El disco m¨¢s odiado del pop
Dylan ajusta cuentas con ¡®Self portrait¡¯, el mayor fracaso de su carrera
Posiblemente, se trata del disco m¨¢s vilipendiado de la historia del pop. Self portrait, doble ¨¢lbum publicado en junio de 1970, caus¨® consternaci¨®n entre los ej¨¦rcitos de Bob Dylan. El mismo autor, en contra de lo habitual, ha intentado justificarse en entrevistas y en su libro Cr¨®nicas. Ahora, se publica una versi¨®n alternativa, Another self portrait (Sony), que viene a argumentar que fue una idea correcta pero mal ejecutada. Que lo mejor no se us¨®, como en otros momentos de su carrera.
A estas alturas, convertido Dylan en incombustible icono cultural, resulta dif¨ªcil hacerse una idea de la intensidad de la tormenta que desat¨® Self portrait. Imaginen que Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, tras Cien a?os de soledad, hubiera editado un best seller tipo Love story. En t¨¦rminos cinematogr¨¢ficos, ser¨ªa como si Ingmar Bergman, tras lanzar El s¨¦ptimo sello, hubiera intentado imitar una de las comedias de Doris Day y Rock Hudson. Con total seriedad.
En realidad, convenientemente depurado y explicado, Self portrait habr¨ªa resultado un elep¨¦ sencillo aceptable. Un baj¨®n evidente tras los nueve discos anteriores de Dylan, desde luego, pero la percepci¨®n general no ser¨ªa la de una traici¨®n generacional.
Sin embargo, sus rellenos y sus oropeles ten¨ªan sentido para Dylan. Tras los vertiginosos a?os 1965-1966, se hab¨ªa retirado a las monta?as de Nueva York, en los alrededores de un pueblo con tradici¨®n bohemia, Woodstock. Secretamente, hab¨ªa decidido consagrarse a su familia y, esencial, huir de su papel de portavoz de la juventud insurgente. ¡°El Gran Buda de la Revuelta, el Sumo Sacerdote de la Protesta, Zar de la Disidencia¡± se burla en Cr¨®nicas. Le espantaba ese papel, en un pa¨ªs acostumbrado a los asesinatos pol¨ªticos: los Kennedy, Malcolm X, Martin Luther King. Demasiado joven para morir: todav¨ªa era un veintea?ero.
As¨ª que rompi¨® con el rock anfetam¨ªnico que le encumbr¨® sacando dos elep¨¦s at¨ªpicos: el asc¨¦tico John Wesley Harding (1968) y el vaquero Nashville skyline (1969). Pero aun as¨ª, le siguieron hasta su escondite. Hubo tantos allanamientos de morada que se hizo con armas de fuego (y pregunt¨® qu¨¦ pasar¨ªa si disparaba a dar). De hecho, la contracultura estuvo a punto de presentarse en masa, en la forma del Festival de Woodstock (que finalmente se celebr¨® en una localidad cercana).
Una teor¨ªa poco explorada es que pretend¨ªa reciclarse en ¡®crooner¡¯
Quiso espantar definitivamente a los moscones. ?C¨®mo? Grabando un disco que se alejara radicalmente de la cultura rock. Con arreglos countrypolitanos y coros femeninos. Usando una voz c¨¢lida, despojada del veneno hipster. El repertorio sumaba canciones folk¨®ricas, hits de todas las ¨¦pocas, composiciones de cantautores, livianos temas originales.
Una teor¨ªa poco explorada es que Dylan pretend¨ªa reciclarse en crooner, un cantante sin complicaciones ni grandes ambiciones sociales. En su discogr¨¢fica, Columbia, abundaban los ejemplos: Robert Goulet, Andy Williams, Tony Bennett, Johnny Mathis. Su matiz particular ser¨ªa que ven¨ªa delfolk. Pero, ah, estos vocalistas no sacaban discos dobles. Y, desde luego, no utilizaban portadas como la suya: un autorretrato elemental.
