Rispais deviene en proxeneta
Te acuerdas de una identidad falsa que creaste hace tiempo en Internet y que abandonaste a su suerte
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Tras la ingesti¨®n de un Valium y un gin tonic, me hice a la mar en las aguas de Internet. Hab¨ªa calma chicha, as¨ª que, como en la canci¨®n de Antonio Vega, me dejaba llevar, me dejaba llevar por ti. Recalaba en los sitios, en las webs, en los chats y en los foros que me sal¨ªan al paso con la pereza de las tardes muertas del verano. Echaba una ojeada negligente aqu¨ª, otra all¨¢, y continuaba dej¨¢ndome llevar, dej¨¢ndome llevar por ti. Me deten¨ªa en una puesta de sol del B¨®sforo, en un museo de Helsinki, en un cuadro de Lucien Freud, de Modigliani, de Mal¨¦vich. ?Qu¨¦ paz sin sosiego, la de saber que todo est¨¢ a tu alcance, pero la de comprender al tiempo que tenerlo todo es lo m¨¢s parecido a no poseer nada! En cuesti¨®n de segundos ten¨ªa en la pantalla las Novelas ejemplares, Las flores del mal, La realidad y el deseo, cualquier cosa, una pel¨ªcula de Lubitsch, una obra maestra de la literatura polic¨ªaca, una canci¨®n de Joaqu¨ªn Sabina, un Ne me quitte pas, un Rien de rien, un Wait for me, un Pregher¨°, un me dejaba llevar, me dejaba llevar por ti. Mov¨ªas apenas el tim¨®n y ten¨ªas al alcance a Kant, a San Agust¨ªn, a Arist¨®teles, pod¨ªas bajarte un videojuego sobre La divina comedia, una instalaci¨®n de Marina Abramovic, una serie de Canal +, un curso de ingl¨¦s, un programa de radio, un espacio de televisi¨®n, una pornograf¨ªa¡
Pero t¨², por eso mismo, por la facilidad con la que pod¨ªas acceder gratis total a todo, te dejabas llevar. Dada tu inexperiencia, te sent¨ªas como un infiltrado, un intruso, un agente de otra potencia, un agente provocador, Agent provocateur, por cierto, qu¨¦ isla tan grata en la que detenerse unos minutos antes de continuar aquella singladura inh¨¢bil, perezosa, por lugares extra?os en los que lo mismo tropezabas con un adolescente que ped¨ªa ayuda para un comentario de texto que con un antiguo compa?ero de colegio, un compa?ero al que quiz¨¢ entonces odiabas, pero que hoy, esta tarde de finales de agosto, tras ingerir, como t¨², un Valium y un gin tonic, se ha puesto al pairo en el mar de Internet y ha tropezado contigo y os hab¨¦is intercambiado unas frases cari?osas.
?Qu¨¦ extra?eza tan grande la de esta calma chicha, la de esta pereza feliz, libre de las ansiedades de llegar! ?De llegar a d¨®nde? Pongamos que a un foro de la Guardia Civil o de la Polic¨ªa Armada, quiz¨¢ a un chat de calefactores en donde un profano pregunta por qu¨¦, en su caldera de gas, la llama flota, aunque sin llegar a apagarse, y donde el experto responde que podr¨ªa deberse a la combinaci¨®n de dos problemas: uno de regulaci¨®n de aire primario y otro de ventilaci¨®n. Co?o, co?o, te dices, eso es lo que me pasa a m¨ª, no a tu caldera, a m¨ª, que ni regulo el aire primario ni ventilo como deber¨ªa, de ah¨ª los ataques de ansiedad, de ah¨ª ese flotar de la llama de mi existencia, que no se apaga, aunque amenaza con hacerlo todo el tiempo.
En ¨¦stas, te acuerdas de una identidad falsa que creaste hace tiempo en Internet y que abandonaste a su suerte. ?C¨®mo era el nombre? Ah, s¨ª, Carlos Rispais Huete. Le abriste una barraca en Twitter y otra en Facebook. ?Por qu¨¦ no te acercas a ver c¨®mo le va? De modo que pones rumbo al Twitter del mencionado y resulta que tiene ya 76 seguidores que son como 76 deudos alrededor de un muerto, pues el pobre Rispais permanece amortajado desde el primer d¨ªa de su creaci¨®n. Naci¨® con el sudario como otros con el pan debajo del brazo, en fin. ?Y c¨®mo le ir¨¢ en Facebook? Pones rumbo a su p¨¢gina y ah¨ª lo ves enseguida, impert¨¦rrito, momificado, improductivo, aunque quiz¨¢ no tanto, no tan improductivo, pues junto a su perfil los se?ores de Facebook han colocado sin pedir permiso una serie de anuncios. Pinchas uno cualquiera de ellos y penetras de golpe en la antesala de un lugar donde dice: ¡°Este sitio web tiene im¨¢genes con contenido sexual expl¨ªcito de alguien que tal vez conozcas. ?Quieres continuar?¡±.
Dios m¨ªo, no, no quiero. Se me acaban de pasar por la imaginaci¨®n una serie de personas de cuyas inclinaciones sexuales prefiero no saber nada, no, nada, qu¨¦ horror. ?C¨®mo se puede, en un d¨ªa de calma chicha, de Valium y gin tonic, tropezar con lugares cibern¨¦ticos tan desasosegantes? Resulta que Carlos Rispais Huete, sin existir, o sin tener m¨¢s existencia que la de un perfil minusv¨¢lido en Twitter y otro en Facebook, ha devenido en una suerte de proxeneta, de celestina, de trotaconventos, dispuesto a poner al alcance de cualquiera que atraviese su p¨¢gina fotograf¨ªas o v¨ªdeos de familiares y amigos en situaciones ven¨¦reas inconvenientes, en el caso de que las haya convenientes. Qu¨¦ raro, qu¨¦ raro y qu¨¦ siniestro, qu¨¦ turbio, este mar de Internet en el que, por m¨¢s que te alejes de ti, siempre regresas adonde sol¨ªas.
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