¡®Trementina¡¯, nombre de victorino
La maestr¨ªa incuestionable de ese torero llamado Tito Sandoval, permiti¨® el lucimiento de David Adalid en dos magn¨ªficos pares de banderillas
Trementina, qu¨¦ nombre m¨¢s inapropiado, era el apelativo del cuarto de Victorino Mart¨ªn, de hechuras agradables, que acudi¨® con presteza al capote de su matador, cumpli¨® en varas gracias a la maestr¨ªa incuestionable de ese torero llamado Tito Sandoval, permiti¨® el lucimiento de David Adalid en dos magn¨ªficos pares de banderillas, y embisti¨® de manera incansable por ambos pitones, templado y noble en su recorrido, a la muleta de Javier Casta?o, que le hizo una faena largu¨ªsima, y hasta lleg¨® a provocar al p¨²blico para que pidiera el indulto del animal.
C¨®mo ser¨ªa el toro para que destacara Casta?o, porque no es f¨¢cil torear m¨¢s al hilo del pit¨®n, con menos donosura, y de forma m¨¢s ventajista. Pero destac¨® porque expuso a su manera, permiti¨® el lucimiento del toro y lo pas¨® como mejor pudo, muy por debajo de las buenas condiciones del animal. Vaya en descargo del torero que se ha ganado un puesto en el escalaf¨®n por sus m¨¦ritos ante las corridas m¨¢s duras, pero estar a la altura de un toro de encastada nobleza es otra cosa. Fue una faena larga, de nueve tandas, y por un momento se lleg¨® a plantear el indulto, intenci¨®n err¨®nea del torero, que la presidenta zanj¨® con el gesto inequ¨ªvoco de que entrara a matar. Fue un toro grande, pero no excepcional en ning¨²n tercio.
MART?N/FERRERA, CASTA?O, MANO A MANO
Toros de Victorino Mart¨ªn, correctamente presentados, blandos, mansurrones y nobles; destacaron primero y quinto, y, sobre todo, el cuarto.
Antonio Ferrera: bajonazo (oreja); pinchazo y estocada (ovaci¨®n); media (oreja).
Javier Casta?o: dos pinchazos y seis descabellos (silencio); pinchazo, estocada tendida y dos descabellos (vuelta); tres pinchazos y un descabello (silencio).
Plaza de la Malagueta. 20 de agosto. Segunda corrida de feria. Media entrada.
Otro que le anda a la zaga es su compa?ero Ferrera, -entregado siempre y f¨¢cil capoteador-, un h¨¦roe que tampoco lleg¨® a esta feria por casualidad. Pero la verdad es irrefutable. Los buenos toros descubren a los toreros que no lo son tanto. Y a Ferrera lo dej¨® en evidencia su primero, un animal con las fuerzas tan justas como larga fue su nobleza. El torero no estuvo a su altura, porque no puede estarlo quien responde con un toreo al hilo del pit¨®n, despegado y ventajista. Vamos, que el que luci¨® de verdad fue el toro. Algo parecido le ocurri¨® ante el quinto, otro que derroch¨® nobleza a raudales y mereci¨® la oreja de su matador. Mientras el toro embest¨ªa una y otra vez por derecho, Ferrera lo pasaba en l¨ªnea recta y el p¨²blico esperaba expectante que llegara el toreo. Se justific¨® sobradamente ante el deslucido tercero.
Pas¨® desapercibido Casta?o -p¨¦simo estoqueador- ante su primero, tan anodino como su descastado oponente, y no fue capaz de lucirse con el buen pit¨®n izquierdo del blando sexto.
Fue una tarde, tambi¨¦n, para la calidad insuperable de dos banderilleros, David Adalid y Fernando S¨¢nchez, hombres de Casta?o, torer¨ªsimos en su quehacer, que alcanzaron su momento cumbre cuando Ferrera los invit¨® a parear al quinto. Extraordinarios los dos pares de Adalid, y grande el de S¨¢nchez, que result¨® espectacularmente volteado sin consecuencias. Torero sobresaliente, tambi¨¦n, en la lidia Jos¨¦ Mar¨ªa Soler. Y en el podio de los triunfadores, no se olvide, Victorino Mart¨ªn.
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