La tercera clave es su car¨¢cter de caj¨®n de sastre: el modelo de Dylan-canta-los-¨¦xitos-de-ayer-y-hoy se romp¨ªa con la inclusi¨®n de temas instrumentales o procedentes de su actuaci¨®n en el festival de Wight de 1969, con el fondo circense de The Band. Ah¨ª, me temo, le perdi¨® la ira: se hab¨ªa quedado boquiabierto ¡ªe indignado¡ª ante el descomunal ¨¦xito de Great white wonder, un doble bootleg que abri¨® el mercado a los piratas. ?Quer¨¦is discos desgalichados, grabados aqu¨ª y all¨¢, sin coherencia estil¨ªstica? Pues tambi¨¦n os voy a dar eso.
Tanto rencor no pod¨ªa ser bueno. Self portrait tuvo ventas aceptables pero la reacci¨®n cr¨ªtica result¨® brutal. Greil Marcus iniciaba su rese?a en Rolling Stone con contundencia: ¡°?Qu¨¦ es esta mierda?¡±. Dylan recibi¨® el mensaje. En la boca del est¨®mago. Y se apresur¨® a rectificar, sacando al poco New morning: canciones propias, sonido unificado, letras enigm¨¢ticas. Un a?o despu¨¦s, incluso volv¨ªa al debate pol¨ªtico con George Jackson, oda al militante negro muerto en un intento de fuga.
Con el tiempo, Dylan consigui¨® que se disculpara aquel desliz. Reconoc¨ªa andar entonces muy despistado. Tanto que, tras huir de Woodstock, decidi¨® residir en el Village neoyorquino, lo que le puso al alcance de seguidores a¨²n m¨¢s peligrosos. Como A. J. Weberman, que revisaba su cubo de basuras y constru¨ªa su teor¨ªa del ¡°Dylan vendido al establishment¡±, convocando manifestaciones ante su domicilio.
Asumiendo tan desdichados antecedentes, sorprende que la nueva edici¨®n de sus bootlegs oficiales tenga como objetivo rehabilitar Self portrait. Seg¨²n su responsable, Steve Berkovitz, trataban de remasterizar el doble elep¨¦ cuando descubrieron montones de descartes que lanzaban nueva luz sobre aquel Dylan desnortado. Lo que se publica como The bootleg series vol. 10. Another self portrait (1969-1971) cubre tambi¨¦n restos de Nashville skyline y tomas alternativas de New morning, aparte de muestras de una relajada sesi¨®n con George Harrison y otros cabos sueltos.
El argumento para la rehabilitaci¨®n, reforzado ahora por un Greil Marcus arrepentido, insiste en que Dylan estaba en buena forma. La pifia ocurri¨® en Nashville: las pr¨ªstinas grabaciones de Nueva York ¡ªvoz y guitarras¡ª fueron desvirtuadas en la capital del country, cuando se a?adieron otros instrumentos, arreglos orquestales y coros. Se evade, sin embargo, la pregunta del mill¨®n: ?c¨®mo Dylan aprob¨® ese Frankenstein? Dos posibles respuestas, a cual m¨¢s inc¨®moda: era m¨¢s o menos lo que quer¨ªa o, uy, ni se molest¨® en escucharlo.
Los testigos para la defensa, en el documental que respalda el lanzamiento, son David Bromberg, Al Kooper y Bob Johnston. Bromberg, un prodigio en los instrumentos de cuerda, presenta a un Dylan apasionado por recrear el cancionero folk; recurr¨ªa a Sing out!, revista que publicaba material ancestral y la producci¨®n de cantautores. A la hora de New morning, asegura Kooper, estaba resabiado: rechaz¨® dos temas a los que se a?adieron orquestaciones, ahora recuperados.
Johnston se aprovech¨® del extraordinario respeto hacia Dylan. Los m¨²sicos no rechistaban y se creaba un vac¨ªo a su alrededor. El productor era un tejano cordial y exuberante, que llenaba el hueco con su entusiasmo. No entend¨ªa lo que se esperaba de Dylan pero cre¨ªa que coincid¨ªan en esp¨ªritu irreverente. Seg¨²n Cr¨®nicas, parec¨ªa deleitarse en la idea de presentar a Columbia un producto que romper¨ªa sus esquemas.
Se intuye el Dylan que han aprendido a querer (?y temer!) m¨²sicos y productores. Un falso autista, que desconf¨ªa de cualquier preparaci¨®n y prefiere la espontaneidad. Aburrido de las especulaciones con su legado, ahora deja hacer a sus empleados: no hay noticias de que haya intervenido en la presente operaci¨®n.
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