Slawomir Mrozek, maestro de la narrativa breve
El escritor polaco emple¨® un humor desencantado y c¨ªnico
El escritor, dramaturgo y dibujante polaco Slawomir Mrozek ha muerto en Niza a los 83 a?os, lejos de su pa¨ªs, como tantos otros ilustres escritores polacos que optaron por el exilio, con Gombrowiz a la cabeza, autor muy importante para ¨¦l, seg¨²n queda constancia en sus recientes Diarios. Tampoco Mrozek dej¨® de vagar de ac¨¢ para all¨¢ a lo largo de toda su existencia, pues vivi¨® en Italia, Alemania, Francia y M¨¦xico, tras abandonar su pa¨ªs en 1963, regresar en 1996 y dejarlo definitivamente a comienzos del nuevo siglo.
Hasta finales del pasado siglo, en Espa?a solo se ten¨ªa noticia de su teatro, sobre todo de un par de obras: Tango (1964), cuyo montaje en Madrid obtuvo en 1970 el premio El Espectador y la Cr¨ªtica; y Los emigrados (1975), pieza escenificada por Wajda en el m¨ªtico Teatro Stary (Viejo) de Cracovia, que fue llevada luego al cine. Pero el origen de la difusi¨®n de su teatro en Occidente se debe probablemente a su presencia en el cl¨¢sico ensayo que Martin Esslin dedic¨® a El teatro del absurdo (1962), aunque luego el autor polaco renegara de su encasillamiento en una etiqueta que no lo convenc¨ªa, sin por ello dejar de estarle agradecido.
Quiz¨¢ haya sido su obra narrativa, cuentos breves y microrrelatos, la que m¨¢s seguidores haya cosechado entre nosotros, formando parte de una tradici¨®n de narradores centroeuropeos de la estirpe de Kafka, Brecht, Alfred Polgar o Istv¨¢n ?rk¨¦ny, todos ellos maestros de lo breve y del humor negro. Mrozek se consideraba, de hecho, un escritor centroeuropeo m¨¢s que polaco, aunque ¡ªcomo sol¨ªa recordar¡ª no escribi¨® en otra lengua que la de sus padres, ni siquiera en franc¨¦s, pa¨ªs en el que vivi¨® tantos a?os y de cuya ciudadan¨ªa lleg¨® a gozar.
Tras abandonar su pa¨ªs
Resulta dif¨ªcil, no siendo norteamericano, que un autor de cuentos extranjero consiga, primero, ser traducido en Espa?a; y luego, encima, que se le preste atenci¨®n. Es demasiado pedir. Y aunque Seix Barral public¨® en 1969 las s¨¢tiras que componen El elefante, podr¨ªa decirse que su aut¨¦ntico descubridor en nuestro pa¨ªs fue el escritor catal¨¢n Quim Monz¨® (su cuento La bella dorment es una pirueta a partir de otro del mismo t¨ªtulo del autor polaco), quien convenci¨® al editor Vallcorba para que lo publicara. As¨ª, aparecieron en catal¨¢n, en Quaderns Crema, a partir de 1995, y posteriormente, en el 2001, en castellano, en Acantilado, hasta formar un total de 10 t¨ªtulos. Es en estas cuidadas ediciones donde hemos le¨ªdo libros como Juego de azar (2001), La vida dif¨ªcil (2002, 1991), El ¨¢rbol (2003, 1991), La mosca (2005) o la antolog¨ªa tem¨¢tica La vida para principiantes (2013), ilustrada por el propio autor.
Su narrativa se sustenta
Su narrativa se sustenta en el humor y la s¨¢tira, en lo ins¨®lito, sorprendente y parad¨®jico, en la intertextualidad, continuando una tradici¨®n que arranca con el surrealismo, la literatura del absurdo, o aquella otra que en Espa?a se tach¨® de inveros¨ªmil, pero que tiene mucho que ver con un tipo de humor desencantado y c¨ªnico que surgi¨® en los pa¨ªses del Este, durante el r¨¦gimen comunista, primero en forma de chistes orales. El objetivo de sus f¨¢bulas (con moraleja, pero sin pasarse, como escribe en La isla del tesoro) es la condici¨®n humana en general, los estereotipos y lugares comunes que le gusta cultivar; en particular el hombre del Este bajo el r¨¦gimen comunista, y su singular adaptaci¨®n a la econom¨ªa libre de mercado. Pero tampoco se muestra m¨¢s ben¨¦volo con la ret¨®rica democr¨¢tica ni con la constante manipulaci¨®n del lenguaje que, por ejemplo, ha convertido la pluralidad en un perverso relativismo.
Mientras disfrutamos leyendo a Mrozek, resulta dif¨ªcil no recordar a autores tales como Ram¨®n G¨®mez de la Serna, Jardiel Poncela, Mihura, Francesc Trabal, Pere Calders y Javier Tomeo, o los actuales Quim Monz¨®, ?ngel Zapata o Poli Navarro, quien le dedica la secci¨®n con las piezas m¨¢s breves de Los tigres albinos a nuestro autor y a Monterroso.
En El diario de un arribista escribi¨® Mrozek que ¡°vivimos en una ¨¦poca de guasa, autoiron¨ªa y parodia¡±, y eso vale para el pasado y para nuestro presente rabioso, tanto en el este como en el oeste.
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