?Mala mujer, no tiene coraz¨®n!
Son los demonios, Dolores, el Maligno, Lucifer, estoy seguro, no hemos rezado suficiente
A la una de la madrugada de aquel viernes, los gin tonics de las terrazas de Col¨®n y Alonso Mart¨ªnez temblaron con el volumen de una pegadiza cancioncilla de la Sonora Matancera.
Apropiada para la ocasi¨®n, me hab¨ªa dicho a m¨ª mismo.
Mala mujer no tiene coraz¨®n / Mala mujer no tiene coraz¨®n / Mala mujer no tiene coraz¨®n / Mala mujer no tiene coraz¨®n / Matal¨¢, Matal¨¢, Matal¨¢, Matal¨¢.
Y atacaba el coro:
Cospedal, Cospedal, Cospedal, Cospedal, / es Mar¨ªa Dolores de Cospedal.
Nos qued¨® magn¨ªfico, que hab¨ªa reclutado yo en la fantasmagor¨ªa a Compay Segundo, a Celia Cruz¡ hasta a Benny Mor¨¦, que tuvimos que quitarle el roncito durante media hora, que es que no hab¨ªa manera¡ Un lujo, que eran las tantas y all¨ª segu¨ªamos, que hicimos unos bongos con los archivadores, una flauta con un peine y un papel, y¡ Vamos, que al llegar la segunda estrofa, nos asomamos a las terrazas y aquello era una juerga en las calles, todo el mundo bailando y siguiendo el estribillo:
No tiene coraz¨®n mala mujer / las cosas que me dec¨ªas / sabiendo que me enga?abas / las cosas que me dec¨ªas / sabiendo que me enga?abas / Mala mujer no tiene coraz¨®n / Mala mujer no tiene coraz¨®n / Matal¨¢, Matal¨¢, Matal¨¢, Matal¨¢ / Es Mar¨ªa Dolores de Cospedal.
A los de seguridad les cost¨® dar con el origen de la m¨²sica, que esta vez nos hab¨ªamos venido hasta el despacho de Floriano, y a ver qui¨¦n pensaba que nos ¨ªbamos a esconder en semejante sitio¡
¡ªA ver si el micr¨®fono est¨¢ en el despacho de Floriano, dijo el jefe¡
¡ª?Y ¨¦se qui¨¦n es?, preguntaron los agentes.
¡ªS¨ª, hombre, el del nudo de la corbata¡
¡ª?Ah, ya!
La Cospedal vino demudada.
¡ªExijo que cesen estos ataques soeces contra la secretaria general de un partido¡
¡ªMala mujer, cantamos a su o¨ªdo Compay y yo sin que nos oyese nadie m¨¢s que ella¡
¡ª¡que han votado once millones de ciudadanos¡
¡ªMatal¨¢, matal¨¢, matal¨¢, matal¨¢, entramos con todos los hierros, m¨¢s Bebo Vald¨¦s que se hab¨ªa sumado en el ¨²ltimo minuto¡
¡ªYa, ya, pero es que no es f¨¢cil, Dolores, se lamentaba el ministro del Interior, pero creo que ya tengo la soluci¨®n¡
¡ª?Snowden?, preguntaba C-169.
¡ªCalle, agente, calle. Usted vuelva a su sede, que no nos ha resuelto nada¡
Tambi¨¦n nosotros nos retiramos, que hab¨ªamos cumplido con nuestra misi¨®n, pero a ver qui¨¦n callaba ahora a Celia, que estaba intentando quitarme el abrigo¡
¡ª?Az¨²car!, que te vas a disolvel de tanto sudal, Luisito, mi amol, que aqu¨ª hay candela¡
¡ªA ver, Jorge, ?cu¨¢l es ese plan extraordinario?, exig¨ªa Cospedal, muy nerviosa, que miraba de un lado para otro esperando el siguiente estribillo¡
¡ªYa he hablado con Su Eminencia el cardenal Antonio Mar¨ªa Rouco, y ha quedado en mandarme un exorcista superior, que como ahora ha nombrado a ocho, seguro que alguno ha salido bueno¡ Con probarlos a todos¡
¡ªPero Jorge, ?t¨² crees que..?
¡ªSon los demonios, Dolores, el Maligno, Lucifer, estoy seguro, no hemos rezado suficiente, que ya le digo yo a Mariano todos los viernes, un rosario, Mariano, esta tarde un rosario¡ Esto est¨¢ lleno de esp¨ªritus, malos, mal¨ªsimos, que se nota un ambiente como muy cargado¡ Tambi¨¦n me ha propuesto el cardenal que Kiko Arg¨¹ello pinte toda la fachada de G¨¦nova¡
¡ªQuita, Jorge, quita, prefiero a los exorcistas, dec¨ªa Cospedal, que segu¨ªa mirando aterrorizada a su espalda, por si acaso volv¨ªa a o¨ªr las voces¡
Arriba, en la fantasmagor¨ªa, se re¨ªan mucho de esto de los conjuros, que era de mucha juerga, me contaron, ver a los exorcistas, con ese gesto que pon¨ªan de estar luchando contra algo, echar agua y decir cosas rar¨ªsimas.
¡ªTen en cuenta, Dolores, segu¨ªa muy serio el ministro del Interior, que afortunadamente hoy puede utilizar cualquier exorcista, sin necesidad de pedir permiso a su obispo correspondiente, el antiguo ritual del Papa Paulo V, conocido como Rituale Romanum, que data de 1614, y¡
¡ª?Y si metemos m¨¢s polic¨ªas, Jorge? Que es que yo a esto de los exorcismos le tengo muy poco fe¡ que ni cuando me pongo la peineta noto yo nada especial¡
Estaba contento porque mi plan de formaci¨®n progresaba m¨¢s que adecuadamente, que esto de la voz ya lo dominaba con cierta soltura.
¡ªEsperanza, viene Esperanza, le solt¨¦ al o¨ªdo a Gallard¨®n, que seguro que se hab¨ªa acercado a G¨¦nova por lo de los exorcistas¡
Se llev¨® un susto de muerte, y hasta solt¨® un gritito as¨ª como ahogado¡
Estaba visto que me sal¨ªa de corrido. Como si hubiera sido fantasma toda la vida. Pens¨¦ que ya era momento de animarme a la cosa de los objetos. Primero, mover piezas poco pesadas, para acabar desplazando los armarios y las mesas, que era de mucho efecto. Y todav¨ªa me quedaba lo de las apariciones¡
Iba a contarle el ¨¦xito al corp¨®reo pero se me adelant¨® en la conexi¨®n.
¡ªOye, ver¨¢s, Luis, es que tengo aqu¨ª un l¨ªo, que vamos a necesitar financiaci¨®n, un chollo, t¨², ya te contar¨¦, pero mira a ver si hablas con los del banco¡, no, esos no, que los pill¨® Ruz, bueno, pues con los del¡, no, tampoco¡ ?Cu¨¢l dices? Esos ni se te ocurra¡ Prueba con la segunda centena de bancos. S¨ª, los de Nueva Zelanda, Pap¨²a-Nueva Guinea y eso, que como no pillemos cacho vamos a tener que echar mano de Cofid¨ªs, Luis¡
¡ªTranqui, Luis, que la Cospedal ya est¨¢ muerta¡ En dos d¨ªas habla con Rajoy¡ Esta la ganamos, Luis, esta la ganamos.
Babelia
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