¡°A mi churri, de su Ignacio¡±
Cuando Cospedal entr¨® en su despacho y se encontr¨® con aquello, solo acert¨® a gritar como Janet Leigh, en Psicosis
Decid¨ª acelerar mi plan de formaci¨®n, que el corp¨®reo ya iba a toda velocidad, metido de lleno en los juicios y los abogados. Ten¨ªa que cumplir, como fuera, mi parte del plan. Lo primero, mudanza de elementos f¨ªsicos de tama?o variado, lecci¨®n 14, apartado 32 de El buen fantasma,un prontuario que tenemos en la fantasmagor¨ªa y que ya estaba hecho un asco, porque pasaba de mano en mano, que por muy espectrales que seamos ya se imaginan ustedes c¨®mo estaba despu¨¦s de tantos siglos, que a algunos el trance de paso nos pilla con el abrigo, como a m¨ª, pero a otros con el bocadillo de sardinas en la mano. Carlos Barral se ofreci¨® para hacer una edici¨®n nueva, con portada de Daniel Gil, pero mientras¡
Esa misma noche empec¨¦ por cambiar las cosas de la mesa de la Cospe de un sitio a otro. O sea, la foto con la dedicatoria ¡°A mi churri, de su Ignacio¡± ¡ªque tendr¨¢ mucha pasta, pero vaya dedicatoria, el t¨ªo¡ª la pasaba donde las carpetas de asuntos pendientes, y las carpetas de asuntos pendientes donde el calendario de ¡°Sufi, mimamos sus basuras¡±, y el calendario donde el bote de bol¨ªgrafos en el que pon¨ªa ¡°Recuerdo del Corpus Christi¡±. Los bolis se me cayeron una vez, pero a la hora el procedimiento ya lo ten¨ªa dominado, que parece que hab¨ªa nacido para esto, que se me daba tan bien como la cosa del heliesqu¨ª. No s¨¦, por cierto, si les he hablado de esa nieve virgen, solo quebrantada por mis esqu¨ªes Dynastar¡
Volv¨ª a la dura realidad: adelante Luis, ya est¨¢s cerca de la meta y el corp¨®reo estar¨¢ encantado.
Es que parece que le invoco¡
¡ªVaya bronca con el abogado, Luis. Solo te llamo para desahogarme. Pues no le pido al t¨ªo una corbata para declarar, que iba como un zarrapastroso, con todo el cuello abierto, como si fuera a cantar una rumbita, tal que Los Chichos, y el t¨ªo va y me ofrece una con corazoncitos¡
¡ªEsta me la ha dado ?gata especialmente para ti, Luis, y te he tra¨ªdo tambi¨¦n estos tirantes a juego que me ha dado el propio Pedro Jos¨¦, que me ha dicho que ¨¦l los llevaba puestos cuando el Watergate¡
Le he dicho que la corbata, y los tirantes, se los pusiera ¨¦l mismo, que a ver qui¨¦n se ha cre¨ªdo que era yo. Es m¨¢s, les pregunt¨¦ a los 28 abogados que estaban apretujados en la sala.
¡ªA ver, ?alguno de ustedes se pondr¨ªa esto?
¡ª???No, de ninguna manera, qu¨¦ horror!!!, gritaron todos como un solo letrado¡
¡ªTranquilo, Luis ¡ªle dije, y justo me call¨¦ cuando le iba a decir eso de s¨¦ fuerte, que le sienta fatal.
Se puso muy contento cuando le cont¨¦ que ya mov¨ªa cosas.
¡ªDale, Luis, dale, que ya estamos a punto¡ ¡ªme dijo el corp¨®reo antes de cortar.
Volv¨ª a mis clases, que Mar¨ªa Montessori quer¨ªa que siguiera su m¨¦todo, y ya le dije: ?Frank Nitti sigui¨® alg¨²n m¨¦todo para sus cosas? Entonces¡
As¨ª que me li¨¦ los trastos a la cabeza y ya metidos en faena organic¨¦ el zafarrancho. Puse el sof¨¢ boca abajo y encima las sillas. Coloqu¨¦ los archivadores encima de la mesa y dej¨¦ la mesita para el caf¨¦ colgada de la l¨¢mpara. Tuve que quitar un libro enorme que hab¨ªa sobre el cristal, Mantillas de Espa?a, que lo puse encima de los archivadores que hab¨ªa subido encima de la mesa. El espect¨¢culo, la verdad, era extraordinario. Como para dar un infarto a cualquiera.
Y eso intent¨¦, que a la ma?ana siguiente, cuando Cospedal entr¨® en su despacho y se encontr¨® con aquello, solo acert¨® a gritar como Janet Leigh, en Psicosis, que f¨ªjense qu¨¦ casualidad el otro d¨ªa vino a verme Alfred Hitchcock, que me propuso un guion para mantener el suspense. Muy agradable, este Alfred, m¨¢s bajito de lo que yo cre¨ªa...
Cerr¨® la puerta la secretaria general y enseguida se acumul¨® la gente a su alrededor.
¡ªEl despacho, el despacho ¡ªsolo atinaba a decir la pobre, que encima la estaban dejando sin respirar por las muchas atenciones de tanto pelota.
¡ªDolores, por Dios, Dolores, ?un poquito de agua?...
¡ªSi¨¦ntate¡
¡ªAcu¨¦state¡
Con mucho cuidado, el segurata abri¨® la puerta. Cospedal aguant¨® la respiraci¨®n y¡
¡ªYo no veo nada raro, se?ora, ?qu¨¦ pasaba?
El golpe me hab¨ªa salido bordado, que estaba yo bien orgulloso, que en un minuto, y a golpe de mirada, hab¨ªa vuelto a colocar todos los muebles en su sitio. Incluso el ¡°A mi churri, de su Ignacio¡± luc¨ªa inc¨®lume encima de la mesa, justo donde hab¨ªa estado siempre. Tard¨® Dolores en serenarse, que no entend¨ªa qu¨¦ pod¨ªa haber pasado, porque ella estaba segura¡
Esperanza, que estaba en la primera planta, subi¨® corriendo.
¡ªPor Dios, Lolita, qu¨¦ susto me has dado¡
¡ª???Te he dicho mil veces que no me llames Lolita, Esperanza!!!
¡ªHay que ver c¨®mo te pones, Lolita¡
Floriano y Pons hablaban en voz baja en la puerta.
¡ªNo s¨¦ yo si la pobre va a aguantar tanta presi¨®n, que lo mismo tenemos que hablar con Mariano¡
Pero todav¨ªa me faltaba algo, que ya saben ustedes que a m¨ª me gustan las cosas a lo grande, que si uno se va por ah¨ª se va a Canad¨¢. O Armenia. Por ejemplo.
Esa noche ensay¨¦ una idea que se me hab¨ªa ocurrido a lo largo del d¨ªa¡
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