Relato desconcertante
'La infancia de Jes¨²s' de J. M. Coetzee es una novela distinta a todas las suyas anteriores

Un hombre y un ni?o (Sim¨®n y David) han llegado a un pa¨ªs desconocido a trav¨¦s del oc¨¦ano. En el nuevo pa¨ªs se les asigna un nombre y un alojamiento; deben aprender un nuevo idioma (espa?ol, curiosamente) y hallar trabajo; todos los habitantes de este lugar extra?o son desconocidos para ellos y todos han olvidado su pasado; del nuevo pa¨ªs, s¨®lo se conocen las reglas de comportamiento: la gente se limita a vivir seg¨²n se le indica. El ni?o perdi¨® el contacto con su madre durante la traves¨ªa as¨ª como una carta de ella que llevaba colgada al cuello y el hombre trata de ayudarle. Cuanto sucede tiene un aire extra?o, los personajes parecen flotar en el ambiente, todo est¨¢ ordenado sin sorpresas por una administraci¨®n burocr¨¢tica sin m¨¢s cara visible que la del funcionario de turno. La gente tiene sus necesidades elementales cubiertas por una organizaci¨®n global; nadie parece esperar nada nuevo, nadie desea m¨¢s de lo que tiene; entre Sim¨®n y los estibadores del muelle donde consigue un trabajo para sobrevivir muy modestamente se aprecia un cierto compa?erismo, pero, en general, las relaciones se dan siempre de un modo seco, carente de emocionalidad.
Este es el escenario donde se desarrolla la nueva novela de J. M. Coetzee. El lector de Desgracia quedar¨¢ ciertamente sorprendido; el de Diario de un mal a?o quiz¨¢ no tanto; en todo caso, es un relato desconcertante. La vida de los personajes en un pa¨ªs sin nombre que se encuentra bajo una administraci¨®n que funciona mec¨¢nicamente, llena de normas que nadie sabe de d¨®nde proceden, pero que se suponen ¨²nicas e ineludibles, es una vida mec¨¢nica; como han olvidado su pasado, los hombres carecen de toda referencia que no sea su presente; la ausencia de pasado los hace flotar en una especie de limbo un¨ªvoco y m¨¢s o menos igualitario. La existencia en un mundo acaso mejor que el que olvidaron es, sin embargo, bastante insustancial. Entre Sim¨®n y sus nuevos conciudadanos hay incluso conversaciones pseudofilos¨®ficas, pero hay, sobre todo, una ausencia inquietante: ?qu¨¦ sucedi¨® antes para que todos cruzaran el oc¨¦ano y vinieran a vivir en este lugar? El libro no contesta.
El lector de Desgracia quedar¨¢ ciertamente sorprendido; el de Diario de un mal a?o quiz¨¢ no tanto
Sim¨®n, atisbando a trav¨¦s de una valla, descubre a una mujer que juega al tenis con dos hombres en un lugar que parece contener ciertos privilegios llamado La Residencia y se empe?a en que esa mujer sea la madre que el ni?o busca; ella lo rechaza en principio, pero luego se hace cargo de ¨¦l y Sim¨®n llega incluso a cederles su modest¨ªsimo apartamento. No hay raz¨®n que explique esta elecci¨®n, como casi nada de lo que sucede en la novela, y el ni?o parece hacerse a la madre y ¨¦sta a ¨¦l e incluso se advierte en ¨¦l un retroceso infantil que acaba por alarmar a Sim¨®n, que se ha convertido en una especie de padrino.
Todo el mundo est¨¢ satisfecho; el insatisfecho es el que no encaja; la memoria perdida es una forma de satisfacci¨®n. Y Sim¨®n se pregunta por qu¨¦ no deja de hacerse preguntas en lugar de vivir como todo el mundo. ¡°?Est¨¢ insistiendo en la primac¨ªa de lo personal (el deseo, el amor) sobre lo universal (la buena voluntad, la benevolencia)?¡±. S¨®lo un tal Daga parece salirse de la norma, pero es un personaje circunstancial. Quien s¨ª se sale de la norma es el ni?o, David. Como inmerso en el mundo infantil del yo, no acepta convenciones, inventa su propio alfabeto, su propia escritura, su propia numeraci¨®n, absurda e ininteligible para los dem¨¢s; es un subversivo malgr¨¦ lui. Cuando sorprende al funcionario-maestro que debe decidir su internamiento y a sus propios madre y padrino, demostrando que habla, escribe y numera correctamente, descubren que lo ha aprendido por su cuenta, como si se tratara de ciencia infusa. Si intent¨¢semos buscar un sentido al t¨ªtulo, esta escena recuerda la de Jes¨²s ni?o entre los doctores, pero tratar de relacionar la infancia de Jes¨²s con esta historia es un ejercicio excesivamente aventurado.
Otro dato: no s¨®lo las reacciones ante los hechos y los hechos mismos son m¨¢s bien simples sino que la propia escritura es deliberadamente plana. La pregunta que surge a lo largo de toda la narraci¨®n es: ?qu¨¦ ha pretendido el se?or Coetzee con esta obra tan diferente a todas las suyas anteriores? La respuesta es que no hay respuesta. El sentido del relato se resiente de algo tan sustancial como es la falta de un conflicto dram¨¢tico de envergadura como lo era, por ejemplo, el del personaje central de Desgracia: esa dur¨ªsima e inconsolable incomprensi¨®n de padre a hija. El mundo que dibuja Coetzee se come a sus personajes, los desdibuja, los simplifica. El camino final que emprenden es un como un brindis al sol. Por eso el calificativo que mejor cuadra a este libro es aquel con el que comenzaba mi comentario: desconcertante.
La infancia de Jes¨²s. J. M. Coetzee. Traducci¨®n de Miguel Temprano Garc¨ªa. Mondadori. Barcelona, 2013. 272 p¨¢ginas. 17,90 euros
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