculiar galleo por chicuelinas. No hubo pelea con el picador pues el animal se derrumb¨® nada m¨¢s tocar el peto, pero Morante, avisado de la calidad, lo acarici¨® con su capote de pura seda, y all¨ª qued¨® para siempre una muestra m¨¢s de que este hombre est¨¢ tocado por la mano del arte, mientras los congresistas, puestos pie, aclamaban a su ¨ªdolo.
Ese toro, que anunciaba faena grande y triunfo ganadero, embisti¨® con fijeza, met¨ªa la cara en los enga?os y acudi¨® con alegr¨ªa en banderillas. Sus limitadas fuerzas se fueron agotando y, a pesar de las medidas pausas de Manzanares, la faena de muleta no alcanz¨® el cl¨ªmax esperado. Por si fuera poco, el torero lo mat¨® de un feo bajonazo contrario en la suerte de recibir y el presidente aguant¨® una injusta bronca por no conceder la segunda oreja.
Otra cort¨® el alicantino en su primero, un corderito chiquit¨ªn, desbordante de nobleza, al que mulete¨® con su natural empaque, siempre al hilo del pit¨®n y muy despegado. Parec¨ªa que en el sexto pondr¨ªa el broche final a su triunfo particular, pues el toro mostr¨® m¨¢s codicia que sus hermanos, pero no fue el acompa?ante de dulce impulso que requiere su toreo, y todo qued¨® en un suspiro que no pudo levantar el vuelo.
Ovaci¨®n final para ambos, contento general de los congresistas, satisfacci¨®n morantista y una estaci¨®n m¨¢s de esta procesi¨®n que persigue all¨¢ por donde va a un privilegiado del arte del toreo.
Domecq/Morante y Manzanares, mano a mano
Toros de Juan Pedro Domecq, -el tercero, devuelto y sustituido por un sobrero de Parlad¨¦- mal presentados, mansos, descastados y nobles. Muy chicos segundo y tercero; destacaron segundo, cuarto y sexto.
Morante de la Puebla: media estocada y dos descabellos (silencio); pinchazo (silencio); casi entera (gran ovaci¨®n).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: estocada (oreja); bajonazo contrario (oreja); pinchazo y estocada (ovaci¨®n).
Plaza de El Puerto de Santa Mar¨ªa. 4 de agosto. Casi lleno.
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