Buscando a Kate Moss
Yo mismo me encuentro en horas bajas: me he enterado que est¨¢ en Formentera Kate Moss y que no hemos coincidido en varios lugares, como el 10.7 Beach Club, por cuesti¨®n casi de minutos
levo dos semanas en Formentera sin ver la televisi¨®n, lo que no me acredita precisamente para esta columna. Aunque ?vaya serie se podr¨ªa rodar aqu¨ª! Un jipi vuelve a la isla, no la reconoce y es secuestrado por italianos, escapa y se refugia en el Blue Bar donde nada parece haber cambiado, hasta que ve lo que cuesta una copa¡
Formentera, hermosa, salvaje y seductora, peinada de espuma y cielos arrebolados, puede ser tambi¨¦n una cruel amante. Y no me refiero solo a las lagartijas aplastadas en los caminos, ni a la mirada afilada de los alcaravanes escondidos bajo las higueras, ni a la partida precipitada de los amigos; ni, como ya he sugerido, a los precios; ni siquiera estoy hablando del temporal que ha dejado un velero encallado de manera inveros¨ªmil en las rocas de Es Cal¨® como fondo para la rave del chiringuito Amore.
No, me refiero sobre todo a la crueldad de la isla con los corazones heridos y las almas perdidas. El esp¨ªritu perverso del lugar. Estar mal en el para¨ªso es una especial categor¨ªa de infierno. No es f¨¢cil escapar de una isla y menos de esta, que te envuelve con sus remolinos, recuerdos y ¨¢rboles retorcidos como una melindrosa Circe azul.
Yo mismo me encuentro en horas bajas: me he enterado que est¨¢ en Formentera Kate Moss y que no hemos coincidido en varios lugares, como el 10.7 Beach Club, por cuesti¨®n casi de minutos. En cambio, he topado dos veces ya con Oriol Pujol Ferrusola, y con el cormor¨¢n mo?udo, ni te digo. A ver si no es para pensar que algo va mal en tu vida.
Lleno de indefinible desaz¨®n me fui a mediod¨ªa en bici al faro de Barbaria, a ver si me iluminaba. Fue una excursi¨®n ¨¦pica: perd¨ª el botell¨ªn de agua, no hab¨ªa cobertura y la soledad del paraje resultaba intimidatoria. Encontr¨¦ un ratoncito que asomaba la cabeza entre las piedras del viejo murete. Quise creer que encarnaba al spirit of the place, as¨ª que, en plena insolaci¨®n, lo interrogu¨¦ sobre ese dolor sordo que nos golpea en vacaciones, convirtiendo la felicidad en cenizas. Me mir¨® con sabidur¨ªa infinita y me susurr¨®, por debajo de sus bigotitos, d¨®nde pod¨ªa encontrar a Kate Mouse¡
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